De ser abuela a los 40 al gran amor de su vida: Maribel Verdú, en las distancias cortas

Rostro habitual de la pequeña y la gran pantalla, Maribel Verdú se ha convertido también en la imagen de los Premios Goya 2025, junto a Leonor Watling. Las actrices son las escogidas por la Academia de Cine para presentar la gala de los conocidos galardones el próximo 8 de febrero y se trasladarán hasta el Palacio de Congresos y Exposiciones de Granada junto al resto de nominados e invitados para vivir la gran noche del cine español.

«Leonor y yo somos amigas, tenemos la misma energía y las dos entendemos este oficio de la misma forma, como un juego», reconocía Maribel Verdú al conocerse la noticia. «Por eso, en la gala que vamos a presentar, nos proponemos disfrutar y hacer que la gente que nos vea también disfrute, se entretenga y pase un buen rato. Vamos a poner todo nuestro amor en esta noche tan especial. Ojalá lo consigamos».

Ella misma ha asistido a los Premios en numerosas ocasiones. Gracias a su prolífica carrera se ha hecho con once nominaciones, llevándose dos cabezones a casa. Su primera estatuilla llegó en 2008, cuando ganó como mejor actriz protagonista por su papel en Siete mesas de billar francés, una emotiva historia dirigida por Gracia Querejeta. Tuvo que esperar cinco años para volver a ser galardonada en la misma categoría.

En esta ocasión, por Blancanieves, de Pablo Berger, una adaptación visualmente impactante en blanco negro del clásico cuento de hadas protagonizado por Macarena García. Entre las películas por las que también fue aplaudida su interpretación, pero que no corrieron la misma suerte, destacan Amantes, El laberinto del fauno o Y tu mamá también, sumando más de 70 títulos en su filmografía en alrededor de cuatro décadas de carrera.

Su primer papel llegó con 15 años en la película 27 horas. Desde entonces, siempre, según ella misma reconoce, ha tenido un miedo de forma constante: que no la vuelvan a llamar. Especialmente desde que cumplió los 45. «Empiezo el año pensando que es el último. Es cruel, pero en una mujer que se dedica a lo que me dedico, esa duda te asalta en cuanto cumples una edad. Y más en mi caso que he sido, por así decirlo, de las guapas. Pero pasa un año y otro y otro, y me siguen llamando», confesó en una entrevista a El Mundo.

Además, la actriz se ha confesado víctima de acoso sexual. «No conozco a ninguna mujer a la que no le haya pasado, que no hayamos tenido que soportar barbaridades», explicó a Jesús Calleja en su programa de televisión. «Yo tuve que llegar a denunciarlo. Lo sabe la gente que lo tiene que saber pero no España entera», zanjó al no querer desvelar el nombre de su agresor.

Del mismo modo que se conocen a la perfección los triunfos en su carrera como actriz, no sucede lo mismo con su vida personal. La madrileña siempre se ha mostrado muy reservada con su faceta más íntima y familiar. Lleva 25 años casada con Pedro Larrañaga, aunque previamente fueron famosas sus relaciones con el operador de cámara Pablo Hernández y, previamente con el director Antonio Giménez-Rico. En aquella época, su idilio fue una revolución dado los 33 años que les separaban —ella tenía 17 y él, 50—.

Junto a él encontró la estabilidad en 1999, un año después de conocerse en la serie Canguros, donde ella compartía escena con Luis Merlo, uno de los hermanos de Pedro. Desde entonces, han formado una familia que no han querido ampliar. Sin embargo, eso no impidió convertirse en abuela a los 40 años, dado que el actor cuando la conoció ya había sido padre en una relación anterior con Silvia Leblanc, hija del conocido intérprete.

Junto a Larrañaga sus dos hermanas gemelas, Carlota y Marina se han convertido en los grandes apoyos de su vida. «Fui la primera nieta, la primera sobrina, la primera hija. De repente, nacieron mis hermanas y toda la atención se desvió hacia ellas», aseguraba hace unos años. Ahora, en cambio, están más unidas que nunca.