José María García y algunas de sus expresiones más populares

José María García y algunas de sus expresiones más popularesPaula Andrade

Ojo al dato (y otras cosas)

Nunca ha sido buena señal que un periodista tuviese carta blanca para infundir miedo o desprecio a los que se convertían en objeto de sus comentarios

El maestro Alfonso Ussía ha escrito un artículo genial donde habla de José María García y el estadio Santiago Bernabéu. En todo el texto viene a decir que este periodista, que revolucionó la radio deportiva de los años 80 y 90 del pasado siglo, se ha empeñado en su megalomanía de querer quitar de su emplazamiento al templo madridista, cuya sala de trofeos es de los lugares más visitados de capital del España. Dice el articulista en otras palabras que todo se deberá a ese egocentrismo que ya, en situación de olvido, suelen sufrir todos aquellos que en algún momento han creído ser el ombligo del mundo. Si Santiago Bernabéu hubiera escuchado esas palabras de José María García le hubiera llamado de idiota para arriba, o imbécil para abajo, indicándole que se fuera con el micrófono a otro corral. Sobra decir que además nunca hubiese comprendido que la cadena COPE permitiera tal argumento en sus antenas.
Son innumerables los insultos entrecomillados que este periodista ha soltado habitualmente durante su «carrera deportiva» y publicados en los medios informativos, un rasgo que precisamente le caracterizaba o distinguía. Aún así, siempre fue listo y sabía con quien gastarse los cuartos, con el regocijo en ser machacón en el mismo insulto programa tras programa.
Dice Alfonso Ussía que era popular, pues le escuchaba mucha gente. Y yo añado que entre esos oyentes tenía que haber un gran grupo de gente amargada y tal vez envenenada por el odio, la envidia o la venganza, que al escucharlo rajar de determinados deportistas o personajes disfrutaban, sirviéndoles esto de terapia y consuelo. Esto a su vez generaba más audiencia.
En cambio, fue un algo pelotas como periodista por ejemplo con Pacho Maturana, con frases durante los partidos del Atlético de Madrid tan hipócritas como: «…el equipo va perdiendo pero se le ve sistema».

El repertorio

Lo más recordado por la prensa son sus descalificaciones como: «bulto sospechoso», como crítica al árbitro del partido; «chupóptero», adjudicado a la persona que se aprovechaba de otras; «correveidile», que traía y llevaba chismes; «del tres al cuarto», para menospreciar a un tercero; «hay división de opiniones», hablando de la duda sobre si maldecir a la madre o al padre del árbitro; «estómago agradecido» o «lametraserillos», insultos para los que él consideraba pelotas; «maestro del buen comer y catedrático del buen beber», reservado para la gente que catalogaba como presta a comer a cambio de cualquier cosa; «inepto», al hablar de las incapacidades de alguien… O «maricón el último», frase con la sentenciaba que todos eran culpables. Además, también eran recogidas por la prensa ciertas expresiones relacionadas con personas del mundo del deporte, tales como «Don pedrusco», mote dedicado a José Luis Roca, presidente de la Federación Española de Fútbol, o «mancebo», la forma despectiva de llamar a Lorenzo Sanz por su segundo apellido.
Hay que decir que por alguno de estos insultos llegó a ser condenado a pagar multas e incluso a ingresar en la cárcel, pero acabó librándose de todo aquello. «Ojo al dato», como diría él, la frase con la que iniciaba todos los días su programa.

