José Manuel Aguilar Cuenca

José Manuel Aguilar CuencaSamira Ouf

José Manuel Aguilar, psicólogo forense y profesor

«Hay muchos viviendo de la industria del maltrato, gente que no sabría ganarse la vida de otra manera»

Hablamos en su despacho de Córdoba sobre asuntos que han estado ocultos, perseguidos y apartados del debate público

Hay que ser especialmente generoso para conceder una entrevista que no hable de los libros propios sino del texto de otro autor. José Manuel Aguilar Cuenca (Madrid,1968) lo es, aunque no se pretende, exactamente, hablar del libro ‘Esto no existe’ de Juan Soto Ivars sino partir de lo que en él se denuncia, algo que (por fin) se ha trasladado al foro público y parece ser la mecha encendida de un movimiento que ya no va a parar y que va más allá de las denuncias falsas e instrumentales: la lucha contra la sinrazón feminista y la dictadura de género.

Licenciado en Psicología por la Universidad de Granada en 1997, Aguilar comenzó su trayectoria profesional ese mismo año como psicólogo sanitario y, apenas dos años después, incorporó también el ejercicio de la psicología forense. Desde entonces, su trabajo se ha desarrollado en contacto directo con la realidad clínica y judicial, una doble vertiente que ha marcado de forma decisiva su enfoque profesional y su producción intelectual. Durante más de una década compaginó esa labor con la dirección de una empresa de investigación social y estudios de opinión, actividad que abandonó en 2011 para centrarse exclusivamente en la práctica clínica y forense.

En la actualidad, su trabajo diario se reparte entre la atención a pacientes y la elaboración de informes periciales para juzgados y tribunales, ámbito en el que interviene de forma habitual en procedimientos complejos vinculados al derecho de familia y la psicología jurídica. Esa experiencia práctica ha sido la base de una intensa labor divulgativa e investigadora, reflejada en numerosos artículos publicados tanto en revistas especializadas como en prensa generalista, así como en nueve libros dedicados a distintos aspectos de la psicología legal y forense.

Fue pionero en lengua española al abordar cuestiones entonces poco tratadas desde una perspectiva psicológica aplicada al ámbito judicial. En 2004 publicó el primer libro sobre síndrome de alienación parental (SAP), al que siguieron obras sobre custodia compartida en 2005 y abuso de influencia en 2011. Estos trabajos se han convertido en referencias en su campo, con sucesivas ediciones y traducciones a otros idiomas.

Entre 2009 y 2011 trabajó como psicólogo e investigador para el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, institución para la que elaboró dos guías prácticas dirigidas a los usuarios. Su trayectoria profesional se ha completado con una intensa actividad como ponente en universidades y congresos internacionales, con intervenciones en países como Colombia, México, Portugal o Alemania.

Desde 2018 es profesor universitario de Psicología Legal y Forense en la Universidad Loyola Andalucía y participa semanalmente en el espacio radiofónico Tertulia de Chicos, del programa Fin de Semana de COPE, donde analiza la actualidad desde la perspectiva de la salud mental. En la actualidad continúa ejerciendo como psicólogo sanitario y judicial, una labor que compagina con la docencia universitaria y su actividad como novelista.

José Manuel Aguilar Cuenca

José Manuel Aguilar CuencaSamira Ouf

- ¿Cómo está viviendo toda esta marea que se ha levantado al hilo del libro de Juan Soto Ivars?

- Pues como el espectador que ve algo absolutamente conocido y que lleva contemplando desde hace más de veinte años, incluso antes, por supuesto, de la aprobación de la Ley de Violencia de Género en 2004, con el Gobierno de Zapatero. Y encantado de ver que hay una sociedad civil que ha cogido el testigo de la queja y de la denuncia que, desafortunadamente, mi generación sí hizo. Porque antes éramos tres heterodoxos, absolutamente tachados y apartados, y ahora hay una masa crítica.

-Usted, hace más de veinte años, ya se dedicó a hablar y a abordar una figura como el síndrome de alienación parental, que, por cierto, creo que le ha provocado más de un dolor de cabeza, ¿no?

- Más de un dolor de cabeza y una infinita cantidad de satisfacciones, porque he conocido a través de él a muchísima gente maravillosa. De hecho, esa estantería que hay detrás de ti está llena de gente, de padres, de regalos, de detalles; por ejemplo, de niños que en aquella época tenían nueve años y ahora me los encuentro en la feria con treinta y seis, casados, y que me presentan a sus hijos.

