
José Manuel Sánchez Riera, exagente del CNI, durante su entrevista con El Debate
Habla el superviviente del atentado de Irak en 2003 José Manuel Sánchez Riera, exagente del CNI que sobrevivió al infierno: «Mis compañeros caídos están en el altar de los héroes de la patria»
José Manuel Sánchez Riera es, en esencia, un servidor de España, y casi se deja la vida por ello. Fue miembro del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) durante 22 años y podría decirse que sobrevivió al infierno. El 29 de noviembre de 2003, ocho agentes españoles se desplazaron en dos vehículos desde Bagdad hacia sus bases en Diwaniya y Nayaf, en el suroeste de Irak. En Latifiya, a unos 30 kilómetros de la capital, sufrieron un brutal ataque de la insurgencia. Solo sobrevivió José Manuel. Aquel día cambió para siempre su vida. Más de 20 años después del atentado ha relatado su terrible experiencia en un libro: «Tres días de noviembre» (Espasa), un honesto y dramático testimonio personal —y también, por qué no, histórico— de unos hechos que conmocionaron a España.
«No llevaríamos más de seis o siete kilómetros recorridos cuando, a la altura de un pueblo pequeño -Latifiya—, escuchamos a nuestra derecha el ruido de un potente motor de coche que aceleraba para incorporarse a la carretera y, antes de que pudiéramos darnos cuenta de nada, el sonido de disparos. Nuestros corazones saltaron por los aires, se salían del pecho y por un instante nos invadió una sensación de caos, de terror, de pánico (...)». «En un momento dado, volví la cabeza —lo hice solo una vez— y vi que un enorme sedán blanco, tipo americano de los años setenta u ochenta, se había colocado en el carril de la izquierda y trataba de alcanzarnos. Por las ventanillas de su lado derecho salían los cañones de dos armas largas, supuse que kalashnikov (...)». Estas palabras del libro reflejan la escalofriante emboscada que afrontaron los agentes españoles, y que en pocos minutos se convirtió en una pesadilla teñida de sangre. Una pesadilla que desde entonces marcó la vida de José Manuel.

Los 8 de Irak, los héroes del CNI que murieron en una emboscada en Irak el 29 de noviembre de 2003
El proceso de escritura de este libro ha sido un camino largo y exigente, resultado de un exhaustivo trabajo de siete meses, en los que José Manuel se dedicó a dar vueltas a sus ideas, a encajar todos los elementos y a asegurarse de que nada quedara fuera de lugar. Pero, ¿en qué momento surgió la idea de escribir el libro? ¿Cómo se decidió a dar el paso después de dos décadas? «Si hubiera intentado contar esa historia cinco, diez o incluso quince años atrás, no habría sido el mismo relato. La perspectiva del tiempo ha sido crucial. Con el paso del tiempo, me sentí capaz de estructurar y plasmar los hechos de manera coherente, cosa que en un momento anterior habría sido impensable», responde.
Sánchez Riera explica que el objetivo de su libro no es solo contar un relato de hechos, sino ofrecer una perspectiva profundamente humana. Destaca que lo sucedido en Irak ya no podía cambiarse, y añade: «es un relato que es mío. De inicio, no hay otra persona que pueda contarlo». Frente a eso, su aportación consistía en sumar su experiencia personal y vital. Asegura que su intención era compartir esa vivencia por si podía ser útil a alguien, aunque advierte que no se trata de un manual de autoayuda. Sí confía en que pueda servir al menos para lograr una mayor concienciación de la necesidad de pedir ayuda ante un trauma grave. «Que no hagan como hice yo». Tras el brutal atentado, y a medida que pasaba el tiempo, el shock postraumático se fue extendiendo inexorablemente por los vericuetos de la mente.En este sentido, el exagente subraya la importancia de las redes de apoyo: «tenemos una red social que es la familia, los amigos; y una red pública que es el sistema de salud que te atiende». Por desgracia, en su caso, aunque conocía el origen del trauma, no imaginaba cuál sería su duro recorrido…
Gracias a la fortaleza de su mujer
Sobre su familia, reconoce que fue su gran red de seguridad. Llegó un momento de su vida en el que se sintió fuera de su familia, no vinculado ni a ella ni a ninguna otra, y confiesa que no ha reflexionado demasiado sobre qué habría ocurrido si su mujer hubiera decidido separarse. «No me sentía parte de esa familia ni de ninguna», dijo. Recordó que en los momentos más oscuros de su vida, era «una persona plana», sin afectividad, y eso resultaba durísimo para su entorno familiar. Por ello, afirmó que debe todo a la fortaleza de su mujer: «yo estoy aquí por ella, no por mí».

