Máximo Doval

Máximo DovalJesús D. Caparrós

Máximo Doval, empresario

«Nuestro objetivo es que las personas encuentren la felicidad en lo que hacen junto a nosotros»

Hablamos con el propietario y gerente de Aguas de Villaharta y su nueva etapa personal desde la casa de espiritualidad Betania

En la mirada renovada de Máximo Doval (Córdoba, 1978) se adivina, en algunos momentos, el brillo de los ojos que vieron un abismo. Es un reflejo oscuro y profundo, como escondido por la luz de los días de ahora, pero que no desaparece porque debe quedarse para iluminar los regalos que Máximo observa en su vida de hoy.
Este diplomado en turismo y profesional de la hostelería de dilatada experiencia profesional - el Mercado Victoria de Córdoba fue ideado y puesto en marcha por él- , que gestiona el balneario, restaurante y servicio de catering Aguas de Villaharta junto a su esposa Lourdes Bellido, estuvo perdido sin la brújula de la fe hasta que encontró de nuevo el camino. Él y Lourdes, laicos pertenecientes al movimiento apostólico Regnum Christi, han situado su vida y labor misionera en la casa de espiritualidad Betania(«Hemos sido puestos aquí», matiza), reabierta recientemente sin la comunidad de religiosas Hospitalarias de Jesús Nazareno, pero con una impulsada actividad pastoral. «Ejercicios espirituales, dos encuentros del Camino Neocatecumenal y una convivencia del grupo de hombres de Emaús», nos señala Doval enumerando algunas de las últimas reuniones en Betania.
El invierno ha llegado de repente en un soleado día cordobés, como suele ser habitual en esta ciudad, y a los pies de la sierra paseamos por los jardines de la casa mientras Máximo atiende un teléfono que no para y que no lo hará durante la entrevista. A todo responde con la sonrisa y el temple de un hombre nuevo.
Máximo Doval

Máximo DovalJesús D. Caparrós

- ¿Usted se considera un empresario que da testimonio?
- Sí. Nosotros intentamos llevar la doctrina social de la Iglesia a la empresa, y eso significa acercar nuestros valores cristianos a todos los que nos rodean, desde los empleados a los proveedores. Al final no deja de ser un negocio familiar en el que mis hijos también están implicados, echando una mano cuando hace falta y encantados de hacerlo. No soy yo, sino una familia tratando de dar ejemplo de sacrificio, perseverancia, constancia y esfuerzo. Eso, al final, se transmite a los demás.
- Comenzó su actividad empresarial muy joven ¿Imaginaba que iba a ser así?
- Lo que sí tuve claro es que había otra forma de hacer las cosas. Desde el principio siempre he pretendido que esa familiaridad que te digo llegase a todos los que me rodean. Se pueden hacer las cosas igual de bien sin la necesidad de estar con un látigo(ríe)
- Además de su entorno familiar ¿es Villaharta su niña bonita?
- Pues Villaharta es la novia del monte, pero también es mi novia(ríe). Allí he vivido mi infancia, mi juventud, y ahora disfruto mi madurez. Allí he criado a mis hijos y seguiré hasta donde Dios quiera. Es un reencuentro con mis raíces, con esa parte de la tierra que tanto nos marca cuando somos pequeños, y ahora la estamos disfrutando mucho.
- Sin embargo ahora el centro de operaciones está en la casa de espiritualidad de Betania.

