De El Dorado a Thule: nueve legendarias ciudades que todavía no han sido encontradas y que quizá existieron
Han sido numerosas las expediciones que, maravilladas por los relatos que se narran sobre ciudades legendarias, han intentado localizarlas. Ciudades o tierras enteras que han desaparecido de forma misteriosa, por desastres naturales, o que simplemente han quedado olvidados por el tiempo

Kitezh, la ciudad invisible
Según cuenta la leyenda, esta ciudad rusa es completamente invisible, pero solo se muestra a los puros de corazón. El relato popular explica que en siglo XII, el príncipe George Vsevolodovich –pseudónimo de Yuri II, señalan los expertos– mandó construir a las orillas del lago Svetloyar la ciudad más rica y hermosa jamás vista donde habitarían monjes cristianos de toda Rusia para convertir la ciudad en un centro religioso y espiritual, repleta de cúpulas de oro. Pronto, la riqueza de la ciudad llamaría la atención de los mongoles que decidieron conquistarla. Algunas fuentes dicen que cuando los invasores llegaron a la ciudad, esta desapareció misteriosamente. Otros mencionan que el lago Svetloyar creció hasta tragarse la ciudad. Esta sería la última vez que Kitezh sería vista. No obstante, algunos lugareños afirman que durante las noches claras pueden escuchar los cánticos de los monjes y ver extrañas luces salir en procesión del lago.

La Atlántida
Platón, en sus diálogos Timeo y Critias, describe la ciudad con gran detalle, retratando una sociedad increíblemente rica y avanzada, pero que fue engullida por los mares, perdiéndose para siempre. Con esta especie de parábola, el filósofo intenta exponer sus teorías y desarrollar un modelo de sociedad justa, virtuosa y perfecta. Según Platón, este antiguo continente se encontraba más allá de las columnas de Hércules (el Estrecho de Gibraltar). No sería hasta la Edad Media cuando la leyenda de la Atlántida fue considerada como un relato o alegoría a la grandeza de la Grecia de Platón, pero en el siglo XIX el mito fue ganando importancia y muchos empezaron a verlo como una realidad. El escritor y político estadounidense Ignatius Donnelly publicó en 1883 La Atlántida: el mundo Antediluviano, en el que establecería la mayoría de las leyendas que hoy perduran sobre la isla, como la avanzada tecnología de la que disponía esa civilización. Por otra parte, se han hecho recientes investigaciones que defienden que la Atlántida, ni está en el Océano Atlántico, ni fue un mito.

Lyonesse
El castillo de Camelot según una ilustración de Gustave Doré.
Se dice entonces que la magnífica ciudad de Camelot se encontraba asentada en un pedazo de tierra, rico y próspero y codiciado por toda clase de hechiceros oscuros, en el extremo suroeste de Inglaterra llamado Lyonesse. Se piensa que unía las islas Sorlingas con Gran Bretaña pero que, según la leyenda, esta ciudad fue tragada por el océano debido a un gran diluvio que se produjo a la muerte del Rey Arturo. Lyonesse era la tierra natal de Tristán, uno de los caballeros de la Mesa Redonda y protagonista de la célebre leyenda medieval junto a Isolda.

Agartha
Conocida como la misteriosa ciudad en el centro de la Tierra se convirtió en una obsesión incluso para Adolf Hitler que buscó desesperadamente en esta urbe legendaria motivos para legitimar su discurso de superioridad racial. Mucho antes de que Julio Verne escribiese su famosa obra Viaje al centro de la Tierra, ya había una teoría que decía que nuestro planeta estaba completamente hueco y que una civilización se había desarrollado, alejada del mundo exterior. A los pobladores del interior de la Tierra se les denominó como «intraterrestres». Los creyentes de esta teoría aseguran que las únicas vías de acceso a este «mundo paralelo» están en los polos del planeta: entre los témpanos antaño perennes en el norte y sur, se abrían dos hoyos gigantescos para entrar al centro del mundo donde había una fuente de energía inacabable que alimentaba a los habitantes. Esta supuesta energía sería la que atrajo la atención de los nazis que crearon un mito sobre «el Rey del mundo hueco: el monarca absoluto del reino de Agartha» con quien hablarían sobre la «purificación de la raza humana».