Ha sido algo tremendo en la dirección de tener que enfrentarse al poder y seguir enfrentado al poder, al poder político. Porque todo esto no es más que un paripé, es tapar el sol con un dedo. Luego, cuando tomas un café con un juez, con un fiscal, con un abogado o, por supuesto, con un padre o una madre, todos te asienten y te dicen que sí, que este es el día a día, que esta es su cotidianidad, que es lo que hay.

¿Y qué ocurre? Que ante esta situación es como en la época de Berlanga y la censura: hay que buscar otras maneras de contar la realidad y de enfrentarse al poder. Por ejemplo, desarrollamos distintos conceptos que se han generalizado, como las interferencias parentales severas. Hablamos de interferencias parentales severas y decimos exactamente los mismos criterios que definen desde los años ochenta la alienación parental, pero utilizando otros conceptos y otra forma de hacerlo. ¿Por qué? Porque el poder podrá decir que el mundo tiene que ser de una determinada manera, pero el mundo es independiente de lo que diga el poder.

- El libro de Soto Ivars, precisamente, parte de esa realidad ocultada que profesionales como es su caso, psicólogo forense que trabaja en tribunales, ya palpaban, pero que, sin embargo, se ha ordenado esconder.

- Vamos a ver, el poder siempre quiere ocultar aquello que no se ajusta a sus intereses. Ya sabes aquello de «yo solo creo en las estadísticas que puedo falsear yo», y eso es algo que han llevado absolutamente a gala. Mientras han podido, han generado un discurso único, una sola voz, y han construido una realidad totalmente ajena a los hechos.

Yo sueño con un gobierno de la evidencia, sueño con profesionales de la evidencia. Lo que tenemos hoy en día son profesionales que actúan como comisariados políticos. Luego hay otros profesionales que sí se basan en la evidencia, pero que quizá no tienen la suficiente valentía como para llamar a las cosas por su nombre. Y finalmente están quienes, además de basarse en la evidencia, deciden que, si la técnica y el conocimiento científico lo llaman blanco, lo llaman blanco, y si lo llaman silla, lo llaman silla. Esa es la graduación y esa es la realidad.

Desafortunadamente conviven profesionales que funcionan como representantes del poder político, de la ideología política y de la agenda momentánea que se está desarrollando. Además, estamos hablando de una ciencia blanda. Esto no es dos más dos son cuatro. Aquí son capaces de decir que dos más dos son siete, decirlo y sostenerlo. Eso ya lo decía Orwell y lo estamos viendo todos los días.

Afortunadamente, quienes han estado en la vanguardia han generado un entorno que ahora otros han recuperado, lo han hecho suyo y han cogido su bandera. Ese relevo está ahí y este es el momento. El gran problema es que las reacciones tienden a ser extremas. Cuando nos enfrentamos a una situación tendemos a irnos al otro extremo, y esa es mi gran preocupación hoy en día: que vayamos al otro extremo, porque ningún extremo tiene valor absoluto.

La única posibilidad que tenemos es el debate, el razonar, el comentar, el ver qué posibilidades hay de que sea una cosa o sea otra, contemplar distintas expectativas y no una verdad única. Esa verdad única, ¿cuántos hombres y cuántas familias ha dejado destrozados en el camino? Tendríamos que hacer un cálculo, pero el poder lo primero que hace es negar que podamos investigar. Nos han negado el acceso a los datos, por completo y mediante múltiples estrategias. No tenemos datos y, por tanto, no podemos crear ciencia.

La ciencia serviría para mejorar el mundo, porque lo que hace es encontrar los problemas, analizarlos en profundidad y ofrecer soluciones. Pero aquí eso es imposible. ¿Por qué? Porque, entre otras cosas, no se pretende solucionar. Esto se ha convertido —y en argot, entre nosotros, lo seguimos llamando así— en la industria del maltrato. Hay mucha gente viviendo de esto, gente que no sabría ganarse la vida de otra manera, porque no tiene recursos, ni capacidad, ni conocimiento ni formación.

José Manuel Aguilar Cuenca

José Manuel Aguilar CuencaSamira Ouf

Y esta verdad única nos ha llevado a tener una ingente cantidad de personas afectadas, que podemos calcular perfectamente en cientos de miles, y en torno a unos diez mil niños afectados al año. Haz la cuenta después de veinte años.