Intentamos llevar la doctrina social de la Iglesia a la empresa, y eso significa acercar nuestros valores cristianos a todos los que nos rodean

- Aquí está nuestra otra parte que no es tan empresarial, sino que es más espiritual. Se unen familia y empresa.
- ¿Qué labor es la que hacen usted y su esposa desde un centro como este?
- Como decía nuestro obispo en la reapertura de Betania, está el negocio empresarial y el ‘negocio espiritual’. Simplemente se trata de poner al servicio de la comunidad cristiana lo poco que sabemos de nuestra labor empresarial, con cariño y sentido de servicio.
- Usted dice que «se le ha puesto aquí».
- Totalmente (ríe) Se nos ha puesto. Se nos ha encomendado, y hasta que Dios quiera. Nosotros estaremos en Betania el tiempo que Dios quiera y siempre será ese paso por la casa donde Jesús iba a descansar con sus amigos.
- Sin embargo en Villaharta tienen un negocio que ha ido creciendo con los años y que mantenerlo debe suponer una exigencia dura.
- Villaharta, gracias a Dios, es un negocio que funciona, que es solvente y con mucho futuro por delante porque tenemos muchos proyectos en marcha. Cuando diversificas sobre todo tu tiempo, más que el negocio en sí, exige mucha dedicación, mucho esfuerzo y sacrificio. Pero hay recompensa. Cuando no es por un lado es por otro. Sientes esa recompensa y recoges los frutos. A nivel empresarial, el que sigan queriendo contratarnos para un evento, una boda o pasar un fin de semana en nuestra casa, supone una recompensa. En el plano espiritual, el poder servir desde lo chiquito aquí, en esta casa, hacia los demás y que la respuesta esté siendo actualmente también es una recompensa. El poder vivir aquí, levantarnos cada mañana y tener el Sagrario al que poder darle los buenos días y las buenas noches, en tu casa, eso es un regalo impagable.
Máximo Doval

Máximo DovalJesús D. Caparrós

- Hay algo excepcional en usted, porque son pocos los empresarios creyentes que dan testimonio de fe y que hacen de esta el centro de su actividad. ¿Por qué cree que ocurre esto?
- Cuando he hablado de doctrina social de la Iglesia, me refería a algo que nosotros, de alguna manera, estamos tratando de llevar a la sociedad. No está reñido que un empresario rentabilice sus inversiones con fomentar el bien común, o buscar este. Generar empleo de calidad, convertir la empresa en una familia y que la gente sienta una esperanza de vida… para nosotros eso es muy importante. Y sobre todo, el ejemplo que vamos a dejar en nuestros hijos para que ellos, como líderes del futuro, tengan esa mentalidad. Es que si nosotros somos capaces de cambiar esa mentalidad en los jóvenes sobre todo, estaremos contribuyendo a que este mundo cambie.

Generar empleo de calidad, convertir la empresa en una familia y que la gente sienta una esperanza de vida… para nosotros eso es muy importante.

- Sostiene que su objetivo no es la rentabilidad
- Siempre digo que yo no soy rico porque no soy ambicioso en el dinero. Probablemente si fuese más ambicioso pues tendía más (ríe). Pero como no lo soy, pues tengo lo que Dios quiere que tenga. No me falta, que con eso ya es mucho. Nuestro objetivo es que las personas encuentren la felicidad en lo que hacen junto a nosotros.
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- Cuando mira hacia atrás ¿qué es lo que ve?
- Es increíble. Veo que hemos llevado muchas cruces a lo largo del camino que no han sido fáciles. Y va a seguir sin serlo. Pero ha habido una cosa importante, y es que nunca nos ha abandonado el ‘jefe’. El ‘jefe’ siempre ha estado ahí. Y en los momentos malos nos ha ayudado, en los momentos buenos ha estado a nuestro lado. La vida que hemos llevado, con todas esas cruces, ha sido un regalo. Yo me quedé sin padre muy joven, con 10 años, y sin madre, con 35, en edades en las que más necesitas a tus referentes, además de muchas más cosas que nos han pasado en la vida. Y sin embargo, a pesar de las malas decisiones, los malos momentos, hoy los veo como un regalo, porque al final eso me ha ayudado a crecer como persona, pero sobre todo me ha ayudado a crecer como cristiano, a poder dar testimonio de que hay esperanza y de que si vives con la gracia de la fe, vives feliz, independientemente de las circunstancias.
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