Cartel de circo

Cartel de circoLa Voz

¿Realmente hubo un circo junto a la Mezquita-Catedral?

El edificio fue posteriormente mercado y del mismo sólo se conserva una puerta

La respuesta es sí, lo hubo. No se trató de algo efímero que no dejase huella en el urbanismo, sino que fue un edificio construido ‘ex profeso’, por uno de los arquitectos de postín en la época, y efectivamente estuvo a poco más de 100 metros de la Mezquita-Catedral, al final de la calle Martínez Rücker, junto a la plaza de Abades.
Surgió en las décadas finales del siglo XIX, cuando llegaron al continente las noticias del nuevo espectáculo nacido en los Estados Unidos, que daba una vuelta de tuerca más a lo que ya se conocía fundamentalmente en la Europa Central. El circo era para todos los públicos y hubo un momento en el que no había ciudad que se privara de ofrecerlo a sus vecinos.
Cartel de cico

Cartel de circoLa Voz

Esta moda por el circo no es nada diferente de las que cíclicamente aparecen y para ello se construyen edificios y recintos para albergar estos espectáculos. Por ejemplo, en los años 30 y 40 se puso de moda el juego de la pelota y Córdoba contó con frontones en Reyes Católicos y en Duque de Hornachuelos, en lo que luego fue el Palacio del Cine. Poco después el casco urbano se plagó de cines y a día de hoy no queda ninguno abierto, y sólo los de verano se mantienen en la ciudad intramuros.
Lo mismo ocurrió con el circo: llegó, triunfó y desapareció. Mientras, al otro lado del Atlántico se convertía este espectáculo en una sofisticada maquinaria empresarial, con los Barnum, los Ringling y los Bailey que acaparaban el negocio, aquí, en España todo se hacía de un modo más modesto.
Domador de lobos

Domador de lobosLa Voz

Un sevillano, antiguo domador de circo, llamado Rafael Díaz, era uno de los pocos empresarios que se dedicaban a la actividad circense en la península, con independencia de las compañías alemanas, austriacas, italianas y portuguesas que venían de vez en cuando. Ante la falta de edificios ‘ad hoc’ llegaban con su carpa y la instalaba donde le dejaban, en la plaza de toros de los Tejares, el Paseo de la Victoria o en alguno de los solares de la calle Gondomar o de la avenida del Gran Capitán, que comenzaba a poblarse en esas fechas. Algunos, sin carpa, se titulaban «Teatro Circo de Verano».
En 1871 estuvo en Córdoba la compañía de irlandés Thomas Price, un ‘clown’ y ‘écuyer’ en el coso taurino y este empresario, que acabó montando circo estable en Madrid, primero en Recoletos y luego en la plaza del Rey, sí le hacía sombra a Rafael Díaz, que se contentaba con otros espacios para su espectáculo, como el solar resultado tras el derribo del convento de San Pablo, en pleno centro de la ciudad y frente al Ayuntamiento, conocido como el Galápago.

El convento de Santa Clara

La revolución de 1869 tuvo de propina en Córdoba la desamortización de cuatro conventos. El de Santa Clara fue uno de ellos, que en agosto de 1872 fue subastado y adquirido por un médico, llamado Mariano Vázquez, autor de un manual para comadronas y parteras, e introductor en Córdoba de algo tan revolucionario en su momento y tan común en la actualidad como fue la higiene en los quirófanos con el denominado método Lister.
Vázquez se mudó con su familia a la parte del convento que mejor se conservaba, la recayente a la calle Rey Heredia, y le dio otros usos al resto de la parcela, que llegaba hasta la plaza de Abades. El circo estaba en su momento de máxima efervescencia y pensó en construir uno a lo grande entre las calles Portería de Santa Clara y Osio.
Plaza de Abades

