Solo el 36 % de los adolescentes cumple con las horas recomendadas de móvil: ¿cómo regular esto?
La edad media en la que los adolescentes españoles reciben su primer teléfono es a los 11 años
- Fomentar la creación sobre el consumo. La educación debe centrarse en oportunidades de aprendizaje que permitan a los estudiantes utilizar los dispositivos con un propósito, para crear en lugar de consumir. Esta perspectiva fomenta la participación activa de los jóvenes y los anima a utilizar la tecnología de manera constructiva. Cuando hablamos de «consumo de pantallas», lo estamos relacionando con el hecho de mirar, escuchar o jugar; es decir, a absorber información de forma pasiva. En cambio, cuando los profesores diseñan actividades que requieren la creación de contenido, como proyectos, presentaciones o investigaciones en línea, lo estamos transformando en un uso productivo y creativo.
- Garantizar políticas en material digital. Debemos garantizar la coherencia de nuestras políticas en materia digital, asegurándonos de que están basadas en las investigaciones más recientes y en el asesoramiento de expertos, y que estén siempre actualizadas, ya que se trata de un área que no para de evolucionar. Dichas políticas permiten que los alumnos trabajen conforme a una serie de parámetros claros, que pueden incluir desde cortafuegos para navegar de forma segura, software de seguridad para identificar riesgos, y supervisar el uso que se hace de las pantallas.
- Implementar un programa de ciudadanía digital. Tenemos la responsabilidad de garantizar que existe un programa de ciudadanía digital sólido y que éste se ejecute en paralelo con los planes de estudio, especialmente si los alumnos/as son usuarios habituales de la tecnología. El programa de ciudadanía digital debe ser exhaustivo y abarcar todas las etapas educativas y todas las edades, y debe ser estar alineado con el currículo, de forma que les ayude a desarrollar competencias digitales unidas a hábitos de consumo saludables.
- Colaborar con las familias. Es importante mantener un contacto estrecho y fluido con las familias acerca del uso que hacen sus hijos de la tecnología, y proporcionar recursos y orientación que puedan poner en práctica en el hogar y modelar con el ejemplo. Es necesario entender cómo el exceso de exposición a las pantallas puede tener consecuencias negativas para los jóvenes, que van desde la falta de sueño y la disminución de la concentración en el aula hasta dificultades para socializar, problemas de salud mental y física, y riesgos en línea. Esta colaboración entre escuelas y familias es esencial para mantener un enfoque coherente en la educación digital de los estudiantes desde una edad temprana.
- Abordar los desafíos de las influencias externas. Los jóvenes están expuestos a influencias externas, que pueden entrar en conflicto con todas estas recomendaciones. Las redes sociales son un buen ejemplo, ya que les atraen a un mundo sin límites o sin supervisión, lo que puede dar pie a un sinfín de problemas adicionales, que van mucho más allá del tiempo que pasan frente a las pantallas. Debemos enseñar a los jóvenes a reconocer y gestionar estas influencias externas, y fomentar un pensamiento crítico que les permita tomar decisiones informadas y seguras.