De este agua no beberéRafael González

El voto emocional

Actualizada 05:00

Cuando esta semana se presentaba el barómetro de opinión pública y política de la UCO, la vida real seguía pasando justo al lado de la Avenida de Medina Azahara. En el seno del rectorado teníamos una foto fija de un momento determinado pero ya era vieja aunque se hiciera en abril. El director del estudio, un exparlamentario de Podemos, quería ver un empate técnico entre izquierda y derecha porque para ellos aún esos lados significan algo. Fuera de la foto fija, ni la izquierda ni la derecha encuentran acomodo ya que la cesta de la compra, la luz y los días largos del mes no llegan a esas orillas porque no alcanzan ni al final de la hoja del almanaque.
Los sociólogos tratan de seguir recogiendo la realidad entre las cifras y las encuestas, pero esa realidad es tan volátil como emocional el voto, apunte este (el de la emocionalidad) que hizo el señor Moscoso, responsable del barómetro, un poco como para nadar y guardar la ropa. Uno no habría pasado por la política o puede estar en ella sin esa grandísima habilidad que es soplar y sorber a la par.
El caso es que la variable emocional es un factor intangible pero que puede fastidiar una mayoría absoluta o hacer que el Pacma, cuando menos, tenga presencia en una encuesta. El voto emocional es el señor cabreado porque la calle lleva años sucia, por los veladores sin ley, o por la ley de los veladores. La emoción puede ser apreciar en el candidato al yerno perfecto o a la señorita Rottenmeier. La emoción es querer hacer una gamberrada a última hora y votar a un socialista cuando nunca lo has hecho o pintar un mono tití en la papeleta. Emocionante también es prescindir de la jornada electoral y marcharse a Fuengirola.
Es cierto que desde hace muchos años, y sobre todo desde la proliferación de las redes sociales, al votante se le trata como al perro de Paulov y no como a un ser racional. Tan cierto como que afortunadamente también las emociones nos mantienen vivos. O nos pueden matar. Y el señor del barómetro estaba en lo cierto: el componente emocional está ahí. Porque si, en efecto, el factor racional predominara y se votara con la cabeza el barómetro tendría las alarmas encendidas en rojo por el nivel de abstencionistas. Justamente la variable, qué casualidad, que el estudio no recoge.
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