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19 de abril de 2024

Estatua ecuestre de Bartolomeo Colleoni, de Andrea del Verrocchio

Estatua ecuestre de Bartolomeo Colleoni, de Andrea del Verrocchio

Picotazos de historia

El problema de la República de Venecia con su viejo general

Bartolomeo Colleoni mandó erigir una estatua ecuestre suya en la Plaza de San Marcos a cambio de su herencia, pero la República veneciana se encontraban con un gran dilema: era inconcebible levantar una estatua de nadie en la plaza

La República de Venecia se encontraba peligrosamente escasa de fondos en 1475 y la guerra contra los turcos se reiniciaría pronto, tras finalizar la tregua en vigor. En ese momento de necesidad la Serenísima recibió ayuda de un viejo caballo de batalla.
Bartolomeo Colleoni fue un exitoso condotiero del siglo XV. Había servido lealmente, con los altibajos propios de su oficio, a la República veneciana durante un cuarto de siglo, amasando una gran fortuna. Al fallecer, en octubre de ese año, dejó una manda testamentaria por la que legaba 216.000 ducados en oro y plata y más del doble en tierras y propiedades a la ciudad que le había acogido y elevado, solo había una pequeña condición: debían erigir una estatua ecuestre suya en la Plaza de San Marcos.
El Dogo y el Consejo de la Señoría estaban encantados por esa inesperada y generosa ayuda pero se encontraban con un gran dilema. Colleoni no era veneciano, incluso alguna vez había combatido contra ellos. Además, era inconcebible erigir una estatua de nadie en la plaza ¡Ni siquiera se había concedido tal honor a San Marcos el Evangelista, Santo patrón de la República! En la plaza sólo se alzaba, sobre una de las columnas, la representación de la República: el León de San Marcos. Sencillamente no se podía hacer.
La solución adoptada es un claro ejemplo de una casuística veneciana propia del Renacimiento. Se puso la estatua frente a la Scuola de San Marcos, en la plaza de san Juan y Pablo. Se la encargaron a Andrea del Verrocchio que usó el bronce para el encargo. El resultado fue tan espectacular –se la considera la mejor estatua ecuestre de la Historia del Arte– que no me cabe duda que el viejo guerrero, donde quiera que esté, debe sentirse complacido por el ingenio de los venecianos para sortear el escollo y la imagen suya que legaron a la historia.
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