El Dorado
El rumor de que existía una ciudad cubierta totalmente de oro que esperaba ser encontrada hizo que muchos aventureros decidiesen salir en su búsqueda. Se piensa que esta leyenda tiene su origen en los muiscas, también conocidos como Chibchas; estos eran expertos en la fundición de metales y habitaban en la zona del altiplano colombiano entre los ríos Bogotá y Sogamoso. En 1538, Jiménez de Quesada les derrotaría en el contexto de las batallas de conquista del Nuevo Mundo. Los muiscas fueron los que contaron la historia de un cacique que gobernaba cerca del Bogotá y que tenía la costumbre de cubrirse de oro todo el cuerpo para después meterse en un río sagrado para limpiar su cuerpo.
Este relato popular fue transmitiéndose de boca en boca y como suele ocurrir, empezaron a divulgarse diferentes versiones hasta convertir al cacique en una ciudad entera cubierta de oro. La primera expedición que se propuso buscar aquella ciudad fue la comandada por Sebastián de Belacázar en 1540, y naturalmente, acabó en fracaso. La leyenda no dejó de difundirse hasta convertir esta ciudad perdida en la más codiciada de hallar.

Ciudad de los Césares
Es conocida también con el nombre de Ciudad encantada de la Patagonia, Ciudad errante, Trapalanda, Trapananda, Lin Lin o Elelín. Todas estas denominaciones hacen referencia a la mítica ciudad de los náufragos españoles en América. Este mito surge en el siglo XVI durante la conquista española; en él se describe un paradisíaco paraje de la Patagonia donde se asentaba una ciudad fantástica repleta de metales preciosos y excelente para la agricultura y ganadería cuyos habitantes poseían grandes riquezas.
La primera referencia que se tiene de esta ciudad data de 1528. Según esta fuente, el capitán Francisco César acompañado de catorce hombres partieron a explorar el territorio hacia el oeste y se piensa que caminaron hasta llegar a Los Andes o hasta las Sierras de Córdoba. Tres meses más tarde regresarían César y seis hombres y relataron que habían visto una tierra muy rica, con llamas («ovejas del Perú») y una gran abundancia de joyas y metales preciosos. Más tarde, este lugar empezó a conocerse con el nombre de «lo de César». Se crearon dos leyendas más entorno a este lugar que con el paso de los años se fundieron todas en una sola con elementos de la tradición europea. En ella, el poblado de los náufragos españoles tomaba elementos de la rica ciudad inca y sus habitantes eran conocidos como «los Césares».

Aztlán
Son varias las leyendas, códices e incluso huellas arqueológicas que hablan de los pobladores de Aztlán. Los habitantes de esta ciudad fueron en búsqueda de la tierra prometida por los dioses dando lugar a lo que se conoce como «camino de Aztlán». Según los relatos populares, los aztecas tuvieron que abandonar esta ciudad para peregrinar hasta la tierra prometida por el dios Huitzilopochtli (divinidad de la guerra y del sol), hasta encontrar «la señal», un águila devorando a una serpiente posada sobre un nopal, que les indicaría dónde fundar Tenochtitlan –ciudad que más tarde conquistaría Hernán Cortés–. Diversas fuentes describen la majestuosidad de Aztlán ubicado en un gran lago donde todos eran «inmortales». Algunos cronistas españoles informaron de que el Rey mexica Moctezuma envió una expedición para buscar el lugar compuesta por 60 personas de avanzada edad que llevaron consigo oro, piedras preciosas, mantos, plumas, algodón como ofrenda a sus antepasados.

La ciudad perdida Z
En la foto se puede observar al explorador inglés Percy Fawcett en la frontera entre Bolivia y Brasil en 1908. Años más tarde, cuando la fiebre de las ciudades perdidas hizo que diversos grupos organizasen complejas expediciones con la intención de encontrar las ciudades que narraban los mitos, en 1925 un grupo capitaneado por el explorador inglés se adentraría en la selva amazónica para encontrar la ciudad perdida Z.
Z era el nombre para referirse a una antigua ciudad en la que vivía una avanzada civilización que permanecía oculta a los ojos del mundo. Fawcett se toparía con un documento de un marinero portugués que describiría las ruinas de esta ciudad ubicada –según indicaba el manuscrito– en la región del Mato Grosso, en el este de Brasil. Durante los trabajos topográficos que realizó en 1908 encontró restos cerámicos esparcidos por la selva que asoció con esa civilización perdida por lo que organizaría junto a su hijo y otro joven explorador (Relaigh Rimell), sin embargo ninguno regresaría.
