![Escenario del acto de presentación del documento 'Armada 2050'](https://imagenes.eldebate.com/files/image_16_9_desktop/files/fp/uploads/2024/12/05/6751c6466dd8d.r_d.1531-833-2083.jpeg)
Escenario del acto de presentación del documento 'Armada 2050'
Fuerzas Armadas Armada 2050: Entre las certidumbres y las incógnitas
Alguna vez he recordado a los lectores de El Debate la fábula del elefante y los seis sabios ciegos que tratan de definir al animal palpando cada uno una parte diferente de su cuerpo. Todas las experiencias táctiles —trompa o colmillo, lomo o rabo, oreja o pata— pueden ser ciertas pero, consideradas aisladamente, contribuyen muy poco a que quienes no lo hayan visto nunca entiendan lo que es el elefante.
Con la reacción en los medios al documento Armada 2050, presentado al público esta semana, parece haber ocurrido algo parecido. Hay quien, quizá palpando la inminente llegada del presidente Trump, destaca en titulares la «aspiración» —extraña palabra que no recuerdo que se pronunciara en la presentación— a desplegar en la región Asia-Pacífico. Otros prefieren —y no seré yo quien se lo reproche— interesarse por uno de los grandes temas del momento, la seguridad de los fondos marinos. No son pocos los que se dejan seducir por el brillo de las nuevas tecnologías —suena excitante lo de la nube de combate— mientras los más pragmáticos prefieren centrarse en la cuna donde, hijas de la industria nacional y la universidad, deben nacer las armas que nos darán ventaja en el mundo del futuro.
Si en lugar de los titulares de los medios nos fijamos en los comentarios de los lectores, nos encontramos con que, al lado de las inevitables dudas de un sector de la sociedad sobre el papel de España en el mundo y el de la Armada en España, aparecen notas de incredulidad —es cierto que nadie sabe lo que puede ocurrir dentro de 25 años— y hasta alguna velada acusación de marketing.
¿Quién tiene razón? Como en la fábula de los sabios ciegos, todos y ninguno. Yo, por supuesto, tampoco estoy en posesión de la verdad; pero, con el permiso del AJEMA, acepto encantado la invitación que me hace El Debate para que intente describir al animal. Después de todo, he dedicado los últimos 50 años de mi vida a observar a este veterano elefante, nacido hace casi ocho siglos pero todavía joven porque —y esa es la primera nota de cata que yo destacaría del documento recién publicado— todavía conserva la ilusión.
![La ministra de Defensa, Margarita Robles, y el jefe de Estado Mayor de la Armada (AJEMA), almirante general Antonio Piñeiro, presentan Armada 2050](https://imagenes.eldebate.com/files/vertical_composte_image/uploads/2024/12/04/6750b43771a41.jpeg)
La ministra de Defensa, Margarita Robles, y el jefe de Estado Mayor de la Armada (AJEMA), almirante general Antonio Piñeiro, presentan Armada 2050
Vocación de servicio
No hay ninguna novedad en que la Armada redacte un documento para definir su estrategia como institución. Hace 50 años, cuando todavía existía un ministerio de Marina, la Ley Orgánica de la Armada jugaba ese papel. Pero, como la propia palabra «estrategia» resulta hoy ambigua —en la prensa deportiva, la más leída de nuestro país, ha caído tan bajo que solo describe la manera de sacar una falta— conviene aclarar al lector que no estamos hablando de estrategia en el sentido que los militares solemos dar a esa palabra. La estrategia nacional corresponde al Gobierno que elegimos entre todos. En este terreno a la Armada —y disculpe el lector que plagie los inspiradores versos de Calderón que conocen todos los militares— no le corresponde pedir ni rehusar. Así pues, a la hora de decidir si conviene a España que nuestros buques desplieguen en el Indopacífico en un momento dado, el marino puede ofrecer consejo pero solo tiene un argumento contundente: su voto en las siguientes elecciones.
A lo que sí aspira la Armada, como cualquier otra gran empresa, es a alcanzar sus objetivos institucionales. ¿Cuáles son esos objetivos? Su expresión más sencilla podría ser la de darle al pueblo español los servicios que pueda necesitar, en o desde la mar. ¿Desde cualquier mar? Me sorprendería que la Patria de los marinos que, como Elcano o Urdaneta, desvelaron para la humanidad la totalidad del planeta se asustara ahora ante la lejanía de algunos teatros y dimitiera de sus responsabilidades como nación. ¿Es que los españoles no hemos mejorado desde el repliegue que provocó el desastre de 1898? ¿No hemos aprendido nada de los errores cometidos por la humanidad en el siglo XX? ¿De verdad queremos dejar que sean los Putin, Jamenei o Kim Jong-un de dentro de dos décadas los que construyan el mundo donde vivirán nuestros nietos?
Corresponde a todos los españoles responder a esa pregunta. Pero debieran hacerlo con la certeza de que, si ellos lo demandan —y quién sabe lo que pensarán nuestros compatriotas dentro de 25 años— la trompa de su elefante será suficientemente larga para alcanzar los lugares que, aunque el futuro sea impredecible, tienen más posibilidades de convertirse en los puntos calientes del planeta a mediados de este decepcionante siglo. Muchos de ellos, por cierto, serán escenarios marítimos: Mediterráneo, mar Rojo, Golfo Pérsico, Ártico, mar de China Meridional o estrecho de Taiwán.