José Manuel Sánchez Riera, en la Redacción de El Debate durante la entrevista
Respecto al legado que quiso transmitir a través de su libro, confiesa que no sabía si su experiencia llegaba a la sociedad española actual, pues los tiempos y los valores han cambiado. Lo que sí quiso dejar claro fue que sus compañeros «estaban haciendo un trabajo de servicio a su sociedad no reconocido». Recordó que al jurar bandera se promete dar «hasta la última gota de vuestra sangre», y añadió: «ellos lo hicieron». En su opinión, están en el «altar de los héroes de la patria», aunque reconoció que hoy «patria» es un concepto extraño. Quiso que el libro transmitiera que muchas personas trabajan cada día para garantizar la tranquilidad de la sociedad, y ese esfuerzo «no se percibe». También rindió homenaje a las familias, no solo a las de sus compañeros caídos, sino a todas aquellas que sostienen a trabajadores de cuerpos de seguridad o del CNI. «La exigencia no la tiene el trabajador, la tiene la familia», subrayó.
Tampoco vivamos en la mentira de que el mundo es un lugar seguro. El mundo es un lugar muy inseguro. Incluida EspañaExagente del Centro Nacional de Inteligencia
Cuando se le pregunta por cómo esta experiencia había cambiado su visión del trabajo de inteligencia, explica que ya tenía una visión previa del funcionamiento del CNI. Desvela que la misión en Irak no fue diseñada para el Centro, sino que fue una «colada del Ministerio de Defensa», que asignó la seguridad de las tropas al CNI por ser la autoridad nacional de contrainteligencia. «Dijeron: esto para vosotros». Actualmente, esa labor la desempeñan los equipos del Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (CIFAS).
Sobre la lucha contra el terrorismo, destacó su indudable eficacia y buen funcionamiento técnico: «a las pruebas me remito con ETA. Y también está funcionando con los movimientos yihadistas». Afirma que las fuerzas de seguridad están trabajando todos los días para prevenir atentados, y añadió: «tampoco vivamos en la mentira de que el mundo es un lugar seguro. El mundo es un lugar muy inseguro. Incluida España». Aclaró que el CNI no es un cuerpo policial, por lo que su función no es perseguir terroristas, sino «obtener mucha información para elaborar inteligencia». Lamentó que al centro se le atribuyan fallos de seguridad cuando no tiene competencias en actuaciones judiciales.
Se mostró optimista sobre la vigencia de los valores que defendían sus compañeros y él en Irak, aunque admitió que hay que explicarlos. «Si se lo explicas a las nuevas generaciones, si lo entienden, les cambia la visión del mundo», sostiene. Para ello, consideró clave implicar a la comunidad educativa y a las familias. Criticó que vivimos en una sociedad hedonista, donde «no nos vamos a implicar mucho en nada», pero insistió en que «sigue habiendo gente con espíritu de servicio». Aunque esos valores no estén hoy «en boca de todos», opinó que «todo es cíclico» y que hay que dar tiempo al tiempo.

José Manuel Sánchez Riera, exagente del CNI: «El uso de la violencia con un fin político no tiene justificación»
Preguntado sobre si volvería a Irak, contesta con un tajante «no». Sánchez Riera rememora un episodio ocurrido tras el atentado, cuando un hombre se le acercó en medio de la turba que lo estaba linchando, le dio un beso y se marchó. Aunque a veces se ha dicho que fue un clérigo, el exagente lo niega. Lo describió como alguien con una presencia especial, vestido y aseado de forma cuidada. «Ese individuo se acercó, me dio el beso y se fue. Yo diría que, en un porcentaje muy elevado, él fue mi salvación», afirmó. Atribuyó su supervivencia también en parte a las circunstancias del Irak de entonces, donde las comunidades estaban enfrentadas y nadie sabía a qué grupo pertenecía cada uno.
Quien justifica el terrorismo o no lo condena, como hacen algunos partidos, no es un elemento político válidoEx agente del CNI
En ese momento, confesó haber sentido la violencia ambiental. Tras el beso, «cambió la escena» y el ambiente se tornó «un poquito más tranquilo». Aclaró que el hombre no sabía quiénes eran ellos, solo se enteró de que había habido un ataque contra occidentales y se acercó, lo identificó como tal y se fue. Posteriormente, supieron que era familiar de una persona con la que habían tratado.
Un colgante de corazón
Volviendo al plano personal, destacó el papel crucial de su familia. Recordó cómo, tras el atentado, un iraquí le arrancó del cuello medio colgante en forma de corazón que compartía con su mujer. Nunca lo recuperó. Con los años, su hija se tatuó la figura completa del corazón roto, como símbolo de reconstrucción. Aseguró que con el tiempo comprendió que su bienestar dependía del de su familia, y que también era consciente de que ellos estaban bien si él estaba bien. «Esto es el círculo familiar, es el fundamento», sentenció. Insistió en que, más allá de la forma que tenga, la familia es el «soporte más cercano» y el que da fuerzas para afrontar el día a día.
En cuanto al mensaje general que quería trasladar con su libro, lo definió como «un homenaje a mucha gente». En primer lugar, a sus compañeros caídos en Irak, pero también a sus familias y a las familias de todas las personas con profesiones vocacionales y de servicio, como las del CNI. Pero, por encima de todo, el libro es «un homenaje a mi familia. Porque yo estoy aquí porque ellos estuvieron cuando yo no estaba». Admitió que en su caso hubo momentos en que no quería estar en ningún sitio, y su familia aguantó y le sostuvo.

José Manuel Sánchez Riera
Insistió en que su historia no es única, aunque sí lo haya sido en su desarrollo. «Tenemos muchas personas en España que han pasado no por las mismas circunstancias, pero sí por eventos traumáticos, que les han llevado al mismo camino que yo, y no pueden contarlo». Por eso, dijo que el libro debía servir también como altavoz para esas personas.
Finalmente, preguntado por su mensaje frente al terrorismo, fue rotundo: «el uso de la violencia con un fin político no tiene justificación en ningún momento». Aseguró que, desde su punto de vista, quien lo justifica o no lo condena, como en su opinión hacen algunos partidos políticos, «no es un elemento político válido». Rechazó cualquier intento de tergiversar o relativizar la historia, y defendió la claridad en la condena del terrorismo como una postura irrenunciable.