- Muchos de ellos han pasado por esta consulta, ¿no?

- Muchos de ellos han pasado por esta consulta. Muchos de ellos se convirtieron en pacientes míos; algunos incluso fueron alumnos míos. Muchos de ellos tienen ahora mismo treinta y cinco, treinta y seis años, y siguieron con su vida. Te cuentan cómo es su día a día.

- ¿Qué relación hay entre el síndrome de alienación parental y las denuncias instrumentales?

- La manera que hay para que padres y madres puedan apoyar una ruptura y buscar esa ruptura es denunciar distintos acontecimientos: abusos sexuales, violencia de género. Y lo importante aquí, dentro de esa estrategia de uso instrumental del derecho —absolutamente legítimo en otras circunstancias, pero aquí utilizado de manera instrumental—, es apoyarse en el testimonio de los hijos y hacer un bloque.

Hay una gran diferencia entre lo que es plantearse una familia. Una familia es un sistema, es un conjunto de piezas que engranan y trabajan conjuntamente. Aquí lo que se hace es una amalgama, una masa, donde no hay diferencia entre lo que necesita o desea uno de los progenitores y las necesidades y deseos del crío, del hijo o del joven, me da lo mismo.

De eso es de lo que estamos hablando: de esa fusión en la que se niega la individualidad y lo que hay es una masa amalgamada. Entonces, lo ideal, las estrategias que define y ofrece el derecho penal, y su uso espurio, sirven para apoyar la ruptura y buscar la ruptura.

El procedimiento de «me divorcio y te denuncio por una cuestión» se aprovecha luego del propio procedimiento judicial. Estos tiempos son absolutamente geológicos, en los que hay un año de instrucción, dos años de instrucción… Has de considerar que dos años en un adulto son dos años. En un menor de seis años podemos hablar de aproximadamente diez. La percepción del tiempo es distinta. En los niños el tiempo es muy dilatado; conforme se hacen mayores se va acortando hasta ajustarse a la percepción que tenemos los adultos.

José Manuel Aguilar Cuenca, durante la entrevista

José Manuel Aguilar Cuenca, durante la entrevistaSamira Ouf

Entonces, claro, desaparecer durante nueve o diez años, con una orden de alejamiento mientras la administración está intentando proteger esa situación para ver si penalmente se sustancia algo o no, genera un tiempo infinito en el que se puede trabajar para demoler cualquier tipo de recuerdo que pudiera haber e instalar cualquier otro que a uno le apetezca en la mente de los niños sobre la otra persona. Eso es lo que se utiliza.

- Decía José Ortega y Gasset que toda realidad ignorada prepara su venganza.

- Sí, sí, absolutamente. Además, la cita es fantástica en ese sentido. Vamos a ver, el gran problema que tenemos es que, al negar —o mejor dicho, al banalizar— problemas tan serios como la violencia, nosotros ya planteábamos hace veinte años que esto era como un servicio de urgencias.

A un servicio de urgencias va quien tiene una torsión de tobillo, quien va porque tiene un catarro y quien va porque tiene un infarto. Como los recursos son limitados, el del infarto corre un riesgo terrible si no se le atiende de inmediato. Los otros dos no tendrían que estar en urgencias. Pues aquí pasa exactamente lo mismo.

Hay que atender a tanta gente que está usando esto de manera espuria que, realmente, la gente que hay que proteger se queda con un recurso mínimo o incluso absolutamente desprotegida. Eso a nivel puramente administrativo.

Pero luego está, por otro lado, el efecto educativo, lo que se queda en la mente de la gente. Se están banalizando cosas muy serias. Cualquier cosa es maltrato. Si cualquier cosa es maltrato, nada es maltrato. Si todo es verde, no hay colores.

A esto se suma el uso instrumental sin depurar y, sobre todo, sin ninguna consecuencia cuando se descubre que no hay nada detrás. Te pongo un ejemplo muy reciente: una pareja se separa y una persona denuncia a la otra porque supuestamente la ha secuestrado. No, perdóname: no te ha secuestrado. Te está diciendo que te vayas cuando quieras, pero que de ahí no te llevas a tu hijo porque esa es su casa. Y la denuncia es por secuestro. ¿Cómo se puede llegar a esto? ¿Y cómo puede la administración aceptar esto y archivarlo directamente sin ningún tipo de consecuencia?