Emilio Butragueño

Un deportista destacado que también sufrió sus mofas fue Emilio Butragueño. Los aficionados del fútbol, y en especial los seguidores del Real Madrid, recordarán las tardes de partido que escenificó en el estadio Santiago Bernabéu el delantero blanco, quien dejó un claro estilo de juego y de donde supo retirarse a tiempo. José María García intentó hacerle la vida imposible burlándose de él cuando conectaba con Jorge Valdano (el entrenador del equipo de entonces) para preguntarle si se había decidido a jugar con uno menos. «Ni una mala palabra, ni una buena acción», formaba parte de las dedicatorias del periodista al delantero, con aparente elogio en la primera mitad de la frase, para luego rematar en la segunda. García hacía pagar con sus críticas y burlas a todos los que no toleraban su dictadura y no cabe duda de que esto tuvo que ser muy doloroso para este jugador que es modelo por su calidad humana para otros muchos deportistas, tanto en el campo como fuera de él.
Aún hoy, cuando el reconocido ex-jugador es un señor y digno representante institucional del Real Madrid, equipo del que forma parte de su historia, el simpático «butanito» viene a pedir nada más y nada menos que quiten el Estadio Bernabéu de su actual emplazamiento.
Y es ahora también, cuando quizás un José María García ya con la edad un tanto pasada recordará lo que hizo sufrir a Don Pedro Escartín, cuando para reírse de él y de sus comentarios deportivos en su columna del «Diario Pueblo», le llamaba «Pedro Futbolines», alusión irrespetuosa a su edad. Ni siquiera tuvo la sensibilidad humana de reconocer que un hijo de «Pedro Futbolines», el cirujano Pedro Escartin Marín, le hizo una intervención que le salvó la vida.
Estableciendo comparaciones, José María García (por lo que se sabe) solo jugó al futbol sala, y entre otras cosas porque el balón era de su propiedad. En cambio, Don Pedro Escartín Morán fue árbitro internacional desde 1928 a 1948, entrenador y seleccionador nacional en 1952 y 1961, jugador de la Real Sociedad Gimnástica Española, además de autor de varios libros importantes sobre el fútbol, periodista del Heraldo de Madrid, El Alcázar, Pueblo, La Prensa, Marca, Radio España o Radio Centro. Y no queda ahí la cosa ya que este hombre polifacético, querido, respetado y reconocido incluso fuera de nuestras fronteras, fue miembro del Comité Disciplinario de la FIFA durante 27 años y Presidente del Colegio Nacional de Árbitros desde 1952 a 1961.
Son incontables las manías que José María García llegó a tomar con aquellas personas que no se sometían a esa especie de periodismo-dictadura, que él diariamente practicaba.

También Perico Delgado

Entre los deportistas atacados también estaba Pedro Delgado. Cuando el propio Perico quiso organizar su temporada para correr el Tour de Francia excluyendo de su preparación La Vuelta a España, no sentó bien a José María García, quien tenía importantes intereses económicos en la vuelta nacional. Si eso no fue suficiente, Perico Delgado se marchó para ser comentarista de ciclismo en palabras de García al «Imperio del Monopolio», como denominaba a la Cadena Ser.
Los periódicos todavía reflejan lo que José María García diría hablando de forma totalmente irrespetuosa de nuestros nadadores en una Olimpiada, obviando el gran esfuerzo deportivo que ya supone participar en ella. «Éxito sin precedentes del equipo español de natación, han ido 17 y han vuelto los mismos: no se ha ahogado ninguno» era el titular con el que exponía el tema.
La única vez que llegué a hablar con él fue hace muchos años, en el interior de las casetas del viejo estadio del Arcángel una vez terminado el partido Córdoba-Real Oviedo, que él mismo había titulado como «El partido de las jornada» (y no sabemos a qué vino ese título) pues ninguno de los dos equipos se jugaba nada. El Córdoba que no solía ganar a nadie, le metió 5 a 0 al Real Oviedo.
Recuerdo cómo la directiva del Córdoba trató a José María García con total corrección, y en especial el directivo doctor Don José María Romeo Moya, al que después despreció continuamente con el apodo de «Sacamuelas». Uno más de la lista interminable.
Nunca ha sido buena señal que un periodista tuviese carta blanca para infundir miedo o desprecio a los que se convertían en objeto de sus comentarios. Era osado y vengativo, y se puede decir que insultó de la manera que quiso. Decía ser dueño de aquella radio al opinar que todo el mundo ganaba dinero gracias a él. Dinero que provenía de insultar a gente como Pablo Porta, Emilio Butragueño, Pedro Delgado, Pedro Escartín y muchos más. Personas que mostraron una catadura moral superior a la suya y a la de sus famosos «tapados», que campaban en este país y que él, faltando a la verdad de la que todo periodista debe hacer gala, nunca mencionaba.

Silencio sobre Villar

Ejemplo de la distinta vara de medir eran sus opiniones sobre Pablo Porta, que fue presidente de la Federación Española de Fútbol entre 1975 y 1984. Cuando García entonaba la frase «Pablo, Pablito, Pablete», todos sabíamos perfectamente que lo que venía después era burla tras burla. El periodista llegó a perder una demanda que le obligó a pagar cinco millones de pesetas, pero de una manera u otra la multa no tuvo que ser pagada por él. Ojo al dato, señores.
En cambio, de la época de su amigo Ángel María Villar como presidente eterno de la Federación (estuvo 29 años), quien junto a otros terminó de forma vergonzosa entre juzgados por malversación y toda clase de patrañas, hablaba poco o casi nada.
Todo esto relata cómo un periodista puede ser falso por lo que dice, pero también puede ser deshonesto por lo que calla.
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