Barranco del Poyo, en Paiporta, este miércoles

Barranco del Poyo, en Paiporta, este miércolesMarian Moncho

La zona cero de la dana, 100 días después de la tragedia: «Aquí cada uno se salva como puede»

Los vecinos de Paiporta siguen atrapados en el 29 de octubre: el trauma, la incertidumbre y la falta de respuestas convierten la reconstrucción en un camino sin final

El tiempo avanza, pero el 29 de octubre sigue siendo una herida abierta en Paiporta. Han pasado 100 días desde que la dana arrasó la Comunidad Valenciana y, aunque los escombros han sido retirados y algunos espacios han sido reacondicionados, la verdadera reconstrucción sigue pendiente: la de la vida de sus habitantes.

«No se puede explicar con palabras lo que ocurrió aquel día», cuenta un vecino. Quienes lo vivieron lo describen como una escena imborrable, una pesadilla que se repite cada vez que salen a la calle y ven lo que quedó. «Todos los días recordamos ese 29 de octubre. No hay forma de olvidarlo», confiesa un vecino entre lágrimas. El impacto psicológico es profundo, un trauma colectivo que no desaparece con el paso del tiempo. «Me acuesto a dormir y al cerrar los ojos la cabeza me traiciona y tengo que salir al balcón o asomarme a la ventana para ver que todo está bien», añade una vecina, visiblemente afectada.

La incertidumbre y la desesperación se han instalado en las vidas de los afectados. Muchos de ellos, aún sin hogar, intentan rehacer su vida mientras esperan unas ayudas que no llegan a todos. Otros, forzados a abandonar sus barrios, viven en la angustia de no saber cuándo podrán regresar. El desaliento se hace palpable en cada conversación. «Es insoportable», resume otro damnificado. No es solo la pérdida material lo que les atormenta, sino la sensación de abandono, la impotencia de ver cómo la burocracia se alarga mientras sus vidas quedan suspendidas en el tiempo.

Casa destrozada 100 días después de la dana, Paiporta

Casa destrozada 100 días después de la dana, en PaiportaMarian Moncho

Plaza 100 días después en Paiporta, Valencia

Una plaza llena de barro, 100 días después de la riada, en Paiporta, ValenciaMarian Moncho

Además del dolor, crece el enfado. Los vecinos sienten que han sido abandonados por las instituciones. «Aquí cada uno se salva como puede. A algunos les han llegado las ayudas, a otros no. El Consorcio de Compensación de Seguros ha pagado a algunos, pero a otros les han rechazado la indemnización sin una explicación clara», denuncia un afectado. «Nos hacen pasar por un laberinto de papeleo y al final ni siquiera sabemos si servirá de algo», comenta otra mujer, quien perdió dos coches en la riada.

El dolor se percibe en cada rincón. En las campas donde los coches inutilizados por la riada siguen acumulándose, el aire aún conserva el hedor penetrante de humedad y podredumbre, un olor que transporta inevitablemente a aquellos primeros días de caos y devastación. Un recuerdo olfativo imborrable, casi más fuerte que las imágenes.

Sensación de abandono

Más allá del trabajo de las administraciones, han sido entidades privadas las que han impulsado en parte los trabajos de recuperación. Según una vecina, las zonas públicas que han logrado ser rehabilitadas son obra de empresarios como Juan Roig, Ángel Gaitán o Amancio Ortega, cuyas aportaciones han permitido devolver algo de normalidad a los parques y jardines. Sin embargo, el desamparo institucional se siente en cada esquina: colegios aún cerrados, niños reubicados en otras localidades y, lo más sorprendente, vecinos que han tenido que invertir en medidas de seguridad por los continuos robos en viviendas y campas de automóviles. «Hemos tenido que poner puertas eléctricas en la entrada del parking que da acceso al edificio porque algunos se cuelan por ahí para robar. Es indignante», dice un residente, harto de la inseguridad.

100 días después de la dana en Paiporta, Valencia

Paiporta, Valencia, este miércolesMarian Moncho

Carteles relacionados con la dana, este miércoles, en Paiporta

Carteles relacionados con la dana, este miércoles, en PaiportaMarian Moncho

Los puntos de donación de alimentos que se habilitaron los primeros meses de la catástrofe han dejado de estar operativos. Sin embargo, un grupo de ciudadanos y empresas privadas han mantenido vivo el espíritu solidario. La Brigada de voluntarios de Paiporta sigue ofreciendo comida a los más necesitados gracias a las donaciones que reciben de particulares y compañías. Los alimentos y productos de primera necesidad son transportados por los militares hasta el Ayuntamiento, donde los voluntarios los recogen y los trasladan a los tres puntos de recogida que tienen distribuidos por la localidad. Aunque la afluencia ha disminuido, aún hay personas que dependen de esta ayuda para poder comer.

Paiporta era preciosa, y ahora caminas y solo hay barro seco, negocios y plantas bajas destrozadas. ¿Quién nos va a ayudar a reconstruir todo esto? ¿Los voluntarios?Un vecino de Paiporta

Pero lo más alarmante es la fractura emocional. La dana no solo destruyó casas, negocios y coches, sino que arrasó con la estabilidad mental de miles de personas. «Ver llover me da pánico. Cierro los ojos y vuelvo a ese día», dice una mujer que tuvo que ser rescatada de su casa. «Paiporta era preciosa, y ahora caminas y solo hay barro seco, negocios y plantas bajas destrozadas. ¿Quién nos va a ayudar a reconstruir todo esto? ¿Los voluntarios?», pregunta otro damnificado.

La reconstrucción física es necesaria, pero la psicológica es urgente. En Paiporta, el 29 de octubre sigue siendo un presente que no se va. Porque hay cicatrices que, aunque invisibles, pesan más que el cemento de los muros derribados.

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