El Fontanarejo, cita con la historia
Jornada áspera y salvaje, de las que remueven las entrañas de todo cazador, haciéndonos reflexionar sobre los auténticos valores de la montería
Entrada a pie a la Traviesa de Vallehermoso
Es el Fontanarejo, no solo emblema de la montería española, sino una finca complicada de montear por su gran extensión, próxima a las 4.000 hectáreas. Hoy, daríamos la parte de barrancos linderos a Navalahiguera. Una mancha muy «guapa», quebrada, donde predomina el monte alto «umbriado» y pinares de cierta entidad.
Era un día señalado, marcado en rojo para Sierracaza, pues en sus 47 años de vida, era esta finca, una de las dos que le faltaba por montear en todo el término de Andújar. Y así, como lo cuento, nos lo trasladó el propio Antonio Cencera, visiblemente emocionado, durante el sorteo. Cazaríamos con cupo de 2 venados y cochinos libres.
Tras sortear, caímos en el número 3 de la Traviesa de Vallehermoso. Que nombre más recurrente para una postura. Armada de las de andar, pero andar bien… Ya nos lo advirtió el propio organizador. Tras serpentear por un arroyo unos centenares de metros, conseguimos divisar la tablilla, situada en un peñoncete. El tiradero era de los que nos gustan, un primer testero a 100 metros, muy sucio, y luego uno posterior a unos centenares más. Mucho monte, pero estábamos en el sitio, si había caza, teníamos que tirar…
El tiempo parecía sujetarse, pero un airecillo fogoso que chocaba contra nuestra nuca hacía presagiar lo peor. Antes de la suelta, poca negocia, apenas un pitarrillo de ciervas que asomaron por lo alto de la corona que teníamos enfrente y poco más.
Con las jaurías distribuidas en sus sueltas, comenzó la montería. Los perros empezaron fuertes, y los punteros se alargaron mucho buscando caza. Pronto toparon con las primeras reses cervunas y comenzó la fiesta. En el pandero del final se sentía tumulto y muchas ladras cruzadas, cada vez, más cerca de nuestro puesto.
Por si hiciera falta una pizca más de emoción, el cielo dijo que ya había dado mucha tregua, y rompió a llover como hacía tiempo no veía. Gotas gruesas, frías y veloces estampaban con virulencia en nuestro cuerpo. Cuando más apretaba, entre las lentiscas del cerro que teníamos enfrente apareció un grupo de 3 ciervas con 1 venado -muy aparente- perseguidos lontananza por unos cuantos podencos. Carlos mi primo, y yo, nos echamos el rifle a la cara como buenamente pudimos, y tras errar los primeros disparos, pudimos revolcarlo, con un tiro en los cuartos traseros. Ya teníamos el primero…
Testero del 3 de Vallehermoso
Llegó un punto en el que la sensación de agua era tan fuerte que ya no merecía la pena el refugio que ofrecía el paraguas, la lluvia había calado por todos lados y solo quedaba aguantar el tirón. Justo ese momento, un gran venado asomó por las bajeras del arroyo en nuestra dirección. ¡Menudo pavo! Andando ligero avanzaba en paralelo a mí. Cuando me eché el rifle a la cara pude apreciar perfectamente un candil larguísimo con el final de la punta blanqueada. Me costó 3 tiros, pero conseguí hacerme con él. Menudo lance, mucho voltaje, emociones a flor de piel en momentos extremos.
Luego, la mañana cambió a mejor, y pese a que volvió a ver chaparrones puntuales, no se parecieron ni de lejos a los que nos cogieron durante los lances. Incluso por momentos salió el sol, y con él, un hermoso arcoíris que nos volvía a mostrar la naturaleza en toda su plenitud.
Los perros hicieron lo que pudieron, pues la selva que teníamos por monte en Vallehermoso era harto complicada de montear. El día tampoco ayudó, y aunque nos imaginamos que había cochinos por la zona, no llegamos a verlos… muchos factores en contra.
Y tras la tormenta...
Cuando fuimos a marcar nos llevamos la grata sorpresa que no solo conseguimos abatir dos buenos venados, sino dos animales adultos, tal y como mostraban sus rosetas, caídas y clavadas a milímetros de la piel craneal. Esto es fundamental, y es la función que todo cazador debe asumir cuando pone un pie en el campo, el éxito está en dar caza a animales maduros, de avanzada edad… y si eso conlleva – en ocasiones- un mejor trofeo, doblemente mejor.
También vivimos la famosa «cara b» de la montería. Nuestros vecinos de armada, ante un día desafortunado en lo numérico, intentaron de muy burdas maneras apropiarse de uno de nuestros venados. Y digo yo… ¿Conocerán estos «cazadores» la Ley de la primera sangre? ¿Sabrán algo de educación montera? Prefiero concederles el beneficio de la duda. Hay que aprender a ser honestos en el campo, las reses se fallan, y se seguirán fallando. Como diría mi padre, hay que apuntar más y relatar menos…
Con la entrada de la tarde llegó el sol, y el campo lucía un brillo espectacular. En la junta de carnes se presentaron 48 venados -algunos realmente buenos- y 5 marranos. Un resultado bueno, que a buen seguro hubiese sido mejor si el día hubiera templado antes.
Cita para la historia de Antonio Cencerra, un nuevo bastión ha sido conquistado, El Fontanarejo. Jornada áspera y salvaje, de las que remueven las entrañas de todo cazador, haciéndonos reflexionar sobre los auténticos valores de la montería.