Plaza de AbadesJC

El proyecto se lo encargó a Amadeo Rodríguez, salmantino y masón, autor de la plaza de toros de los Tejares, del Gran Teatro y del Hotel Suizo, entre otras obras. El edificio, construido en una parcela de 881 metros cuadrados, tenía una capacidad para 1.500 espectadores -el Gran Teatro tiene en la actualidad 994 localidades-, repartidos en sillas de pista, palcos y gradas. Además, contaba con cafetería, vestuarios, cuadras y «habitaciones para vivir».
La inauguración del circo fue el 30 de abril de 1873, curiosamente un par de semanas después de que se alzara por primera vez en la historia el telón del Gran Teatro. Mariano Vázquez contrató a Rafael Díaz quien, a su vez, trajo a dos familias centroeuropeas que hacían de todo en la pista: los Kennebel y los Gaertner. El aforo se llenó por completo y unas de las críticas, recogida en un semanario de la época, decía: «Figuraos una serie de ejercicios imposibles, gimnásticos y ecuestres; rodeadlos de los atractivos que le prestan las figuras interesantes, los modales distinguidos, las posiciones sorprendentes, los trajes lujosos, los caballos de gran precio, los accesorios y detalles más elegantes y podréis formaros una idea aproximada de los artistas contratados por el señor Díaz».

De circo a mercado

El éxito de la apertura del circo, que unas veces se anunciaba como Circo de Santa Clara y otras como el Circo de la plaza de Abades, hizo que se programaran espectáculos a partir de ese momento, incluyendo también zarzuelas y bailes, pero cinco años más tarde, en 1878, Mariano Vázquez decide dar un giro a su negocio y adaptar el edificio a mercado, manteniendo su forma circular. De esta forma se mejoraban las condiciones y se acababa con el espectáculo que cada mañana se daba en las calles Judería, Manríquez y Deanes, donde las vendedoras de verduras ponían su mercancía en el suelo, lo que dificultaba el paso por esas calles tan estrechas.
La historiadora María Yllescas ha localizado en el Registro de la Propiedad la descripción del mercado, inaugurado tras una reforma el 7 de septiembre de 1881, aunque en funcionamiento desde el 20 de febrero de 1878, con «un patio con pozo y retretes; rampa empinada con poyos para colocar puestos secundarios, cuerpo de mercado propiamente dicho que consiste en una nave poligonal con armadura a dos aguas que se apoya exteriormente sobre los muros de fachada y medianeros, y un cuchillo que matando los ángulos vienen a formar un polígono de nueve lados y se apoya interiormente dicha armadura en un intercolumnio de estilo árabe formado por 20 arcos y columnas que constituyen un polígono de 20 lados, dejando un patio central al descubierto; en esta gran nave de galería hay un poyo corrido para la colocación y distribución de puestos». La forma poligonal es deudora de su anterior uso como circo.
Puerta del antiguo circo

Puerta del antiguo circoJC

Contó con puestos cerrados, unos disponía de horno y otros de mostrador de mármol para la venta de pescados. El más curioso de los puestos era el número 1, consistente en «una agencia de sirvientes de ambos sexos, amas de cría y toda clase de negocios análogos, a cargo de una persona competente y debidamente autorizada. Los precios de esta agencia son convencionales y siempre muy arreglados», como se anunciaba en la prensa.
Todo marchaba viento en popa en el mercado cuando su fin llegó de golpe y porrazo. El 30 de junio de 1889 se desplomó una gran parte del mismo cuando el recinto se encontraba cerrado, por lo que no hubo víctimas personales. Mariano Vázquez, su promotor, había fallecido unos años antes, en 1883, y sus herederos dieron por finalizado el negocio.
Antigua puerta del circo de Santa Clara

Antigua puerta del circo de Santa ClaraJC

En 1889 salía a subasta el edificio, por importe de 6.520 pesetas, a la vez que el Ayuntamiento acometía de forma subsidiaria el derribo del inmueble debido a su estado. Así pasó a la historia el circo de Santa Clara y el mercado que vino después. Olvidado de la memoria de los cordobeses hoy queda el gran arco que tuvo de acceso cerrado con cancela, así como las curiosas almenas que coronaban el recinto y que son visibles de la plaza de abades, sobre la ermita. Su interior se ha dividido varias veces con el paso de tiempo y una parte del mismo está recién restaurada, con la incorporación de la capilla de la plaza de Abades en un establecimiento de apartamentos denominado La Ermita Suites.
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