Una fuerza decisiva
Hemos hablado de ilusión y de vocación de servicio. Para destacar una tercera nota de cata del documento Armada 2050 quizá haya que centrarse en el ángulo todavía peor comprendido por muchos españoles. Cuando una parte de la sociedad se ha acostumbrado a ver a sus Fuerzas Armadas en misiones de paz o de apoyo a las autoridades civiles en situaciones críticas —un papel que, desde luego, nos enorgullece— la Armada vuelve a hacer pública su vocación de ser una fuerza decisiva en combate.
![La ministra de Defensa, Margarita Robles, preside la presentación del documento "Visión Armada 2050", en el Cuartel General de la Armada](https://imagenes.eldebate.com/files/vertical_composte_image/uploads/2024/12/05/6751c980a3a7e.jpeg)
La ministra de Defensa, Margarita Robles, preside la presentación del documento «Visión Armada 2050», en el Cuartel General de la Armada
Después de muchos años de vacas flacas, la Armada cree —y no se equivoca— que necesita unos colmillos más afilados para estar en condiciones de defender a España en y desde la mar. Ahora y en el 2050. Y, aunque esté feo señalar, poca duda hay del alimento que nos hace falta para que crezcan esos colmillos: recursos suficientes y estables, una industria de defensa consolidada y, quizá el más importante a largo plazo, respaldo social e institucional. Cultura de defensa, en definitiva.
En línea con la historia
Todas las instituciones militares, y la Armada no es una excepción, se sostienen sobre cuatro pilares: los valores, la organización, la doctrina y la tecnología. Así continuará siendo en el futuro y así lo entiende la Armada, que hace descansar al elefante de nuestra fábula sobre las mismas cuatro patas que hicieron grandes a nuestros Tercios y a nuestras Escuadras de Galeras.
Como reconoció el propio AJEMA en la presentación, es comprensible que muchos de los que nos miran desde fuera puedan haberse sentido decepcionados porque en el documento no se haya puesto más énfasis en las nuevas tecnologías. Con la vista en el 2050, ¿no era el momento de definir el papel de los vehículos no tripulados, la energía dirigida o la inteligencia artificial?
![la fragata F-105 Cristóbal Colón](https://imagenes.eldebate.com/files/vertical_composte_image/uploads/2024/08/31/66d2ce447a7d8.jpeg)
La fragata F-105 Cristóbal Colón
Permita el lector que, para intentar contestar a esta crítica, le remita a una escena de la película de Ben Hur. Si la ha visto —si no es así, debería hacerlo— convierta mentalmente los cuatro pilares de que hemos hablado —valores, organización, doctrina y tecnología— en los cuatro magníficos caballos del jeque Ilderim. Para derrotar al malvado Mesala en la carrera que todos recordamos era preciso hacerles correr como uno solo, y no pueden hacerlo de cualquier manera. Los valores, como el infatigable Antares de la película, deben correr por dentro y hacer de ancla para que el carro no se descontrole. La tecnología, sin duda representada por Aldebarán, el caballo más veloz, corre por fuera pero no puede ganar sola la carrera. ¿Por qué? Porque las innegables ventajas que proporciona rara vez son duraderas. En carreras como la del proyectil y la coraza —o la del dron y los sistemas de guerra electrónica— casi nunca hay un ganador definitivo. Basta acercarse a los campos de batalla de Ucrania para comprobar cómo una contienda tecnológicamente avanzada en muchos aspectos puede parecerse tanto a las trincheras de la Gran Guerra.
Dicho esto, tienen razón los que piensan que 25 son muchos años. Sin embargo, pronto alcanzará esa cifra la fragata «Álvaro de Bazán», y ya ha superado los 40 el submarino «Galerna». En este negocio, es necesario tratar de arrojar luz sobre el futuro, por mucho que sepamos que en las próximas décadas cambiarán muchas de los elementos que necesitaremos para ser, en palabras textuales del documento, «decisivos y relevantes para la defensa de los intereses de España.»
![El almirante Juan Rodríguez Garat, con su libro "Tambores de guerra" en la redacción de El Debate](https://imagenes.eldebate.com/files/related_image/files/fp/uploads/2024/10/11/67094ebe1468b.r_d.910-261.jpeg)
Entrevista | Fuerzas Armadas
Almirante Garat: «Si España quiere estar lista para la guerra, tiene un camino importante por recorrer»
Demos, pues, por hecho que algunas de las tecnologías que hoy consideramos de vanguardia habrán fructificado en 2050 y otras no tanto. Adoptaremos probablemente nuevos criterios organizativos y de gestión. Sin embargo, habrá dos cosas que seguramente no habrán cambiado cuando llegue esa fecha: seguirá siendo el soldado el que haga la diferencia en el campo de batalla, y continuará siendo la cultura de defensa el talón de Aquiles de nuestra sociedad. Bien está, por ello, que el documento Armada 2050 tenga a la ciudadanía como su principal destinario. Solo hace falta que, más allá de los titulares redactados por unos y por otros, sepamos digerirlo.
Juan Rodríguez Garat
Almirante retirado
Fe de errores: Por error, una versión inicial de este artículo estaba firmada por Alonso Palacios, cuando el autor es el Almirante (R) Juan Rodríguez Garat