Costaleros para la Dolorosa en tiempo de Muerte y Resurrección
Ayer culminó la Cuaresma. En este tiempo, hemos tenido la oportunidad de seguir el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, y prepararnos para la celebración de las solemnidades de la Pascua, con la purificación del corazón, una práctica perfecta de la vida cristiana y una actitud penitencial. Han sido días muy intensos, en los que hemos reflexionado sobre muchas cosas. Así lo hemos querido dejar reflejado en los textos de nuestras columnas de opinión durante todo este tiempo. Pero aquí no queda todo. Solo han sido cuarenta días de preparación.
¿Y qué viene ahora?. Ahora podremos seguir caminando para renovar nuestra fe y convertirnos en verdaderos peregrinos de esperanza, llevando luz a quienes más lo necesitan. Y este camino a la Pascua podemos hacerlo visible en las celebraciones de la Iglesia durante estos 3 días. Me refiero a la celebración en nuestros templos de la Vigilia Pascual, celebración de la Resurrección de Cristo. En nuestro largo caminar llegaremos llenos de alegría, al Domingo de Resurrección.
Elena Murillo, columnista de este medio, lo dejaba bien claro el pasado miércoles cuando así lo anunciaba en su artículo «En la antesala del Triduo Pascual». Conmemoración litúrgica de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Hay tiempo para todo. No nos quedemos en las procesiones, los Santos Oficios nos esperan en las parroquias. También Juan Laguna, en su columna de ayer «La otra Semana Santa: Jueves Santo».
Ya quedan pocas procesiones en las que participar, muy pocas que ver para rezar, sentir e implorar al paso de una imagen o en sus Capillas y Camerinos, y hasta de llorar a su paso por la calzada junto a nuestra acera. Porque ya han sido algunos los kilómetros de acerado los que hemos recorrido para no perdernos ninguna cofradía, ningún Paso, ninguna Imagen. Hemos vivido, desde la Entrada Triunfal, hasta su prendimiento y su coronación con espinas, su crucifixión junto a dos ladrones bajo un cartel en el que ponía «Jesús el Nazareno, Rey de los Judíos». Y escuchado su última frase antes de morir: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Los más significativos de hoy son, La Soledad, la Expiración, el Descendimiento, la Conversión, los Dolores y el Santo Sepulcro.
En nuestro largo caminar fueron numerosas las hermandades, cofrades, bandas de música o agrupaciones, e imágenes las que vimos, y composiciones de música cofrades que escuchamos. También los cantes de fe, en forma de saetas. Y no olvidemos a los costaleros, con su levantá y sus diferentes formas de hacer mover la imagen que sienten cerca a través del costal y la trabajadera. Porque cuando estamos en la puerta de salida de nuestro largo caminar cuaresmal, no hay parada. Hay que seguir adelante. Y mientras van quedando en el recuerdo los intensos días vividos, sus reflexiones, promesas, penitencias y plegarias, estos deben quedar para el resto del año. Hasta el próximo Miércoles de Ceniza. Ese es el camino de fe que debemos caminar convirtiendo nuestra acera en una senda de esperanza. Siempre adelante.
Casi hemos llegado al final y las agrupaciones, cofradías y hermandades y sus juntas de gobierno ya están pensando en su próxima cita. En la próxima Cuaresma, en el próximo desfile procesional. Seguro. Se lo puedo garantizar. Desde la necesaria restauración de la imagen del Titular, hasta la adquisición de una nueva parihuela o cambiar las ruedas del paso por costaleros, adquirir un nuevo palio, cambiar sus varales, o adquirir un local para los ensayos de la Agrupación musical. Hay mucho por hacer.
Un ejemplo de ello es la pequeña localidad de Dos Torres. Este año gozaban de alegría los costaleros del Nazareno. Habían ampliado el paso y ya eran más de 50 los hombres que con su costales fusionados en cuerpo y alma con la trabajadera, pudieron lucir a Nuestro Padre Señor, por esas calles llenas de historia donde el silencio se escucha.
Así lo hice constar en mi crónica del Martes Santo. Primero marchaba el Nazareno, le seguía su Madre, la Virgen Dolorosa. Pero aun con andas a ruedas. Y me vinieron a la mente las palabras que pronuncié en un pregón en la Semana Santa, haciendo un llamamiento a la juventud de ese municipio, para que dieran un paso al frente y se creara una cuadrilla de costaleros. Y vinieron costaleros muchos años después, sí, pero para el Nazareno, hombres jóvenes, como los de otras ciudades que, robando tiempo a sus familias y luchando con las inclemencias del tiempo, ensayan una y otra vez para llevar la imagen que veneran. Pero el objetivo era aún más ambicioso. Llevar a su Madre también, a quien le decía así, cuando le lanzaba una plegaria:
Respóndeme Madre Mía.
Teniendo tu cara tan guapa,
mi Esperanza, Macarena,
mi Dolorosa, mi Estrella.
¡Tú que iluminas las calles
sin tener encendidas las velas!
¡Tú que lloras los rubíes
más bonitos de la tierra!
¿Por qué no iluminas a jóvenes
de este bendito pueblo,
y también salgas a hombros
por estas calles de encierros,
y me bailas una salve
un Ave María o un Credo,
y yo te rece contento
porque llevas costaleros?
¡Tú mereces costaleros
con nervio, talante, y empeño
que saquen del fondo del alma
esa fuerza para llevarte!
¡Ya lo hicieron con el Nazareno!
¿No se deciden?... ¿Qué hacemos?
¡Empújale tu al primero,
que seguro le seguirán
costaleras o costaleros!.
Y se empezaran a escuchar, ahí,
esas palabras mágicas. Adentro.
Donde los riñones son esfuerzo.
Debajo de las parihuelas, sí.
¡A pulso compañeros!
¡Y picar con el izquierdo!
¡Porque la Madre nuestra
se merece una levantá
que la llevemos al Cielo!
Madre, ahí vuelvo a dejarte mi plegaría en este peregrinar de la tristeza al gozo. Desde la oscuridad del Viernes Santo hasta la luz radiante del Domingo de Resurrección. Son días de vivir con sobriedad la pasión y la muerte tu Hijo para luego celebrar, rebosantes de alegría, la gloria de su Resurrección.
Y tened en cuenta que, ya mismo, casi dentro de nada, volverán a escucharse los ensayos de algunas bandas de cornetas y tambores como pistoletazo de salida a unos largos y laboriosos trabajos, a los que le seguirán los costaleros, las reuniones de hermandad, los actos religiosos, y otros muchos, otra vez. Y llegará de nuevo la Cuaresma.
Pero mientras tanto, guardemos en el corazón todo lo que llegó a él en estos días vividos y que esa especie de cromos o estampas que se nos quedan en él, sirvan para tenerlas presente todo el año con verdadero sentido de la devoción, después de habernos reencontrado con nosotros mismos, con los demás y con Dios.