¿Sabes el dinero público que cuesta un juicio? Un juicio mínimo son doce mil euros. Ahora multiplícalo por decenas de miles de denuncias espurias e instrumentales. Haz la cuenta. ¿Cuánto presupuesto es eso?

- Eso es trasladar al Código Penal la regulación de las relaciones entre un hombre y una mujer, porque hablamos fundamentalmente de relaciones heterosexuales, entiendo, ¿no?

- No, no, no, incluso homosexuales. No hay ninguna diferencia. Está afectando a la sociedad completa. Vamos a ver, yo me he encontrado procedimientos entre parejas de mujeres exactamente iguales, con la misma instrumentalización que en parejas heterosexuales y, de hecho, la violencia en parejas de mujeres es uno de los grandes tapados de esta historia. Es varias veces superior a la de las parejas heterosexuales y también superior a la de las parejas homosexuales masculinas, y eso es un clásico de estudio. De hecho, le dedicamos una clase en la universidad. Es otra de las cosas de las que no se habla.

¿Y cómo está afectando esto? Pues ahora nos los estamos encontrando en consulta, en clínica —vamos a abandonar un momento el ámbito forense—. En clínica lo que estamos encontrando es que las chicas no encuentran pareja porque los chicos no quieren emparejarse. Los chicos dicen: «Yo voy a perder mi libertad». No, no, yo estoy contigo y voy de flor en flor. Van pasando los años y, cuando ellas llegan a los treinta, quieren empezar a construir un modelo de familia, tener hijos y demás, y ellos dicen: «¿Qué? No, no. Me voy con las de veinte, que quieren seguir de fiesta».

La violencia en parejas de mujeres es uno de los grandes tapados de esta historia

Eso es lo que está ocurriendo. Se han banalizado las relaciones y eso ha generado muchísimos problemas: ansiedades, inseguridades, la sensación de que en cualquier momento todo se puede acabar. Y lo más curioso de todo esto es que ocurre porque las mujeres han masculinizado las relaciones de pareja. Es decir, lo que antes hacía el chico —acostarse contigo y mañana no querer saber nada— ahora lo hacen ellas desde hace tiempo, y los chicos están encantados.

Las mujeres no han creado ningún modelo nuevo. Han tomado los modelos masculinos y los han llevado al extremo, sin generar una nueva realidad de relaciones personales. En absoluto. Hoy no hay nada más sencillo que acostarse con una mujer, lo difícil es desayunar con ella.

- ¿Qué precio se está pagando después de veinte años?

- Si en 2004 fallecían, pongamos una cifra redonda, cincuenta y cinco mujeres al año, ahora fallecen aproximadamente cincuenta y cinco mujeres al año, veinte años después, pero tras decenas de miles de millones de euros invertidos. Todo ello con una banalización absoluta de derechos fundamentales como la libertad individual y la presunción de inocencia, que no existe en los juzgados de violencia de género para los varones.

En el juzgado de violencia todo el mundo sabe a qué se juega: se juega a que eres culpable hasta que se demuestre lo contrario. Hay multitud de sentencias dictadas «por si acaso». No hay nada, incluso se duda de que haya algo, pero por si acaso se sanciona, aunque sea con lo mínimo.

Eso es lo que estamos teniendo. Y con ello se genera un descreimiento profundo en la administración de justicia, en los valores familiares, en las relaciones personales, en la idea de que el Estado te va a proteger. Se instala la percepción de que el Estado te instrumentaliza.

José Manuel Aguilar Cuenca, durante la entrevista

José Manuel Aguilar Cuenca, durante la entrevistaSamira Ouf

También se han deteriorado valores filosóficos como la igualdad, hasta el punto de que hoy se ridiculizan cuando son valores claros y defendibles, tal y como planteaba el primer feminismo. Se han llevado a extremos tales que la gente ya no quiere ni hablar de ello.

De hecho, los chavales —mis pacientes de veintitantos años—, cuando una chica empieza con su discurso feminista, cogen la copa y se van a otra mesa. Eso es lo que hacen, y además te lo dicen. Bromean con ello, pero es así: ya saben lo que hay y no quieren ponerse en riesgo.

- Ha hablado antes de la «industria del maltrato». ¿El gran problema sigue siendo todo ese negocio paralelo, todos esos puestos, todos esos observatorios, todos esos institutos que se han creado en torno a la denominada violencia de género?

