Mohamed VI, durante la ceremonia de inauguración de las obras de construcción de un complejo industrial
Defensa
Desde Tánger hasta La Güera
La lectura interesada marroquí puede confundir a la opinión pública, pero la resolución 2797 de Naciones Unidas sólo establece la posibilidad de negociar
El pasado 31 de octubre, el rey Mohammed VI se dirigía al pueblo marroquí empezando su discurso con una cita del Corán: «En verdad os hemos concedido una clara victoria». El mensaje real se centró en destacar como un éxito histórico que la resolución de NNUU sobre la renovación del mandato de la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO) recogiera la idea de la autonomía del Sáhara como posible solución a un conflicto que sigue marcando la agenda de la región, militar, política y diplomáticamente.
50 años después del órdago estratégico que fue la Marcha Verde, Marruecos consigue que no sólo el referéndum de autodeterminación, pero también la negociación de su propuesta de una amplia autonomía para el Sáhara Occidental sean consideradas oficialmente como vías de solución al conflicto que se inició con la retirada de España, que estaba sometida a la doble presión de la guerrilla del Frente para la liberación del Sáhara y Río de Oro (Frente Polisario) y de Marruecos, en un momento histórico de máxima vulnerabilidad de nuestra nación en los albores de un cambio de régimen político, y en un escenario global de plena Guerra Fría.
El camino hasta la situación actual ha sido largo, costoso en vidas y en recursos económicos para nuestro vecino; inmediatamente después de la «Operación Golondrina», de la retirada de las Fuerzas Armadas españolas, se proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). El Frente Polisario, armado por Argelia y conocedor del terreno, sometió a las Fuerzas Armadas Reales a un hostigamiento continuo, infligiéndole severas derrotas en los años 80. El vacío en el control del territorio, tras la retirada de Mauritania del sur de nuestra antigua provincia, permitió al Frente Polisario continuar las acciones contra España, que inició, ya antes de la retirada, con atentados y secuestros de militares españoles, abordando pesqueros canarios y secuestrando a sus tripulaciones.
Manifestación del Frente Polisario en agosto de 1975
El esfuerzo marroquí no solo se centró en la lucha contra el Frente Polisario, pero también en la repoblación de las zonas bajo su control, desplazando ciudadanos marroquíes hacia el territorio saharaui, buscando desequilibrar el censo que la administración española había realizado para preparar el referéndum ordenado por Naciones Unidas, y llamando a la defección a los líderes saharauis ofreciéndoles una vida sin problemas en el seno de la administración marroquí.
La guerra contra el Frente Polisario fue inclinándose lentamente hacia las Fuerzas Armadas Reales; una táctica de avance a base de la construcción de muros sucesivos permitió el control de las zonas útiles del territorio, negando la movilidad a las fuerzas enemigas. Las Fuerzas Armadas Reales alcanzaron todos sus objetivos con éxito, obligando al Frente Polisario a aceptar un alto el fuego en el año 1991, creándose la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental.
Simultáneamente, a la acción militar y a la política interior sobre la población, se desplegó un importante esfuerzo diplomático; así, desde el principio de la crisis, Marruecos contó con el apoyo tácito de Francia y de los Estados Unidos, si bien ambos por motivos diferentes; pero se partía del rechazo de gran parte de los países africanos hacia la postura marroquí y de la aceptación general por la Comunidad Internacional de las disposiciones de NNUU sobre la realización de un referéndum de autodeterminación. La gestión paciente y constante de la diplomacia marroquí fue consiguiendo pequeños logros, ganando inicialmente el apoyo de países menores en el continente africano, manteniendo firmemente, como hecho probado, la marroquinidad del Sáhara en todos los foros internacionales. Sólo el ingreso de la RASD en la Unión Africana en el año 1982 supuso un revés a la política exterior del reino, provocando su retirada de esta organización, a la que regresó en el año 2017. Actualmente, el reconocimiento de la RASD es decreciente. Ningún país europeo reconoce esta República sin territorio.
Plan de autonomía
La iniciativa diplomática del Reino dio un paso adelante ante Naciones Unidas en 2007 al presentar un plan de autonomía que consiste, básicamente, en una descentralización administrativa próxima al modelo autonómico español. Francia en el año 2024 fue el primer país en considerar positivamente esta iniciativa lo que, teniendo en cuenta la influencia que tiene ese país sobre las élites marroquíes, fue un espaldarazo de primer orden a la idea. De hecho, Francia considera el plan como la única base para la resolución del conflicto.
La resolución 2797 de Naciones Unidas no reconoce la soberanía, ni impone la autonomía, sino que la considera como una solución viable, siempre en el marco de una negociación, y mantiene el referéndum
Antes de este apoyo francés, el presidente Trump en su primer mandato reconoció oficiosamente la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara a cambio del reconocimiento marroquí del Estado de Israel y al restablecimiento de relaciones diplomáticas con este país, en el marco de los acuerdos de Abraham. Trump afirmaba: «Hoy he firmado una proclamación reconociendo la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, la propuesta de autonomía seria, creíble y realista es la única base para la solución justa y duradera, para la paz perdurable y prosperidad».
