TestimonioJesús Cabrera
Lola del Campo Prieto

Tercera semana en Nakuru: el regazo de una madre

«Eran abandonados constantemente, los dejan en la puerta del orfanato como si de cosas se trataran»

Córdoba

Niños y niñas del Centro de la FMA en Nakuru

Niños y niñas del Centro de la FMA en Nakuru

Una semana más que me sorprende y me llena de alegría, pero también de sentimientos de tristeza. La vida aquí es frágil y tener un hijo en este país puede ser un desafío constante.

El lunes fue mi cumpleaños. No es la primera vez que lo paso aquí, y aunque similar al del año pasado, esta vez fue especial. Cumplí 25 años rodeada del amor de aquellos que menos tienen. La mañana fue inolvidable. Mis compañeras, ya amigas, sabían de mi cumpleaños y me prepararon una sorpresa con globos al despertar.

Nos fuimos al colegio St. Francis en el famoso moto carro. Para nuestra sorpresa, a mitad del camino había algunos niños del centro que nos estaban esperando para subirse en este vehículo. Entre risas y achuchones se subieron: fue una experiencia increíble. Cuando llegamos al colegio St. Francis, me cantaron «Feliz cumpleaños» y me envolvieron en besos y abrazos sinceros.

Ese mismo día, visitamos un centro para niños de la calle con los Hermanos de La Salle. Conocimos a voluntarios italianos que compartían nuestra misión de ayudar a los más débiles. Celebré mi cumpleaños rodeada de personas desconocidas, pero sentí el calor humano y la alegría de los demás.

Niños y niñas del Centro de la FMA en Nakuru

Niños y niñas del Centro de la FMA en Nakuru

La noche terminó en casa de las Hermanas, donde me hicieron un bizcocho, me cantaron nuevamente «Cumpleaños feliz» y bailamos. Estaba feliz, pero no voy a mentir: echo de menos los besos y abrazos de los míos en días tan señalados.

Pero la verdadera prueba de la realidad vino el martes, cuando visité a las familias con la trabajadora social y el pequeño Samuel. Su casa era una pequeña chabola rodeada de basura y barro, sin camas, ni luz ni agua. La madre nos comentó que Samuel comía gracias a venir al colegio y que muchas veces no tenía ni comida para su pequeño bebé. Fue duro ver a una familia vivir de esta manera.

La visita a la familia de Samuel me hizo reflexionar sobre la fragilidad de la vida y la importancia de la solidaridad. Me pregunto cuántas familias más hay como la suya, luchando por sobrevivir en un entorno hostil. ¿Qué podemos hacer? Rezar por ellos es la primera de las soluciones, pero también acompañarlos con un abrazo, una caricia o incluso con un gesto de amor. Estas personas muchas veces no conocen el amor sincero, dadas las condiciones que sufren a diario.

La semana siguió su curso y repartimos equipaciones de fútbol en el colegio, al igual que lo habíamos hecho en el otro centro la semana anterior. La felicidad de los niños al ver y ponerse las equipaciones fue indescriptible. Cada vez que salía uno vestido, lo envolvían en aplausos. Era una felicidad real, eran ojos abiertos esperando algo que jamás habían tenido.

Los profesionales del centro también recibieron equipaciones. Cuando hablo de amor y dedicación solo puedo recordarlos a ellos: Patrick, Maggie y Venta son amor puro. Nunca antes había visto a profesionales hacer tan bien su trabajo. Son ángeles del cielo, ángeles sin alas que dan vida y fuerza a estas vidas tan pequeñas y perdidas.

En este lugar, he aprendido que el amor y la solidaridad pueden cambiar vidas. Cada pequeño gesto cuenta, y cada abrazo puede ser un rayo de esperanza en un entorno hostil.

Y seguimos el curso de la semana. Antes de salir de España, nos hicieron hincapié en estar muy pendientes de aquellos niños que no se acercan tanto a ti. Pues son tímidos. En estos días conocí a George, un chico muy asustadizo de 11 años. Es uno de los más mayores del centro. Un día hacia muchísimo frío y recuerdo que venía tiritando. Me llamo muchísimo la atención pues no podía dejar de tocarse las manos para calentárselas. En cuanto lo vi lo cogí, entrelazó sus manos con las mías e intenté que sintiera calor o al menos que el frío que le envolvía pudiera pasar. Desde ese momento, se convirtió en mi ojito derecho. Jamás me olvidare de ti George, y es que mientras pueda hacer lo que sea, te daré todo el amor que tristemente te falta. En su mirada triste y tímida se veía que este niño ha pasado muchas cosas a su corta edad. Escribiendo este artículo, no se me deja de revolver el estómago. Haría lo que pudiera por hacerte feliz, por darte aquellos derechos que te han quitado, por hacerte sonreír y porque tengas esa vida inocente que te corresponde como niño.

Seguimos el transcurso de la semana, y tuvimos la oportunidad de conocer un orfanato de la ciudad. Fue impactante ver niños recién nacidos, con meses o con dos años o un pelín más viviendo allí. En el centro eran tratados con cariño y el amor estaba en el aire, todo era hecho con delicadeza y afectuosidad. Recuerdo a un bebé en particular : se me enganchó a la mano y era tan pequeño, tan pequeño, que sentía su fragilidad en mis ojos. Lo cogí en brazos y su cabeza se apoyó en mi pecho, en ese instante me di cuenta de la falta de amor maternal que tenía este pobre bebé.

No podía parar de pensar que habría sido yo sin mi madre, a la persona que más quiero en el planeta junto a mi padre, quienes me enseñaron todo lo que sé. ¿Cómo pueden abandonar a estos niños tan pequeños? Porque sí, eran abandonados constantemente, los dejan en la puerta del orfanato como si de cosas se trataran.

Niños y niñas del Centro de la FMA en Nakuru

Niños y niñas del Centro de la FMA en Nakuru

¿Qué podría hacer yo? ¿Qué podemos hacer por todos estos bebés ? No lo sé, no lo tengo claro y es triste. En este orfanato había vida y amor, pero es evidente que así no se puede avanzar, abandonar a un hijo nunca es una opción. Dios da vida, y hay que saber cómo poder darle forma a aquellas que están perdidas. Es mi deber, es vuestro deber, es nuestro deber.

La semana terminó en el cole de una manera muy bonita. Llevamos una tela enorme donde pusimos el nombre del colegio, y los niños, con las manos embardunadas de pintura, iban dejando la huella de sus palmas en la misma Fue precioso ver su ilusión , su inocencia, su alegría...

La lona quedó preciosa, pero más precioso aún fue darte cuenta que no sólo habían dejado huella ahí, sino también en nuestras vidas para siempre.

Hoy era el último día en este colegio, es cierto que el día 4 de agosto, iremos a despedirnos ya que marchamos de nuevo a España el 5. Pero como tal, fue el último aquí. Aún recuerdo que tenía a George del brazo, no quería levantar su cara, pues estaba llorando. Se me partió el corazón, muchos de los niños lloraban porque sabían que la próxima vez que nos vieran sería para despedirnos. Es triste pensar que yo volveré con mi vida llena de comodidades, pero ellos no. Ellos seguirán con su dura existencia, aquella donde les roban sus derechos. Espero que el día 4 aun tarde en llegar, no estoy preparada para ello. Como digo siempre, solo me queda ayudaros mientras esté y rezar constantemente por vosotros.

Os quiero, ahora y siempre.

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