Una formación de alumnos en el patio de los Eucaliptos del Colegio Salesianos

Una formación de alumnos en el patio de los Eucaliptos del Colegio Salesianos (1950)

El Colegio Salesiano, casa del deporte

Este grupo de profesores tuvo la feliz idea de organizar una carrera popular, dentro de las fiestas de mayo de María Auxiliadora, en un lejano 1982

El Padre Salesiano don José Díaz Cotán, en su libro 'La familia salesiana en Córdoba', nos cuenta que los salesianos llegaron a Córdoba en noviembre de 1901, cuando fundaron su colegio en la calle Mayor de San Lorenzo, posteriormente llamada María Auxiliadora.
Se construyó sobre un solar extensísimo, con agua abundante, en el límite entre la ciudad y lo que entonces era campo. Aparte del edificio del colegio en sí, contaba con una fértil huerta, habitaciones para la Comunidad Salesiana, así como amplias extensiones de patios para el recreo y divertimento de alumnos y chiquillos del barrio en general. Desde sus humildes comienzos, el colegio fue poco a poco ampliando sus instalaciones, cambiando progresivamente su fisonomía.
Los grandes promotores de esta feliz llegada de los salesianos a Córdoba fueron el entonces párroco de San Lorenzo, don Mariano Amaya Castellanos, don Francisco Romero Bolloqui, presbítero que facilitó 30.000 pesetas (la mitad para comprar la casa y la otra mitad para las primeras obras), y el salesiano don Felipe Mª Rinaldi, cabeza de una comunidad dispuesta a asentarse en un barrio como el de San Lorenzo que tanto les necesitaba.

El patio de los Eucaliptos

El patio más emblemático del colegio a mediados del XX fue, sin duda, el conocido popularmente como patio de los Eucaliptos, que daba a la calle Mayor de San Lorenzo. Recibía este nombre por siete gruesos y frondosos eucaliptos que ya estaban sembrados de forma paralela a la tapia de la calle.
Dentro del libro citado, don José Díaz Cotán destaca sobremanera la gran labor del «Oratorio Diario Veraniego Salesiano» impulsada por don José María Izquierdo Pérez entre 1954 y 1964. Este sencillo cura (cuyo manjar preferido era «un buen trozo de pan con morcilla de Espejo») conseguía todos los días el «milagro» de que, durante la catequesis y a la pastoral del «Oratorio», se celebrasen más de ochenta partidos de fútbol, que se repartían por los distintos campos de fútbol que había entonces en el colegio. Aquellos campeonatos implicaban una organización y coordinación tal que sólo los matemáticos de altura (como era, por cierto, don José María Izquierdo) podían ensamblar. Y además en unos tiempos donde no es que hubiera muchas instalaciones acondicionadas para poder realizar deporte en condiciones.
El «Oratorio» estaba destinado a la gente joven de entre 14 y 16 años, a la que se impartían algunas lecciones de catequesis, fundamentalmente con referencia a conocimientos de la Santa Biblia, por una serie de voluntarios previamente escogidos. Muchas de aquellas charlas tenían lugar en el citado patio de los Eucaliptos.
Y después de este rato de meditación y conversaciones compartidas... venía el fútbol.
En aquellas larguísimas tardes de verano acudían al colegio cientos y cientos de aficionados, a los que no les importaba venir desde barrios tan lejanos como «El Cerro» del Campo de la Verdad, para ver a los chavales de su barrio jugar y, a poder ser, ganar, en aquellos partidos finales que se desarrollaban diariamente entre los principales equipos. Antes de estos partidos tenían lugar varias docenas de partidos entre equipos más humildes, formados por amigos, muchos de ellos de la misma calle, que luchaban con todas sus fuerzas para clasificarse para los partidos finales. Allí había ilusión y posibilidades para que todos pudieran disfrutar del deporte tratando de obtener la mejor clasificación. Luego, la disputa entre los equipos mayores se jugaba ya por la tarde, con el campo atestado de aficionados que venían de toda Córdoba.
Un ejemplo de esta ilusión por el fútbol eran los vecinos de la «Redonda», como se llamaba antes a la Ronda de la Manca, una calle, o más bien un camino rural, lindante con la huerta de los salesianos. Con su equipo «El Andaluz» el afán de querer competir y disputar de aquellos humildes muchachos, después de su dura jornada de trabajo, era digno de encomio. Además, la mayoría colaboraba como voluntario para que el «Oratorio» se desarrollase sin trifulcas ni enfrentamientos, ya que allí no había ni árbitros colegiados ni municipales de orden. Por eso es justo recordar a «El Zurdo», «El Lucas«, «El Liz», “El Bancalero», «El Cali», «El Negro» Quesada, "El Chato Tejero», Antonio el hijo de Catalina, «El Canijo» ...
Don José María falleció en el colegio salesiano de Linares en 1984, a la temprana edad de 62 años, habiendo dedicado sus mejores años al «Oratorio» de Córdoba. Nunca olvidaré que, con motivo del vuelo de Yuri Gagarin por el espacio en el mes de abril de 1961, la prensa oficial del partido comunista de la URSS llegó a publicar, desafiante: «Gagarin voló al espacio, pero no vio a Dios allí arriba». Y este simple cura, nacido en Villafranca de Córdoba, contestó como sólo los grandes teólogos de la Escolástica podían hacer: «Para ver a Dios el hombre tiene que montarse en la cápsula de la humildad y acelerarse a la velocidad de la luz».