En ese momento España, en la voz de la ministra de Asuntos Exteriores, mantenía la postura de respetar las resoluciones de Naciones Unidas, como se venía haciendo desde el inicio de la crisis. La posición de la izquierda española, favorable al Frente Polisario, y de algunos nostálgicos del territorio, junto con la extraña aparición en España de Brahim Ghali, presidente de la República Árabe Saharaui Democrática, dieron lugar a una crisis diplomática de primer orden. Crisis que fue seguida de una demostración de fuerza sobre Ceuta al provocar Marruecos la invasión temporal de la ciudad con miles de ciudadanos de ese país. La respuesta gubernamental española fue la destitución de la ministra y la aceptación de la iniciativa marroquí a través de una extraña carta del presidente del Gobierno al rey Mohamed VI. A esta violenta agresión marroquí, quizás puedan sumarse también las acciones de espionaje con el sistema israelí Pegasus sobre los teléfonos móviles del presidente y de varios miembros del Gobierno de España.
Foto de archivo de Brahim Ghali
En su discurso del 31 de octubre de este año Mohamed VI, agradecía a Estados Unidos, Francia, al Reino Unido y a España su apoyo, lo hacía especialmente a Francia y a Estados Unidos y daba por lograda la unidad del territorio marroquí; sin embargo, la resolución 2797 de Naciones Unidas no reconoce la soberanía, ni impone la autonomía, sino que la considera como una solución viable, siempre en el marco de una negociación, y mantiene el referéndum. La lectura interesada marroquí puede confundir a la opinión pública, pero la resolución 2797 de Naciones Unidas sólo establece la posibilidad de negociar. El señor De Mistura, representante del secretario general de NNUU, debe poner en marcha un proceso de negociación entre las partes. Marruecos deberá seguir manteniendo un costoso despliegue militar en el Sáhara Occidental y continuará con el proceso de marroquinización de la población de ese territorio, que, entre otras cosas, pasa por eliminar los rastros de lo español del área.
En 50 años, Marruecos ha conseguido que un plan de autonomía presentado hace 18 años, discutido y no aceptado por la RASD anteriormente, se introduzca en una resolución de prórroga de una misión de observación de Naciones Unidas encargada de llevar a cabo un referéndum imposible. El tiempo va consolidando la posición marroquí, la tenacidad en defender su postura, sin modificación de su posición desde noviembre de 1975, es parte de las claves de una victoria pírrica aún no refrendada por la mayoría de la comunidad internacional, y menos por los saharauis refugiados en Tinduf, por esa República Árabe Saharaui Democrática, que tampoco ha cambiado su reivindicación perpetuando el malvivir de los saharauis en los campos de refugiados del desierto argelino.
El alineamiento con Marruecos de nuestro presidente del Gobierno no parece haber tenido como consecuencia ningún cambio en las posiciones marroquíes sobre Ceuta y Melilla
Por otra parte, el cambio extemporáneo de la postura española rompió el equilibrio de España con Marruecos y Argelia, y nos privó de un amigo poderoso militarmente; energéticamente rico; y aliado en la lucha contra la inmigración. Hoy, el gas argelino es más caro; las relaciones comerciales con esta potencia se han deteriorado; y la vía de inmigración ilegal desde las costas argelinas se ha activado peligrosamente. El alineamiento con Marruecos de nuestro presidente del Gobierno no parece haber tenido como consecuencia ningún cambio en las posiciones marroquíes sobre Ceuta y Melilla, ni sobre los tráficos ilegales de personas o drogas, que se incrementan cuando nuestro vecino del sur considera necesario presionar a nuestro gobierno. Eso sí, el fervor por la causa saharaui en España ha decrecido, llevando la pasión de muchos, en un lance casi taurino, de la bandera saharaui a la bandera palestina.
Mohamed VI, en su discurso del día 31, afirmaba que ya nadie iba a poner en duda la unidad del territorio marroquí desde Tánger hasta La Güera, y declaraba el día 31 de octubre como fiesta de la Unidad Nacional, fiesta que se une a la de la Marcha Verde, de su padre, y a la de la revolución del Rey y el Pueblo, de su abuelo; tres reyes, tres fiestas orientadas a exaltar el fervor patriótico del pueblo marroquí y consolidar la monarquía, en las tres, de una manera u otra, España está presente. Esperemos que el marco territorial desde Tánger hasta La Güera del discurso del monarca no incluya las ciudades españolas de Ceuta y Melilla.
- Juan Bautista Sanchez Gamboa es general de Brigada del Ejército de Tierra (R) y analista del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV)