El rodadero de los lobosJesús Cabrera

García-Ibarrola, toma nota

Al PP y Ciudadanos les tocó comerse el marrón de una oposición de izquierdas hiperventilada con los solares llenos de hierbajos

Actualizada 05:05

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ya ha dejado claro que «no hay área de preocupación crítica» ni en humanos, ni en animales, ni en el medio ambiente por el uso del glifosato. Esta decisión, que cuenta con todas las garantías científicas, ha llevado a la Unión Europea a mostrarse favorable a la renovación del permiso para usar este herbicida durante los próximos diez años, algo que tiene mucha sensatez.
Esta decisión europea ha puesto de los nervios a los de siempre, a los que llevan casi una década de batalla contra el glifosato, al que acusan de lo que no es. La batalla arranca en 2015, cuando la Organización Mundial de la Salud a través del Centro de Investigaciones sobre el Cáncer lo calificó de «carcinógeno probable». A partir de ese momento se inicia una batalla cuyas consecuencias han llegado hasta el alcorque de la puerta de nuestra casa.
Los elementos carcinógenos está ordenados en cinco grados, desde el que está probado que causa cáncer hasta el que no lo es. Para ilustrar el asunto, el glifosato tiene el mismo riesgo que la laca Nelly, el aceite de una rueda de jeringos o un chuletón de Ávila.
Entonces, en 2015, se desató el pánico que no era más que una campaña casi mundial contra Monsanto, fabricante de Roundup, el producto herbicida. Esto hizo que se activaran todas las terminales anti Monsanto, que se aprovecharon del desconocimiento real que había del asunto.
Como era de esperar, el asunto llegó al Ayuntamiento de Córdoba y el gobierno municipal, entonces en manos de PSOE e IU, aprobaron una moción por la que se dejaba de usar este herbicida en la ciudad. Esto salió adelante con los votos de la oposición a la que pillaron con el paso cambiado y sin demasiada información sobre el tema. Ay, el qué dirán. Fue tan absurdo como prohibir el lechón de Cardeña, el spray de las peluquerías o la carne roja de Los Pedroches.
Las consecuencias de este acuerdo tomado tan a la ligera comenzaron a verse en el siguiente mandato municipal. Al PP y Ciudadanos les tocó comerse el marrón de una oposición de izquierdas hiperventilada con los solares llenos de hierbajos que llenaba las redes sociales de alcorques llenos de jaramagos.
Imagen de archivo de un alcorque en la Huerta de la Reina

Imagen de archivo de un alcorque en la Huerta de la ReinaLa Voz

Votar en contra del uso de herbicidas ha tenido un sobrecoste al Ayuntamiento en dinero y en personal que se podía haber dedicado a algo más útil y provechoso. Aunque nunca lo dijeran en público, fijo que en algún momento se han arrepentido de ese voto.
La Unión Europea está dispuesta a prorrogar por otros diez años la licencia para usar glifosato y el Ministerio de Agricultura, con Luis Planas a la cabeza, ha mostrado su respaldo. Pero los moscardones de Podemos, Sumar o como se llamen están de nuevo incordiando y se han vuelto negacionistas de lo que la ciencia ya ha comprobado: que no hay «preocupación crítica» que impida el uso del herbicida.
Qué oportunidad más buena tiene ahora el PP, donde la mayoría absoluta y el inicio de mandato son los factores más favorables para coger este toro por los cuernos y revertir aquella moción contra el glifosato de la que ahora, al cabo de los años, nos dicen que no tenía sentido. El delegado de Medio Ambiente, Daniel García-Ibarrola, que no tiene en su historial el haber votado contra el herbicida, tiene las manos libres para deshacer el entuerto y recuperar una ciudad sin malas hierbas.
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