- Nuestra política, y los políticos de este país en particular, tienen una tendencia clara a la colonización. Funcionan de manera vírica. Tenemos un ejemplo muy claro en lo que fueron las cajas de ahorro en la primera década de este siglo. Las cajas eran entidades que, en muchos casos, tenían más de un siglo de vida; eran un negocio de éxito, nacido en el pueblo y para el pueblo, los montes de piedad, donde se podía conseguir de manera cercana ese recurso básico, muchas veces incluso para la supervivencia. Así arrancaron y luego se consolidaron como entidades con un valor de negocio claro.

La política las colonizó y en menos de una década las destruyó, las devoró. ¿Por qué? Porque se pusieron planteamientos ideológicos por encima de los planteamientos de negocio que las habían llevado a ser un modelo de éxito.

Ahora mismo está pasando exactamente lo mismo con todo. Primero se han copado todo tipo de instituciones. Hoy en día ya no se habla de Televisión Española, se habla de «Telepedro». Pero esto ocurre también con otros canales, incluso a nivel local, que han sido utilizados como herramientas de educación ideológica.

Nuestra política, y los políticos de este país en particular, tienen una tendencia clara a la colonización. Funcionan de manera vírica.

Agencias de noticias, canales… se va colonizando todo. Y lo más importante que estamos viendo ahora es cómo se han colonizado las grandes empresas de este país. El futuro de esas empresas va a ser desastroso, porque sabemos que todo lo que toca la política termina pudriéndose. Estamos hablando de grandes empresas de telecomunicaciones, de grandes empresas de defensa, que me temo que acabarán también colonizadas.

Este es el funcionamiento de este tipo de política, una política que lo que pretende es el gran negocio, no hay más. A base de colonización. Aquí se genera negocio con cualquier cosa y lo primero, lo fundamental y lo sencillo, es generar negocio con las ideas.

Se han creado multitud de elementos que, objetivamente, cubren necesidades reales y son necesarios, pero que están totalmente dirigidos y enfocados a una ideología concreta y a un objetivo ideológico determinado.

- Los medios también tenemos nuestra parte de responsabilidad. Me remito a un último titular, de estos días, ciertamente escandaloso. Los hombres asesinan a su hijos, asesinan a una mujer, pero «una mujer se precipita con sus hijos al vacío».

- Yo recuerdo titulares hablando de «suicidio extendido», por parte de los medios de comunicación, cuando pasaba algo así hace algunos años. O recuerdo un titular que decía «Despierta a su marido de la siesta con un martillo», que hizo que yo reclamara al periódico en cuestión y que tuviera que cambiar el titular. ¿Alguien se hubiera atrevido a escribir ese titular si quien hubiera cogido el martillo hubiera sido un hombre contra una mujer? «Ha despertado a su mujer con un martillo». No se haría.

Sí, hay una grandísima responsabilidad y, de hecho, hubo un ejemplo muy claro hace no tanto tiempo. El Gobierno negó la publicidad institucional —perdón, las ayudas en forma de publicidad institucional— a determinados medios. Y lo que hicieron algunos de ellos, recuerdo perfectamente la actuación de El Mundo, fue apoyar la reclamación que planteaba algún grupo político para que se dijera exactamente cuántos niños habían muerto a manos de su madre, que es uno de los secretos de Estado mejor guardados.

Entonces, periódicos de tirada nacional, punteros, empezaron a apoyar esa medida con titulares, con artículos de fondo y con artículos diarios, hasta que, en muy pocos días, el Gobierno rectificó, volvió a conceder publicidad institucional a esos periódicos y todo regresó al caldo caliente. Eso pasó hace poco.

- Usted tiene varios libros publicados. ¿Han intentado quemárselos? ¿Están apartados del circuito comercial?

- Han sido eliminados de muchas bibliotecas públicas, de muchas librerías, pero afortunadamente hoy, con Internet, eso es como ponerle puertas al campo.

Y luego hay una cuestión clara: España no es más que una isla en un mar de islas. No hay más que meterse en Internet y descargarlos, o acudir a textos publicados en Reino Unido o en Irlanda. En esos países se ha considerado la alienación parental como uno de los grandes problemas de salud mental pública, junto con el alcoholismo, la drogadicción o la seguridad vial. Es decir, dentro de los grandes problemas de salud pública, se incluye la alienación parental. Eso, por ejemplo, lo hizo Reino Unido hace ya mucho tiempo.

Y, por otro lado, aquí tenemos esta legislación prohibitiva por parte del Gobierno español, pero también tenemos al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que es el tribunal superior a nivel jerárquico en la Unión Europea, y que habla regularmente de la alienación parental en sus sentencias.

