Salida del Santísimo Cristo de la Sangre

Salida del Santísimo Cristo de la SangreJesús D. Caparrós

El Sábado de Pasión es el día de los barrios

Cinco procesiones llenan de sabor una jornada vivida con intensidad

Si usted ayer pasó por Ronda de los Tejares y no vio a los autobuses de Aucorsa descargar grupos de jovenzuelos en la parada de Fuentes Guerra, con el librito en las manos, desentrañando dónde está tal o cual calle para ver procesiones es, ni más ni menos, porque el Sábado de Pasión, víspera con mayúsculas de la Semana Santa, no se vive en el casco histórico, sino en las barriadas más modernas y alejadas del centro que, de nuevo, tomará el relevo el Domingo de Ramos.
Pasear ayer a la caída de la tarde por la carrera oficial y sus aledaños era hacerlo por una parte de la ciudad que en esas horas estaba indiferente a lo que estaba ocurriendo a bastante distancia, porque las cinco procesiones de ayer salieron de cinco puntos distantes entre sí, por lo que es realmente heroico que alguien las viera en la siete horas que, desde la salida de la primera al encierro de la última, estuvieron en la calle.
Arroyo del Moro, Parque Figueroa, Cañero, El Higuerón y Fátima. Para disfrutar de ellas había que ir allí, a cada uno de estos cinco puntos, porque ellas, de momento, no salen camino de la carrera oficial; es decir, que ésta es la única jornada en la que la montaña no va a Mahoma, por lo que hay que poner en práctica el plan B.

Campo e incienso

Esto hizo que muchos cofrades se desplazaran a El Higuerón, donde la salida del Cristo de la Sangre, al rozar el cortejo el límite urbano y el paisaje agrícola, abierto generosamente en toda la extensión del horizonte, hace recordar a muchos aquellas salidas ya añejas del Cristo de la Agonía desde el Calvario de Mirabueno, cuando la naturaleza agreste de aquel lugar, ya perdida, ofrecía unas estampas insuperables.
El Sábado de Pasión es así, tan reciente como cargado de contrastes. Lo mismo se huele a incienso junto a un campo sembrado de cereales que junto a los muros ciclópeos de la Ciudad de la Justicia, uno de los ejemplos de arquitectura más rabiosamente contemporánea. A esta lista añadan las casitas de Cañero y, en otro estilo, las de la Colonia de Paz, porque todos los barrios tienen derecho a vivir su Semana Santa.
La configuración de esta jornada hace que, como Mahoma, el cofrade tenga que ir a la montaña si quiere disfrutar de esta antesala de nada menos que con cinco procesiones en la calle. En este descubrimiento de enclaves inéditos para muchos las calles de Fátima fueron ayer un ir y venir de saludos, de quienes mañana se saludarán en el Realejo y pasado mañana en la Corredera camino de la procesión de turno.
Vecinos de Fátima viendo la procesión de la Virgen de la O

Vecinos de Fátima viendo la procesión de la Virgen de la OLa Voz

Allí, en Fátima, mientras unos guardaban una cola kilométrica para pillar mesa en el puesto de caracoles de la calle Arcos de la Frontera, muy cerca, en Escritor Hoyos de Noriega, se mecía el paso de la Virgen de la O, con los balcones concurridos de vecinos tanto por ver la procesión como el gentío que en las aceras andaba al paso del cortejo, estrujando cada uno de los minutos en esta jornada de vísperas.
En esa calle fue posible en la tarde de ayer coincidir con muchos que de otra manera no hubieran visto el cortejo en este lugar, como el 'número 2' del PP andaluz, Antonio Repullo, o al imaginero Antonio Bernal, autor de la Virgen de la O, entre otros.

Reválida en San Lorenzo

Casi a la misma hora, ocurría un hito hasta ahora inédito en la jornada del Sábado de Pasión: la hermandad de Cañero traspasaba los límites de su barrio, de Jesús Rescatado y La Viñuela para adentrarse en el casco histórico.
El cortejo de nazarenos blancos, como blanco era el hábito dominico del obispo fray Albino, cruzó la imaginaria muralla por el lugar donde se alzó la Puerta de Plasencia y entró por la calle María Auxiliadora con el mismo orgullo y poderío con que lo harían las legiones romanas al regreso de una campaña triunfal en los confines del mundo conocido.
Algo que en esta ciudad no admite duda es que San Lorenzo es el barrio más cofrade de Córdoba. Por cada uno de sus poros se respira con intensidad el día a día de sus múltiples hermandades. En San Lorenzo todo el mundo entiende de cofradías y sus calles estuvieron atestadas al paso de los nazarenos de Cañero, porque para una hermandad tan reciente como ésta acudir a este barrio tiene la misma importancia que para un novillero presentarse con picadores en Las Ventas. Y, encima, triunfar.
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