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02 de mayo de 2024

La Isla de San Honorato

La isla de San Honorato

San Honorato, la fabulosa isla de Cannes que acoge a monjes desde el siglo V

Austeridad y delicioso hospedaje frente a los excesos de la Croisette en un bellísimo enclave que fue español

La fascinante isla de San Honorato, en Cannes, acoge una comunidad de monjes desde el siglo V. Austeridad y delicioso hospedaje frente a los excesos de la Croisette en un bellísimo enclave que fue español.
No cabe pensar en un contraste mayor. Lujo, glamur y toda esa hoguera de las vanidades que encarna la alfombra roja a escasa distancia de una pequeña isla habitada por frailes desde el siglo V. Su vida apenas ha cambiado en estos mil seiscientos años: oración, recogimiento, siete misas diarias y cultivo de huertos y viñedos. La pequeña isla de San Honorato se encuentra a tan solo quince minutos en barco del célebre Palacio de Festivales de Cannes, que este fin de semana ha clausurado la 76 Edición de su célebre certamen cinematográfico. El tremendo contraste entre la vida en la abadía de San Honorato y la lujosa Croisette es mayor estos días por todo el ajetreo que mueve el festival, y especialmente de un tiempo a esta parte. Porque en Cannes ya no se dan cita solo directores, productores, actores y actrices. Ese universo de las marcas de lujo de joyas, relojes y moda toma también la famosa avenida de las palmeras para mayor gloria de unas celebridades convertidas en embajadoras de marca y títulos similares y de los carísimos productos que llevan encima cuando lucen palmito en la Croisette.
San Honoracio

San Honorato

El cine parece algo hasta cierto punto algo secundario en esta «mélange» de estrellas, starlets, brillantes, escotes de escándalo y «nepobabies» de Hollywood. La creme de la creme de este mundillo se dio cita el pasado jueves en Antibes, en el incomparable Hotel du Cap Eden Roc, en la gala anual de amfAR. 15.000 euros el cubierto más barato para asistir a una de las galas benéficas más sofisticadas y cotizadas del planeta. El dinero es baladí porque lo verdaderamente difícil es hacerse con la posibilidad de adquirir una entrada. Precisamente el Hotel du Cap es uno de los puntos más bellos y privilegiados de la Costa Azul para observar el archipiélago de Lerins, formado por cuatro islas de las que sólo las dos más grandes están habitadas: Santa Margarita y San Honorato.
La primera es famosa por su castillo, la segunda por su abadía, fundada entorno al año 410 por Honorat d’Arles, siendo uno de los monasterios más antiguos de occidente y de cierta importancia por el gran número de obispos que formó, entre ellos a San Patricio, patrono de Irlanda. Las islas fueron ocupadas por los genoveses en 1400, por los españoles entre 1635 y 1637 (durante la guerra de los 30 años) y por los ingleses en 1706. Posteriormente, durante la Revolución francesa, los monjes fueron expulsados y el monasterio se convirtió en propiedad del Estado. Fue vendida a una rica y famosa actriz de la Comédie-Française, Mademoiselle de Sainval, que vivió allí durante veinte años. En 1859, la isla fue comprada por el obispo de Fréjus, que intentó desde el principio restablecer en ella una comunidad religiosa. Diez años más tarde, una comunidad cisterciense fue fundada y es la que ahora permanece activa.
San Honoracio

San Honorato

La isla Margarita es célebre porque en ella estuvo el preso más célebre de Francia, el enigmático prisionero de la máscara de hierro, en cuyas aventuras se inspiró Alejandro Dumas para su famosa novela. Además de todas las historias que atesoran, son islas bellísimas con calas de ensueño, fondos azul turquesa, iglesias, fortificaciones, pinares y viñedos. Son una invitación a la calma y a la reflexión, especialmente la isla de San Honorato, tal ver por esa vocación monástica palpable en sus 40 hectáreas. Sus únicos habitantes son sus 22 monjes cistercienses. Su vida cotidiana gira en torno a la oración, el estudio, la acogida de visitantes y el trabajo. Desde la Edad Media producen vinos y licores gracias a las ocho hectáreas de viñedos que ocupan el centro de la isla. Los hermanos realizan ellos mismos todas las etapas de la producción: vendimia, vinificación, maduración, envejecimiento, embotellado. Algunos de sus caldos se sirven en las mejores mesas de los mejores hoteles no solo de la Croissete y tiene merecida fama.
El primer viernes de cada mes, los monjes organizan visitas a sus viñedos y catas. A diario hay barcos que salen cada hora del puerto de Cannes con destino a las islas, en un trayecto que dura unos veinte minutos. Por las mañanas se puede asistir a misa, pasear por la isla y comprar algún vino o licor en la pequeña tienda. Es una excursión que merece, sin duda alguna, la pena cuando se visita la glamurosa Costa Azul. Se puede incluso pasar allí una pequeña temporada, hasta un máximo de siete días, pues el monasterio tiene su propia hospedería. Por supuesto, nada que ver con los estratosféricos precios de los hoteles de Cannes.
El pasado jueves, como todos los años el día de la Ascensión, algunas decenas de habitantes de Cannes se dirigen a la isla de San Honorato para renovar su fidelidad a los monjes. Es un hecho que pasa completamente desapercibido en una ciudad tomada por las estrellas del séptimo arte. Pero es una tradición que se remonta a 1448, una procesión de las familias más antiguas de Cannes y el alcalde de la localidad. Marchan al ritmo de tambores y pífanos provenzales hacia una de las muchas capillas de la isla. Una renovación del compromiso que sus antepasados contrajeron el 20 de febrero de 1448 de jurar fidelidad a los monjes que les protegieron de los invasores. Al otro lado de la bahía, en Cannes, suenan las candilejas del festival. Hoy los invasores son otros. Visten de Dior y caminan sobre alfombras rojas. Invaden cierto sosiego, cierta forma de ver el mundo.
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