La Batalla de Bicoca

La Batalla de Bicoca

La trinchera de la Historia

La Batalla de Bicoca

  • Descubre un nuevo capítulo de la serie veraniega de El Debate sobre grandes batallas históricas

  • 'La Trinchera de la Historia' ofrece bajo estas líneas una recreación sonora en podcast que puedes disfrutar mientras lees el artículo​

Carlos I, Rey de España y V emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, era nieto de los Reyes Católicos por vía materna y de Maximiliano I de Austria y María de Borgoña por la paterna. Semejante ascendencia explica la vastedad de los territorios y títulos que recibió de sus abuelos. Herencia que comprendía los estados de la Casa de Austria, los Países Bajos, el Franco Condado, Charolais, y los derechos sobre el ducado de Milán. En España, heredó Castilla, Navarra, Aragón, las posesiones americanas y africanas, Nápoles, Sicilia, el Rosellón y Cerdeña. Asimismo, en 1520, la ciudad de Aquisgrán acogió la coronación del nuevo emperador del Sacro Imperio.

En la península, esta proyección europea trajo al emperador algunos problemas. Molestos por las continuas ausencias de su rey, por la presencia de borgoñones en los puestos de gobierno y, en general, por la preferencia del Rey por los asuntos alemanes, los comuneros se alzaron en Castilla en la famosa revuelta, entre otros disturbios internos. Razón no les faltaba a los castellanos, pero ciertamente, eran muchos los asuntos exteriores que reclamaban al emperador en diversos puntos del mapa: los turcos en el Mediterráneo, los protestantes en Alemania y, cómo no, las guerras italianas, que enfrentaron a Carlos con los franceses en la Península Itálica.

Agotado, y dueño de un «imperio en el que no se ponía el sol», Carlos I de España y V de Alemania, abdica en su hijo y se retira al monasterio de Yuste donde terminó sus días dejando un extenso legado que Felipe II se encargaría de preservar y ampliar.

Las guerras italianas

La península itálica fue escenario de una serie de guerras libradas desde 1494 hasta 1559, conocidas como Guerras Italianas. En ellas se vieron implicadas las distintas potencias europeas del momento. Y es que, aunque se desencadenaron a raíz de las pretensiones francesas sobre el reino de Nápoles, Milán y Sicilia, no tardaron en arrastrar a otros contendientes, entre ellos, a España que por aquel entonces era dueña de los territorios napolitanos.

Los distintos intervalos bélicos dieron lugar a variadas alianzas y ligas en las que se vieron inmersos la Francia de los Valois y España, pero también el Papado, que trataba de preservar sus posesiones. No faltaría la participación del Sacro Imperio Romano Germánico, Inglaterra, el Imperio Otomano y demás reinos y ciudades italianas.

En el contexto de estas guerras destacaron sonadas batallas y sus correspondientes victorias españolas, como la de Pavía (1525), o la de San Quintín (1557); así como importantes personajes de la historia de España, como el Gran Capitán.

Tras décadas de contienda, se firmó la Paz de Cateau-Cambresis en 1559, con la firma de este tratado Francia, España e Inglaterra cerraron el conflicto y se repartieron distintos territorios disputados, no solo de Italia. Francia no salió especialmente beneficiada, y se vio obligada a renunciar a sus pretensiones sobre los estados italianos. No sucedió lo mismo para España que, por el contrario, acrecentó su prestigio y despuntó entre las demás potencias.

Miembro de la dinastía Valois-Angulema, Francisco I fue coronado rey de Francia en 1515. Su reinado discurrió en pleno auge renacentista. Las noticias que llegaban de Italia eran sumamente atractivas y más para un hombre de letras y de madre italiana como lo fue Francisco. Con todo, y aunque fomentó el Renacimiento francés, no pudo despreocuparse del plano militar, pues fueron muchas las rivalidades y conflictos a las que hubo de atender a lo largo de su reinado.

Su principal piedra en el camino hacia la hegemonía europea fue el emperador del Sacro Imperio, Carlos V. Las pretensiones de Francisco I en Italia, así como su obtención del Ducado de Milán tras una primera victoria frente a los suizos en la Batalla de Marignano pusieron en alerta al joven Carlos.