Jose Manuel Aguilar Cuenca

Jose Manuel Aguilar CuencaSamira Ouf

- No existe la alienación parental oficialmente, al igual que no existe la denuncia falsa, entonces.

- Existen las denuncias falsas, por supuesto. Y es algo que todo el mundo conoce. Lo divertido —vamos a ponerlo entre comillas— de toda esta circunstancia es que todo el mundo conoce a alguien a quien le ha pasado.

- ¿Qué precio ha tenido que pagar profesionalmente por mantener unos principios, pero sobre todo unos principios basados en lo que antes comentaba, en datos que apoyan una tesis científica?

- Bueno, supongo que si hubiera cogido el otro camino, si hubiera abrazado los principios del poder, me habría ido mucho mejor y habría llegado a puestos mucho más altos. Pero estoy absolutamente seguro de que, por otro lado, habría tenido serios problemas para conciliar el sueño y para poder comer tranquilamente.

No considero que haya tenido que pagar un gran precio. Estoy tranquilo. Me encanta mi ciudad, me encanta Córdoba, me encantan mis amigos en Córdoba, me encanta mi vida en Córdoba. Eso quiere decir que ahora, en Navidad, me vaya a Madrid —como bien sabes, soy oriundo de allí— a ver a mi familia y a mis amigos, a pasar unos días.

Por encima de todo está la coherencia. Sé que he perdido puestos en la universidad, sí, lo sé. Sé que he perdido posibilidades de trabajar en determinadas circunstancias, también lo sé. Las conozco y sé perfectamente cuáles son. He visto cómo mis libros eran rechazados por determinadas editoriales porque no se acogían a una determinada idea política o a unos principios ideológicos concretos. Lo sé.

Pero no me preocupa. No es algo que me reconcoma ni que me ocupe un segundo de tiempo. Sé que he tenido que trasladar mi colegiación a otra comunidad autónoma porque en Andalucía era perseguido constantemente, sí, pero por encima de todo está dormir tranquilo.

José Manuel Aguilar Cuenca, visto por Samira Ouf

José Manuel Aguilar Cuenca, visto por Samira Ouf

Y me conoces, llevo diciendo esto hace veinte años, lo digo ahora y lo seguiré diciendo dentro de veinte años. También es cierto que a lo largo de mi vida me he encontrado continuamente con gente que me decía: «Qué razón llevabas hace cinco años, hace diez años, cuando decías aquello». Eso me ha pasado infinidad de veces.

Así que esto es lo que hay. Lo que no se puede decir es que no haya sido coherente en ningún momento, ni que haya cambiado de un extremo a otro. Estoy encantado de que otros hayan llegado ahora a la misma conclusión. Algo hemos perdido, porque hace veinte años se podía debatir sobre la alienación parental y sobre la posibilidad de la denuncia falsa, y hoy eso es prácticamente inviable.

- De ahí el éxito del libro de este señor, ¿no?

- Sí, bueno, sí. Es cierto que hemos perdido calidad democrática. La calidad democrática está en sus horas más bajas. El hecho de que no se pueda debatir determinados temas en cualquier lugar donde te apetezca —me da lo mismo que sea en la universidad, en un medio de comunicación o en la plaza pública—, que te hagan un escrache, como se dice ahora, o que se recurra a una forma de censura violenta, habla claramente de la calidad democrática de este país.

Eso lo podemos plantear desde un punto de vista teórico, desde el pensamiento, pero también te digo una cosa: yo tengo un dolor muy fuerte, y es que mi trabajo con personas, mi trabajo con mis pacientes, hace veinte años que podría haberse hecho medianamente bien. Y, de haber sido así, nos habríamos evitado decenas de miles de personas que han sufrido innecesariamente y que van a seguir sufriendo innecesariamente.

El hecho de que no se pueda debatir determinados temas en cualquier lugar donde te apetezca habla claramente de la calidad democrática de este país.

Desde el punto de vista sanitario —porque, al fin y al cabo, no soy más que un sanitario—, eso es lo que realmente me duele. Saber que el año que viene va a pasar exactamente lo mismo y que habrá otros miles de personas a las que no se les va a poder ofrecer lo que necesitan, porque el Gobierno dice que eso que necesitan no es lo que necesitan, ni que los medios para curar lo que necesitan sean exactamente los medios que corresponden.

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