Monseñor Juan José Aguirre Muñoz, obispo de Bangassou
Juan José Aguirre Muñoz, obispo de Bangassou
«En España hay mucho más y mucho mejor de lo que a menudo muestran las televisiones»
El prelado cordobés de la diócesis centroafricana pasa estos días en su ciudad y ha atendido a La Voz de Córdoba
En pocas personas se aprecia tan claramente la bondad a través de una mirada. Ocurre con Juan José Aguirre Muñoz (Córdoba, 1954), obispo de Bangassou, a pesar de que sus ojos han visto en los muchos años que lleva como misionero comboniano en Centroáfrica lo peor y más peligroso del ser humano. Pero también la belleza de la esperanza que proclama el Evangelio y de la que él es un altavoz allá donde la selva se convierte en el eco de un amor sencillo y sin límites.
En esta tierra más próxima, Córdoba, se le quiere de corazón. Su labor es conocida y canalizada no solo por la delegación de misiones sino por la Fundación Bangassou, que preside su hermano Miguel y que centraliza gran parte de la ayuda y proyectos que son posibles gracias a la generosidad de toda una ciudad y provincia, y que ha dotado de infraestructuras sanitarias, formativas y de ese bien supremo que es la diginidad a aquellos que tienen muy poco y que son víctimas de la guerra - siempre las guerras- y la injusticia.
La entrevista transcurre mientras los niños de San Ildefonso cantan los números de una lotería que marca, de alguna manera, la oficialidad de las fiestas navideñas. Hace frío y, como refugio y escenario, el Belén minucipal instalado en San Felipe Neri - lugar elegido por monseñor- que ejerce de testigo de las palabras del prelado y de las miradas, siempre limpias, de los chiquillos que se acercan a ver el Nacimiento.
Juan José Aguirre Muñoz, obispo de Bangassou
- Debe de resultar extraño celebrar la Navidad en Córdoba después de tantos años en África, ¿no?
- Sí, es verdad, porque hace muchos años que no la celebro aquí. Vine el año de la muerte de mi madre, pero llevaba mucho tiempo sin hacerlo. Y, sobre todo, noto mucho la diferencia entre unas navidades y otras. Aquí seguimos muy instalados en el exceso y en el consumismo. En África lo vivimos de una manera muy distinta. Allí lo importante es la misa de Navidad y, después, poder estar con los pobres, ir a los pobres. Se prepara una comida grande para ellos, se bendice un cartucho y se envía a un cazador a la selva con la esperanza de que tenga suerte y cace una gacela. Cuando vuelve con la gacela, eso significa que los pobres comerán carne. Comen hasta hartarse y, después de comer una vez, otra y otra, sacan un plástico y se llevan el resto de la comida para la tarde. Ver cómo los pobres comen hasta saciarse y compartir con ellos la Navidad, esa es nuestra Navidad.
- ¿Qué recuerdos guarda de su primera Navidad en Centroáfrica?
- Las primeras navidades estaba a siete días de coche del primer teléfono, del primer médico y del primer dentista. Estaba muy adentro de la selva. Allí la gente lo preparó todo en una capilla, alrededor de un fuego. Aquella misa de Navidad fue realmente preciosa. Recuerdo que, después de la comunión, los niños empezaron a cantar y a saltar, todos contentos, y aquello se alargó tanto que se me olvidó terminar la misa. No di ni la bendición final, porque los cantos con los niños se prolongaron y se nos olvidó cerrar la celebración.
- Está en Córdoba, donde es un obispo muy querido. ¿Se siente arropado por su tierra?
- Muchísimo. Ayer estuve en el seminario mayor, en la fiesta de los padres, junto al obispo emérito y al titular de Córdoba, y me acogieron con muchísimo cariño. También los sacerdotes y los seminaristas, muchos de los cuales me conocen bien. El Cabildo nos ayuda mucho a sufragar parte de los gastos de los seminaristas, que son cuarenta y siete, y nunca nos ha dejado tirados. También están la Diputación, el Ayuntamiento y el BBK, que nos ayudan en un proyecto para jóvenes que van a la universidad y encuentran así la manera de terminar una carrera e insertarse en la sociedad. A todo eso se suma la ayuda de muchas hermandades, de muchísimas personas y de la Fundación Bangassou. Todo eso hace que sintamos que tenemos una retaguardia muy sólida y muy generosa.
Monseñor Aguirre ante el Belén Municipal de San Felipe Neri
- La fundación canaliza buena parte de la ayuda. ¿Qué proyectos recientes destacaría?
- Hay un trabajo muy bonito que consiste en ir a los pueblos y pedir que el 0,7 % que las diputaciones o los ayuntamientos deben destinar a lo social, si no lo han hecho todavía, lo dediquen a la Fundación, sea cual sea el signo político. Es muy interesante comprobar cómo nos ayudan desde todos los colores políticos cuando presentamos un proyecto. El último ha sido ampliar el hospital que tenemos en Bangassou para crear una sección para niños desnutridos, porque están llegando muchos. También necesitamos comprar leche en polvo, que nos cuesta literalmente a precio de oro. Este año estamos muy faltos de leche, y lo que pedimos ahora es ayuda para comprarla en Bangui y transportarla hasta Bangassou, un trayecto de unos 750 kilómetros que supone un gasto enorme.
- La primera exhortación apostólica del papa León XIV ha girado en torno a la pobreza y a sus causas estructurales. Desde su experiencia diaria, ¿qué reflexión hace?
