García Carrés dirigiéndose a los jerarcas del Movimiento

García Carrés dirigiéndose a los jerarcas del MovimientoL.E.T.

Crónicas castizas  Historias del innombrable

La familia de Juan comprobó que ya no estaba el arma de fuego ni tampoco tres millones de pesetas que había allí

Ser del equipo del ministro Girón tenía lo suyo. Juan y él eran camaradas y, a pesar de ello, amigos. Uno era castellano y el otro, catalán. Su despacho personal lo había copiado exactamente del de su jefe, una reproducción fiel. El detalle que lo diferenciaba era que la pieza la presidía un retrato a tamaño natural de Girón. Y si uno era ministro de Trabajo, el otro era el jefe del sindicato de Actividades Diversas y bien diferentes que eran, las actividades: loteros, peluqueros, serenos… Los pequeños regalos y algún homenaje llenaban las estanterías de madera, donde también se agolpaban los libros del Movimiento y la Guerra Civil. Juan había sonado ya tres veces para ministro de Trabajo, pero nunca tuvo el nombramiento.

Viviendo en pecado

El caso es que un día Juan recibió una carta manuscrita, recibía muchas, pero aquella la leyó y la curiosidad dejó paso al estupor. Una viuda le contaba que tenía un despacho de loterías y varios hijos, se había vuelto a enamorar, ahora de otro viudo, también con prole, y vivían amancebados porque casarse supondría, por las leyes del momento, perder el chiringuito de sorteos, que era el sustento de toda la familia. La viuda pedía una solución para poder vivir cristianamente y legalizar su situación.
Juan se quedó impresionado y pidió audiencia al jefe de Estado en El Pardo. Cuando le recibió el Generalísimo, que no se puede nombrar por la ley esa de imposición de la memoria de unos sobre otros, Juan fue directo al grano: «Una mujer vive en pecado por su culpa, Excelencia». El innombrable casi pega un salto al escucharle tamaña acusación pero, gallego de pro, quiso saber más sobre la cuestión antes de liarse a soltar imprecaciones legionarias, dado que era fundador, junto con el entonces teniente coronel Millán Astray, del Tercio de Extranjeros, unidad creada para salvar vidas de gentes de reemplazo en la guerra de Marruecos a cambio del sacrificio de voluntarios de todas las procedencias. Más de cien años hace de aquello.
Juan le expuso a su caudillo la cuestión y este obró en consecuencia haciendo cambiar la ley para que las viudas que se volvieran a casar no perdieran los despachos de lotería, que eran su único sustento.

Intimidades y papel de fumar

En otra ocasión, el ministro Girón, dicen, iba a ver a su amante cuando se percató de que alguien le seguía. Hombre bravo, dobló una esquina, le esperó y se encaró con su perseguidor. Zarandeado, este se identificó como policía y farfulló que alguien en Gobernación le había encargado que investigara su vida privada, que era algo alegre para los tiempos que corrían.
En la primera ocasión que tuvo, Girón se quejó al jefe del Estado del hecho, indignado porque desde Gobernación, luego Interior, ordenasen nada menos que seguir a un ministro para conocer los recovecos de sus intimidades. El inefable le miró a la cara y le dijo: «¿Usted qué se cree, Girón que me la cojo con papel de fumar?».
Esta anécdota la contó durante una comida el León de Fuengirola y, como le gustaba potenciar su imagen bestia, acabó con un exabrupto: «Tiene cojones, el caudillo presumiendo de putero». Nada más lejos de la realidad pero el ministro era así, de aquella manera que eran los asaltantes del Alto de los Leones.

Una pistola y tres millones

Por cierto, cuando a Juan le detuvieron por el intento de golpe de Estado del 23 de febrero, uno de sus acólitos se presentó en su casa, movió el citado cuadro de Girón que había en el despacho y descubrió una caja fuerte con la excusa de llevarse una bonita pistola que había allí por si se producía un registro, cosa que si hubieran hecho tendrían las grabaciones de esa noche en que España estuvo en vilo porque Juan había guardado todas las conversaciones. Tras marcharse el propio, la familia de Juan comprobó que ya no estaba el arma de fuego ni tampoco tres millones de pesetas que había allí y de los que nunca más se supo. De las cintas del 23F nos enteramos mucho después cuando su hijastro las hizo públicas para sorpresa de unos y vergüenza de otros. Pero esa es otra historia que dejo a los catedráticos a los que debo euro y medio.
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