Llega el baloncesto

Con la marcha de don José María Izquierdo, y la centralización del Colegio entornos a unos nuevos pabellones más modernos, el patio de los Eucaliptos, quedó para el uso de los antiguos alumnos y el centro Juvenil Dosa, que teniendo de consiliario a don Carlos Domínguez y de coordinador de deportes a Pedro Navarro, convirtieron el patio en una pista de cemento para la práctica de Baloncesto, Balonmano, Balonvolea y Tenis, a donde acudían gente joven de toda Córdoba. Aquello resultó un éxito total.
Pero a finales de los sesenta, el Colegio vendió por setenta millones de pesetas la parte más antigua del Colegio, (donde quedaba el patio de los eucaliptos). a la empresa Construcciones San Martín, aquello fue una operación mal gestionada por don Manuel Pérez Doñas, pues los salesianos gastaron más dineros en remodelar el interior de su Colegio, que lo que le habían recibido por la venta.
Eran tiempos convulsos, incluso en el seno de la Iglesia. Parecía que los mejores tiempos ya habían pasado…
…pero llegó don Francisco Marín Valiente, «El Dire» como se le conocía de forma entrañable, designado director de la recién creada EGB, que venía a continuar el espíritu de las antiguas «escuelas populares» de «los de balde». Este salesiano tenía una capacidad fuera de serie para organizar todo tipo de eventos que implicaran a los jóvenes, desde los puramente colegiales, hasta iniciativas que reflejaban su amor por la cultura como el Cine-Cub, con sus películas de los viernes en el cine del colegio. Con su apoyo siempre cercano, unos profesores del colegio, el recordado «Kiko» Pastor, acompañado por Rafael Cano y José Luis Gallardo, llevarían al deporte salesiano a una dimensión jamás imaginada. El nuevo patio, llamado Campo Verde por el color de su pista deportiva, era testigo de riadas de jóvenes practicando deporte todos los días, incluidos fines de semana, desde que acababan las clases de la tarde hasta bien entrada la noche. Todo ello organizado bajo el ideario salesiano de ver sus patios repletos de niños, primando valores como la amistad, el compromiso, el sacrificio y la diversión sana. Dentro de los deportes, el baloncesto fue el estandarte, capitaneado por el añorado Alfonso Guerrero, »El Gordo". De allí saldrían jugadores punteros como Jesús Lázaro, entrenadores como Abilio Antolín, Rafa Sanz o Rafa Gomáriz, y árbitros como nuestro actual olímpico, muchos años ya en la élite de la ACB, Antonio Conde Ruiz.

La Carrera Popular

Pero es que, además, este grupo de profesores tuvo la feliz idea de organizar una carrera popular, dentro de las fiestas de mayo de María Auxiliadora, en un lejano 1982. Entonces esto era toda una novedad. En mayo de 2023, ya son otros los organizadores, por desgracia muchos de los pioneros ya no están con nosotros, pero igualmente se ha celebrado la cuadragésima primera edición de esta carrera de María Auxiliadora. La distancia ha sido de 9.000 metros, con entrada y salida en la calle Domingo Savio en la puerta del colegio. Luego, para los distintos participantes, según edad y categoría, los recorridos han sido más cercanos al barrio de San Lorenzo.
Sus vencedoras en categoría femenina han sido Marta Rueda, Sara Galisteo y Virtudes Corpas, y en la masculina han vencido Raúl Parrado, Javier Moret y Gillén Sánchez. Pero, con todo el respeto a estos grandes atletas, para la mayoría lo de menos es la noticia de quién haya podido ganar. Lo importante es que hemos podido ver a varios centenares de jóvenes de Córdoba, e incluso de la provincia, que con su traje y dorsal de atleta han querido correr por el placer de disfrutar del deporte.
Desde algún lugar privilegiado, don José María Izquierdo, don Francisco Marín y «Kiko» Pastor habrán sonreído satisfechos. Y ya estarán pensando qué nuevas actividades organizar.
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