El rodadero de los lobosJesús Cabrera

El extorsionado

Ahora resulta que ser extorsionado es una experiencia positiva, incluso placentera

Actualizada 05:05

Cuentan que hay centros universitarios dedicados a la psicología que ya se han puesto manos a la obra. Con toda la teoría desarrollada a lo largo de las últimas décadas su trabajo ha dado un giro bestial y se enfrentan ahora a una nueva tipología que no sólo no está descrita en los manuales sino que entra en contradicción con lo comprobado hasta el momento por la vía de la experiencia.
Ahora resulta que ser extorsionado es una experiencia positiva, incluso placentera. Recibir presiones o amenazas ha pasado a ser algo envidiable a la vista de lo que ofrecen los medios de comunicación en los últimos días.
Pedro Sánchez, este miércoles, en el Congreso

Pedro Sánchez, este miércoles, en el CongresoEFE/Sergio Pérez

La extorsión está muy claramente regulada en el Código Penal. Todos sabemos lo que es y el Diccionario de la Real Academia Española la define como la «presión que se ejerce sobre alguien mediante amenazas para obligarlo a actuar de determinada manera y obtener así dinero u otro beneficio». Más claro, agua.
No hay que ser un lince de Sierra Morena para saber quién es quién en esta definición. Conocemos perfectamente al que ejerce la presión, también sabemos quien la sufre, como igualmente calculamos el beneficio que van a trincar así como el dinero, con todos sus ceros; vamos, que son 450.000 millones de euros lo que han pedido los de Junts.
Hasta ahora, el extorsionado despertaba compasión y pena en el resto de la sociedad. Se sabían los límites que no se debían traspasar porque una vez que cedes y pagas al extorsionador entras en una espiral que nunca tiene fin. ¿Les suena esto de algo?
Si la extorsión ha sido hasta ahora algo deplorable y perseguido por la ley parece que va a dejar de serlo y que se puede considerar como una práctica no sólo democrática, sino también saludable y recomendable.
No hay más que ver la cara de satisfacción del extorsionado y de la corte lanar que cambia de opinión varias veces al día para mantener su favor para comprender que ser un extorsionador es una valor digno de figurar en el currículum, como el que tiene un máster MBA. La realidad es que el extorsionado que paga lo que le piden, sin resistirse lo más mínimo, es digno del más cruel de los desprecios. El problema viene cuando lo que paga es aquello que no es suyo y que corresponde a los demás, a quienes ni ha pedido autorización ni se la han concedido.
El chantajista y el extorsionador han encontrado en este caso un filón como pocos se pueden encontrar. «Dame hoy esto y mañana te dejo en paz», escuchamos un día y al siguiente se vuelve a repetir la historia y así hasta el infinito. Por esto aprietan y aprietan sin que la víctima -que en este caso no reconoce ser víctima- haga gesto alguno de desagrado o rechazo, sino que continúa esquilmando lo que no es suyo para beneficio propio. Y a esto le llama «generosidad» y «convivencia». Ja.
Es triste ver a un extorsionado que disfruta con serlo, pero más triste aún es comprobar cómo no está ocurriendo nada que no se supiera de antemano y cuyas consecuencias van a ser desastrosas para todos y, además, y esto es lo peor, no serán sostenibles.
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