Las guerras italianas, que llevaban dos décadas en desarrollo, serán el marco de enfrentamiento entre Francisco I y Carlos V. Pese a aquella victoria inicial en Marignano, la suerte no siguió sonriendo al rey francés, que comenzó a acumular derrotas a manos españolas. Sin duda, la más terrible fue Pavía en 1525 para ensalzamiento del monarca español y verdadero infortunio para el francés, que fue llevado prisionero a Madrid, donde firmó un tratado en el que renunciaba a sus derechos sobre el Milanesado, Génova, Borgoña, Nápoles, Artois, Tournai y Flandes, que pasarían a manos españolas.

Obligado por el parlamento de su país a retractarse de lo firmado, Francisco I no desistió en su empeño por hacer caer a España en Italia y, con este fin, se alió con el Papado en la Liga de Cognac, de la que también formaron parte Venecia, Florencia y Milán, Liga que vería su fin con la Paz de las Damas de 1529.

Porque fue una bicoca

Francisco I había mostrado su interés por las tierras italianas y Carlos V se vio obligado a intervenir a fin de frenar su avance. Para ello, recurre al apoyo del Papa León X. Los hombres de ambos, liderados por Próspero Colonna y Fernando de Ávalos (marqués de Pescara) se unieron como una terrible amenaza para los franceses de Odet de Foix, vizconde de Lautrec. El 27 de abril de 1522 el enfrentamiento ya era inevitable; Bicoca, al norte de Milán, les esperaba.

Francia contó con el apoyo de la infantería suiza, al igual que en ocasiones previas como en la batalla de Novara o Marignano, lo que los posicionaba en superioridad numérica frente a sus enemigos. Los piqueros suizos jugaban un papel ofensivo determinante en el empuje de estas batallas, pero no lo suficiente en el caso de Bicoca. Los de Suiza avanzaron en dos columnas compactas dirigiéndose hacia las fuerzas españolas atrincheradas y bien provistas de artillería.

El uso efectivo de las armas de fuego por parte de los artilleros españoles logró frenar el avance de los suizos que terminaron por ponerse en desbandada cuando un grupo de infantes españoles los atacó por uno de sus flancos provocando la muerte de 3.000 hombres del bando suizo. Un combate final entre la caballería e infantería de ambos bandos terminó dando la victoria a los de Carlos V y el Papado.

Mala guerra

Desde finales del siglo XIV existió una mortífera rivalidad entre los cuerpos de infantería mercenaria suiza y alemana. Los primeros, conocidos como reisläufer, ostentaban la primera posición en el ranking de tropas de élite gracias a las victorias que habían cosechado durante la segunda mitad del siglo XV. Los segundos, cuyo nombre se españolizó como lansquenetes, fueron creados por el emperador Maximiliano de Austria para servir de contrapeso a los helvéticos, aunque la «copia» necesitó que Georg von Frundsberg, un noble militar germano, logró impregnarles de un espíritu que les hizo no sólo igualarse con los suizos, sino sobrepasarlos.

En Bicoca y en la batalla de Pavía, los lansquenetes dominaron el campo de batalla frente a los suizos, a los que se enfrentaban en lo que denominaban la «mala guerra», dónde no había posibilidad de rendirse al ser una lucha a muerte. Aunque el contratiempo que ambas naciones nunca toleraron fue la falta de dinero: no hay dinero, no hay mercenarios.

Créditos | La Batalla de Bicoca

En 1522 los ejércitos del Emperador Carlos V y del Rey Francisco I se enfrentaron en un pequeño villorrio cercano a Milán. Gracias a las órdenes de Próspero Colonna, las tropas imperiales se desplegaron en una posición defensiva con un frente muy estrecho, lo que hizo que la potencia de fuego de los arcabuceros españoles se concentrara en apenas 500 metros. A pesar de ello, los franceses y sus mercenarios suizos decidieron asaltar la posición directamente. El resultado fue una carnicería en la que casi la mitad del ejército de Francisco I pereció por la tormenta de plomo desencadenada por
los arcabuces imperiales.
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  • Dirección y locución: María Sánchez Martínez
  • Guion: Eduardo de Mesa
  • Producción y diseño sonoro: Carla Farrais
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