Una excavadora trabaja en la Ermita de Vilches
Arganda del Rey salva la histórica Ermita de Vilches de su desaparición y consigue restaurarla
Este lugar santo estaba a punto de caerse y quedar enterrado bajo el suelo del municipio madrileño
El municipio madrileño de Arganda del Rey ha salvado a la histórica Ermita de Vilches de su completa desaparición por su estado de conservación. Los técnicos arqueológicos de la Comunidad de Madrid ya están sobre el terreno de este espacio para comenzar con los trabajos para la puesta en valor de uno de los símbolos históricos del municipio.
Los trabajos de desescombrado y limpieza en la Ermita de Vilches han comenzado esta semana como paso previo a los sondeos arqueológicos que se ejecutarán en los próximos días con georradar para conocer en detalle la situación del yacimiento.
«Empezamos a cumplir un sueño que parecía imposible. Recuperar la Ermita de Vilches nos va a permitir poner en valor uno de nuestros símbolos históricos», ha declarado Alberto Escribano, alcalde de Arganda.
Esta actuación puesta en marcha desde la dirección general de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid es la primera de este calado en Arganda desde la inauguración en 2009 de la Torre de Telegrafía tras su rehabilitación.
La Ermita de Vilches ha sobrevivido al paso del tiempo. La actual construcción es una pequeña iglesia ubicada a menos de tres kilómetros del casco urbano de Arganda, que data del siglo XVII y que sustituyó a la edificación original.
Varios operarios trabajan en la Ermita de Vilches
No fue hasta 1812 cuando el Arzobispado decidió clausurar el recinto como consecuencia de su mal estado; hasta entonces sirvió como lugar de liturgia y se cree que como panteón de la familia Santoyo.
En este sentido, la Ermita de Vilches volvió a ser patrimonio municipal tras la cesión desinteresada al Ayuntamiento de Arganda del Rey por parte de las hermanas Elisabeth y Margarita Elena Rothfritz Schich de los terrenos donde se sitúa el edificio del siglo XVII.
Las propietarias de la parcela cedieron gratuitamente la parcela con la idea de una futura puesta en valor del bien patrimonial y garantizar su conservación y difusión.
Esta iglesia de estilo mudéjar acogió actos litúrgicos para la población de Vilches, poblado que, al igual que ocurrió con Valtierra, fue abandonado a mediados del siglo XVI.
Ermita de Vilches en Arganda del Rey
Los habitantes se trasladaron a la zona del Castillo de Arganda, lo que provocó el abandono de Vilches y de su Ermita. Pese a ello, el edificio ha logrado resistir al paso del tiempo, conservando todavía parte de sus muros y el carácter propio de este tipo de construcciones históricas.
La Ermita de Vilches figura mencionada en las Relaciones de Felipe II. Durante el siglo XVI, el poblado pasó a formar un mayorazgo en manos de la familia Santoyo, quedando separado administrativamente de Arganda.
Más adelante, en el siglo XVIII, fue adquirida por el Arzobispado de Toledo, hasta que, tras la desamortización de Mendizábal, pasó a manos de Gonzalo José Vilches. Desde entonces permaneció como propiedad privada hasta que, el pasado martes, se formalizó ante notario su cesión al Ayuntamiento.
Los trabajos de recuperación en la Ermita de Vilches ya han comenzado
Características
La Ermita de Vilches se levantó a comienzos del siglo XVII, reemplazando a la antigua Ermita de estilo mudéjar. Sus muros fueron realizados con aparejo toledano, alternando hiladas de ladrillo y mampostería, mientras que el interior se decoró con estucos que reproducen elementos arquitectónicos como pilastras, cajeados y gallones en la cúpula.
El edificio cuenta con una sola nave, cubierta por una bóveda rebajada sostenida por arcos torales. Uno de estos arcos aún se conserva al final de la nave. La cabecera presenta una planta octogonal en el exterior y circular en el interior, donde se eleva una cúpula semiesférica asentada sobre un tambor circular.
En el extremo opuesto de la Ermita se situaba el coro, y a ambos lados de la cabecera se proyectaban al exterior dos estancias cuadradas destinadas a sacristías. Allí se celebraron oficios religiosos hasta el año 1812.
En la cabecera se abrían las puertas que daban acceso a las sacristías y, a la altura del tambor, dos ventanas permitían la entrada de luz al espacio central. El altar estaba presidido por una talla de la Virgen María, desaparecida —como tantas otras imágenes religiosas— durante la Guerra Civil.