Casas frente la Puerta del Perdón donde se encontraba la botica de Pedro Ruiz de Valencia
De la botica de Cristóbal Colón a las recetas medicinales: así eran las farmacias históricas de Córdoba
El archivo histórico de la ciudad desempolva la historia de las farmacias cordobesas
Gracias al archivo histórico provincial de Córdoba y a la recopilación de escrituras notariales que ha realizo la Junta de Andalucía en su portal web, hoy podemos saber un poco más sobre las boticas de la ciudad, espacios llenos de historia que se encontraban entre la magia y la ciencia.
Estas escrituras atesoran multitud de datos que permiten hacer una radiografía de este pequeño comercio clave hace cientos de años como « una ventana abierta a otros tiempos». Pero, hay una en concreto que llama «poderosamente la atención», el traspaso de una botica que entre sus páginas contiene el inventario pormenorizado de todo lo que había en el establecimiento”.
Los antiguos farmaceúticos eran «profesionales liberales, gozaban de cierto acomodo y con frecuencia perpetuaban el oficio de padres a hijos». Su formación, que aún estaba al margen de la universidad, se basaba en el modelo gremial para aprender lo necesario sobre sus funciones.
El que quería acceder al oficio «debía aprender durante cuatro años con un boticario establecido en la ciudad quien, pasado ese tiempo, le expedía un certificado que le daba acceso a examinarse ante el Tribunal del Protomedicato. Si superaba la prueba quedaba habilitado para desempeñar la profesión».
Farmacias muy diferentes a la de hoy
En la escritura, tal y como avanzan desde la Junta, Pedro Ruiz de Valencia, vecino de Córdoba y al parecer miembro de una saga de boticarios, traspasa su negocio a Gaspar Gutiérrez, compañero de profesión y vecino de Badajoz. El extremeño arrienda «unas casas con una tienda junto a ellas para botica en que al presente vive el dicho Pedro Ruiz de Valencia, frente a la Puerta del Perdón de la Yglesia Mayor de Córdoba».
Una lectura detenida del documento nos introduce en la «penumbra del local donde se percibiría una mezcla entre misterio y sabiduría», avanzan. Los diversos objetos que componían el ajuar profesional de un «preparador de medicamentos» del siglo XVI constaba de: bacinas de distintas medidas, alambiques, espátulas, cucharas, balanzas, «una alcuza grande para cocimientos», «dos cántaros grandes vidriados con su asa cada uno», «un almirez chico de buen metal», «cinco cedacillos de seda», «tres meneadores de palo».
La mayoría de los remedios era de origen vegetal aunque también los había de procedencia animal, como el coral blanco o rojo, el hueso de corazón de ciervo, el estiércol o yenda de lagarto, el «lapis lincit» compuesto por unos cefalópodos fósiles llamados belenitas y carne de momia.
Entre las elaboraciones que preparaban se encontraban el aceite de víboras, hecho a partir de la maceración de la carne de este animal en aceite de oliva. Muy popular en la época.
Punto de encuentro
Por aquel entonces, la botica se había convertido en un punto de encuentro en la ciudad. Desde las «antiguas farmacias tenía su tertulia Cristóbal Colón durante los años que fijó su residencia en Córdoba. En efecto los italianos Esbarroya, cuyo establecimiento de situaba en los alrededores del Círculo de la Amistad, acogían a un grupo de amigos y conocidos interesados en los viajes por las nuevas rutas, tema candente en el momento».
En palabras de José de la Torre y del Cerro: «… junto a aquel sitio tan céntrico y estratégico, paso obligado de tanta gente, la botica de micer Leonardo sería el punto de cita, de reunión y de tertulia de físicos y cirujanos, de amigos y conocidos».