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19 de abril de 2024

Christina O

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La legendaria arca de Onassis navega por el Mediterráneo

El mítico Christina O sigue siendo uno de los yates más grandes y lujosos en uso y se chartea por 650.000 euros la semana. Estos días surca las aguas de la costa amalfitana

Hay otros superyates, pero no son el Christina O. Hay muchas maneras de hacer una entrada triunfal en el histórico puerto del Pireo, pero ninguna, jamás, podrá igualar a hacerlo en la cubierta de esta gran dama del Mediterráneo. La leyenda sigue navegando y aunque esa glamurosa primera jet set que la convirtió en mito se fue para no volver jamás, aunque el Camelot de Jackie se hiciera pedazos, el Christina sigue surcando los mares con esa inmortalidad de los objetos simbólicos capaces de representar toda una época. El teléfono rojo, el Christina O. La leyenda sigue navegando y en estos momentos se encuentra cerca de Capri, precisamente aquella isla donde tantas veces recaló el armador griego y su séquito. La buena noticia es que ya no hay que formar parte de esa legendaria troupe, ni apellidarse Kennedy ni Grimaldi, para darse un chapuzón en su piscina con un mosaico en el fondo que reproduce uno del Palacio de Knossos, para sentarse en los famosos y excéntricos taburetes de su bar, forrados con el cuero más suave del mundo, el prepucio de ballena, para dormir en el camarote que compartieron Ari y Jackie (si es que alguna vez compartieron algo). Basta con gastarse unos 650.000 euros a la semana para gozar del que fuera símbolo de aquel estilo de vida del que todos disfrutamos un poco gracias a las páginas de ¡Hola!, nuestra querida espuma de la vida.
Christina O

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Aunque el legendario yate de Aristóteles Onassis ha cambiado varias veces de manos en los últimos años, se dice que pertenece a un despacho de abogados irlandés, Kirpatrick y se chartea cuando sus propietarios no lo utilizan. Suele pasar los veranos en el Mediterráneo y los inviernos en el Caribe y su clientela habitual se reparte entre europeos, árabes de países del Golfo y, especialmente, estadounidenses. Son los que mejor conocen la historia del barco y es una de las principales razones por las que lo prefieren frente a otras opciones más modernas que podría tener a su alcance por un precio similar: entre 630.000 y 700.000 euros a la semana. ¿Caro? Todo depende de los que esté dispuesto a pagar por dormir en un trozo de historia. Se dice que Ari’s Bar fue el «garito» más exclusivo del mundo. En el río Marilyn, lloró la Callas, bailoteó Nureyev, cantó Sinatra, Taylor lució sus esmeraldas y la Garbo paseó sus aires de gran diva. En él se vieron por primera vez dos políticos fundamentales del siglo XX, Kennedy y Churchill, y se celebraron parte de los fastos de dos de las bodas del siglo: la del propio griego de oro con Jackie, y la de Rainiero de Mónaco con Grace Kelly.
Christina O

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La del Christina arranca en realidad en 1943 cuando fue construido como fragata por encargo de la armada canadiense en plena Segunda Guerra Mundial y fue bautizado con el nombre de HMCS Stormont. Fue uno de los barcos que prestaron apoyo a la operación anfibia más célebre de todos los tiempos, el día D, el desembarco aliado en Normandía. Al terminar la guerra, la fragata se convirtió en uno de los muchos barcos militares que se subastaron y fue adquirido en 1954 por Onassis por 34.000 dólares, el chocolate del loro comparado con los cuatro millones de dólares que invirtió el armador en transformar el patito feo del oleaje de Omaha Beach en el cisne del mar Egeo, en el yate más lujoso y caro de su tiempo.
¿Y por qué la embarcación más exclusiva y glamurosa de su época no era otra cosa que un viejo buque de guerra fabulosamente transmutado? Una cuestión puramente técnica: los astilleros en esta época no fabricaban yates por encima de los 60 metros y a Onassis le gustaba jugar a lo grande. Con sus 99.06 metros de eslora, aún hoy figura en una respetable posición de esos rankings que clasifican a los yates por su tamaño. Sus camarotes son algo pequeños para los estándares actuales (seguramente minúsculos para una Jackie que rehuía la presencia de su marido), otra de sus peculiaridades es su gran capacidad de pasaje a bordo. Sus 17 suites dobles le convierten en el yate más amplio que se puede chartear en la actualidad. Tiene carácter, clase y personalidad. Su silueta es perfectamente reconocible. Sus cubiertas son elegantísimas y aunque el barco se ha renovado en dos ocasiones conserva el espíritu y el sabor de sus años dorados. Su puesta al día le ha añadido spa, gimnasio y esos juguetitos que ahora se estilan para divertirse en altamar, desde tablas de paddel surf a esquí acuático, y esa mezcla de moto acuática y minisubmarino personal.
Christina O

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«Ricos, lo que se dice ricos, somos muy pocos». Antológica frase de Emilio Botín, padre, es decir, el abuelo de la actual presidenta del Banco Santander. Si este es su caso, no tendrá problemas en pagar las elevadas sumas de dinero por pasar unos días en el Christina O o en otros barcos de recreo históricos, con ese plus que confiere su maravilloso pedigrí. Diferentes compañías de venta y alquiler de yates y veleros tienen secciones propias de embarcaciones vintage o históricas. Es el caso de Silver Star Yacting o de Camper&Nicholson, la compañía de charter de yates de recreo más antigua del mundo. Si es usted un mitómano, tendrá unas cuantas opciones para elegir. Si no pertenece a la tribu de los «ricos, lo que se dice ricos», la cosa está un poco más complicada en este caso.
Tal vez pueda intentar hacerle un gran favor al abogado irlandés Ivor Fitzpatrick, actual dueño del Christina, y conseguir que le invite a pasar unos días a su legendario barco de bandera maltesa. La opción b la encontramos, como siempre, en las pantallas. Y en este caso, una opción bien curiosa. El Christina fue utilizado hace unos meses en aguas de Mallorca en la grabación de la quinta temporada de la célebre serie de Netflix, The Crown, si bien es cierto que se le hace pasar por el Alexandros, propiedad del magnate Yiannis Latsis, amigo cercano de Carlos, Príncipe de Gales. El griego le prestó dos veces el uso de su yate, primero en 1991 para ir con Diana y los niños y posteriormente, en 2002, para un crucero con Camilla ParkerBowles. En definitiva, nada como un buen amigo con un buen barquito aunque tu señora madre tenga el Britania.
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