De comienzo en comienzoElena Murillo

Semana Santa para el interior

Quizá sea el momento de pensar que hemos pedido la lluvia con anhelo, aunque el regalo se convierta en penitencia

Actualizada 05:00

Los pronósticos lo vaticinaban desde la semana de Pasión. No había buen presagio en relación a la predicción atmosférica para Semana Santa. Aún así, la primavera es cambiante y el viento va moviendo las nubes y, quién sabe, quizá se pueden salvar los días para disfrutar de un tiempo esplendoroso. Era lo que pensaban los más optimistas, reacios a creer en una semana «in albis» en cuanto a procesiones se refiere. Pero si algo tiene la tecnología es que las aplicaciones son cada vez más fiables y dejan poco margen de error. No falló el radar ni en la lluvia de la noche del Domingo de Ramos ni en el claro abierto en la del Lunes Santo. Y no hubo aciertos ni errores en las diferentes decisiones tomadas por las cofradías de ambas jornadas, pues cada cual actúa con sus razones propias, desconocidas para los que opinan gratuitamente cuando juzgan sin poner nada en riesgo y haciendo crítica fácil.
Cuando escribo es Martes Santo y, por ahora, esta mañana brilla el sol; su luz fue la gran ausente en los días anteriores y parece que la imagen se repetirá en los venideros. Quizá sea el momento de elevar la mirada y meditar acerca del sentido de lo que celebramos. Quizá sea el momento de vivir unos días hacia el interior. Quizá sea el momento de pensar que hemos pedido la lluvia con anhelo, aunque el regalo se convierta en penitencia. A pesar de que una cofradía tenga como fin último su salida procesional, no sólo en el exterior se puede centrar todo. Sin dejarnos cegar por las emociones, el culmen del trabajo de un año se puede transformar en una vivencia interna de gran calado si hay que quedarse sin salir.
Antes estuvieron las vísperas. Ahora bien, de la pequeña parte recorrida en esta semana especial, ya me han quedado tres estampas para el cultivo personal, para mí, únicas: la primera en la calle Agustín Moreno, contemplando la silueta del Cristo de las Penas que, escoltado por mujeres ataviadas con la típica mantilla, era acompañado por la gente de siempre en su cortejo, evocación de otros tiempos en el barrio sempiterno de Santiago; la segunda, el rezo sentido del ángelus la mañana del lunes ante las imágenes titulares de la Hermandad de la Merced, con ese sentimiento de estar entre amigos verdaderos, de los que te hacen sentir en casa; y, la tercera, en la salida de Gracia y Amparo, presenciando un instante cofrade con regusto singular, un giro hacia la calle Barroso, una marcha y el cierre de un cortejo exquisito.
Quedan días para seguir buscando otros espacios, otros recuerdos, y habrá tiempo de vivir los oficios, de hacer las visitas a los monumentos, de esa otra Semana Santa que, vivida «ad intra», hace que cobre sentido esa otra expuesta en cada desfile, en cada templo. Entretanto, mi hábito nazareno aguarda un nuevo Viernes Santo.
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