- La encíclica Dilexi te es muy bonita y estamos muy contentos de que se centre en la pobreza y en sus raíces estructurales. Pero llega un momento en que hay que bajar de la teoría a la realidad. Poner los pies en la tierra es estar con los pobres. Ayer decía en el seminario que sería muy bueno ir, por ejemplo, a un asilo de ancianos, preguntar quién no recibe nunca visitas y quedarse con esa persona, escucharla o leerle un libro, no una sola vez, sino durante meses. Eso es afrontar la pobreza existencial, como la soledad no deseada. Yo muchas veces voy a la Casa de la Esperanza, donde hay personas con demencia senil, muchas de ellas acusadas de brujería. Me siento con ellas, ponemos canciones, cantamos, tocamos palmas y bailamos durante una hora. Eso es estar con los pobres, sin ninguna otra pretensión. O ir a un orfanato, sentarte allí, coger a un bebé, darle el biberón, jugar con los niños, pasar una o dos horas con ellos. Estar con los más pobres, tocar a los más pobres, vivir con los más pobres.
Monseñor Aguirre, durante la entrevista
- La pobreza actual en España, fundamentalmente en Occidente, ¿es más de valores que material?
- Sí, sin ninguna duda es también una pobreza de valores, pero esa falta de valores acaba provocando situaciones materiales muy vulnerables. Hay personas que viven de una manera muy vulnerable. En África mi gente vive con dos o tres euros al día; aquí con mucho más, pero aun así hay muchas personas con serias dificultades. No hablo solo de quienes duermen en la calle, sino de tantísima gente que no llega a fin de mes o que lo pasa muy mal para pagar la hipoteca. Cáritas puede ofrecer una radiografía muy exacta de la pobreza en España y, cuando uno la conoce, se queda realmente con la boca abierta.
- ¿Ha percibido ese aumento de la pobreza en sus últimos viajes a España?
-No especialmente, porque cuando vengo vivo en un contexto muy concreto, en mi casa y en mi barrio, y además durante poco tiempo. Sí me gustaría algún día ir, por ejemplo, a la isla de El Hierro y ver cómo llegan los inmigrantes, cómo son acogidos tras cruzar el mar, con la angustia de no saber a dónde ir, sin papeles ni futuro. Seguir sus primeros pasos, ver cómo luchan por quedarse y, en algún momento, poder enviar algo de dinero a unas familias que lo han vendido todo para que ellos puedan subirse a una patera.
Monseñor Aguirre, durante la entrevista
- La inmigración se ha convertido en un motivo de confrontación política. ¿Qué opinión le merece eso?
- Me parece terrible que se utilice así. Además, no existe una sola inmigración. Hay inmigración latinoamericana que necesitamos, inmigración de Europa del Este que también necesitamos, una inmigración del Magreb más difícil de integrar y una inmigración africana que es absolutamente necesaria. He visto africanos trabajando como pastores en Castilla, con ganaderos encantados porque ninguno de sus hijos quiere ese trabajo. En Palma del Río hay senegaleses recogiendo naranja, y Cáritas está intentando formarlos en fontanería, panadería o electricidad para que puedan tener un oficio, luego un empleo y después papeles. Con la natalidad que tenemos en España, necesitamos inmigrantes. Decir que vienen a agredirnos no es cierto. El año pasado llegaron 64.000 africanos a El Hierro, pero en África se mueven millones de personas entre países. Cuando estalló la guerra en la República Centroafricana, medio millón de personas cruzaron al Chad sin pasaporte. Y aquí nos alarmamos por 64.000.
— También preocupa el papel que desempeñan las mafias en estos desplazamientos.
- Claro que es negativo que se lleven el dinero, pero esas personas quieren pasar. Hay que pagar el cayuco, el combustible, los sobornos y hasta el teléfono para poder contactar con Salvamento Marítimo. Decir que se quiere cerrar la inmigración para no alimentar a las mafias es un argumento muy frágil.
- Hoy, cuando se publica esta entrevista, se celebra el Día de la Sagrada Familia. Europa y España viven una crisis de natalidad.
- Se ponen muchas excusas, diciendo que cuesta mucho, que un hijo gasta mucho; yo oigo esa excusa con frecuencia. Pero, por Dios, si una mujer con veintidós años no tiene deseo de ser madre, entonces ¿en qué se ha convertido su vida?, ¿con qué ha llenado su cabeza para que ese instinto no exista? Yo veo que hay un problema serio en Europa. Por eso digo que sí, que Europa necesita africanos. He conocido pueblos en Italia, a unos cuarenta kilómetros, completamente vacíos, donde el alcalde ha empezado a llamar a familias africanas y centroamericanas. Yo fui a visitarlos y, a los cinco años, donde no había autobús ahora hay autobús, donde no había mercado ahora hay mercado y donde no había escuela ahora hay escuela. La mitad de la población es africana o centroamericana y el alcalde está contentísimo. Sí, hay efecto llamada, pero también hay vida.
Monseñor Juan José Aguirre Muñoz, visto por Samira Ouf
- ¿Con qué se va de Córdoba y cuándo volveremos a verle por aquí?
- Me voy con la experiencia de los belenes, que en África no existen. No tenemos figuritas ni lugares donde comprarlas. Las Adoratrices me regalaron un Niño Jesús grande, mulato, que me llevo a la catedral de Bangassou. Me llevo también la idea de que en Córdoba los belenes se miran con mucho cariño y que muchísimas familias siguen viviendo la Navidad. Lo que intento cuando llego a España, de muchas maneras, es abstraerme de lo que me dicen y de lo que me cuentan los medios de comunicación, porque muchas veces me manosean, me anestesian y me trasladan ideas que no son reales, o que solo lo son parcialmente. Eso acaba distorsionando la percepción. Yo creo sinceramente que en España hay mucho más y mucho mejor de lo que a menudo muestran las televisiones.