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09 de mayo de 2024

Batalla entre la flota inglesa y la Gran Armada española

Batalla entre la flota inglesa y la Gran Armada española

La verdad sobre la Contra Armada, en respuesta a Geoffrey Parker

El escritor Luis Gorrochategui, autor de La Contra Armada, responde a las afirmaciones del reconocido hispanista británico en las que afirma que «la Contra Armada inglesa de 1589 no perdió ni un solo barco»

Mientras hago las maletas para asistir a las cuartas jornadas sobre la Leyenda Negra del próximo 30 de septiembre, organizadas por Javier Santamarta en El Escorial, una idea retumba, insistente, en mi cabeza. He leído hace unos días, en el diario ABC, una entrevista al reconocido hispanista Geoffrey Parker en la que afirma que la Contra Armada inglesa de 1589 no perdió ni un solo barco.
Contacto con el periodista Manuel Villatoro y me confirma que escribió lo que el historiador le dijo. Me resulta difícil de creer esta afirmación en boca de un investigador de tan dilatada trayectoria. En realidad, he leído muchos artículos sobre esto en los últimos años. Efectivamente, la publicación de mi libro The English Armada. The Greatest Naval Disaster in English History (Londres, Bloomsbury Academic, 2018) generó, de un modo que el mundo hispanohablante ya quisiera, buen número de reseñas en las principales revistas de pares, o de impacto, en inglés. Nadie discutió sus cifras, basadas en fuentes primarias y en grandes recopilaciones documentales, entre las que destaca la de Richard Bruce Wernham, considerado por The Times el principal historiador de la política exterior inglesa del siglo XVI.
'The English Armada. The Greatest Naval Disaster in English History', de Luis Gorrochategui

The English Armada. The Greatest Naval Disaster in English History, de Luis Gorrochategui

Con ocasión del cuarto centenario, Wernham publicó su imprescindible The Expedition of Sir John Norris and Sir Francis Drake to Spain and Portugal, 1589 (Aldershot, Temple Smith, 1989). Después de un cuidadoso análisis de los documentos recopilados en esta obra, sabemos que la Contra Armada estaba compuesta por 180 barcos «más los sueltos», la mayoría de ellos pequeños. De todos ellos, siguiendo a Wernham, conocemos el nombre de 15 de los que se perdieron: Thomas, Fortune, Nightingale, Minion, Emmanuel, Phoenix, Crescent, Godspeed, Gift, Bartholomew, Relief, Greyhound, Francis, Gift y el Golden Hind.
Cotejando otras fuentes localizadas en España, sabemos que en La Coruña se malograron cuatro barcos: «Dos Nabichuelos de trabés medio quemados, otro más estropeado del Fuerte de San Antón, y también otro muy maltratado del temporal que tuvieron el 4º día del cerco». Un mes después de ser rechazados en Galicia, tras la subsiguiente derrota y precipitada huida de Lisboa, y en el combate con las galeras españolas que salieron en su persecución, el 20 de junio frente a Setúbal se perderán un mínimo de cinco barcos, cifra en la que coinciden los historiadores que le han prestado atención al tema.
'Drake en La Coruña'. Óleo de Antonio Navarro Menchon

Drake en La Coruña. Óleo de Antonio Navarro MenchónAntonio Navarro Menchón

Vigo, Cangas y las islas Cíes

Doce días más tarde, el 2 de julio y ya en pleno viaje de vuelta, una gran galerna azotará al segundo cuerpo de la Contra Armada mientras intenta salir de la ría de Vigo. Francis Drake lo conseguirá, aunque dos de sus barcos serán capturados por Marcos de Aramburu y llevados a Santander. Sin embargo, John Norris debió recular hacia el interior, sin poder impedir que otros dos buques fueran irremediablemente lanzados contra las rocas en Cangas, para después ser incendiados por los vecinos. Mientras esto ocurre, otro más embarranca en las islas Cíes, donde el general dedicará los dos días siguientes, 3 y 4 de julio, a extraer la artillería de esta nave, imposibilitado de volver al mar debido al mal estado del tiempo.
Hay que tener en cuenta que, durante el viaje de vuelta de la Contra Armada desde Lisboa a Inglaterra, se desencadenó una gran tragedia debido al hambre y a un virulento tifus que barrió las cubiertas de los barcos de aquellos sobrevivientes a los combates. Cierto es que Drake, sin atreverse a forzar la entrada al estuario del Tajo, había capturado urcas hanseáticas cargadas de trigo durante su estancia en Cascaes, pero también que los españoles inutilizaron todos los molinos del lugar, obligando a los invasores a comer gachas, con lo que empeoró aquella enfermedad «de cámaras», una mortal diarrea que, una vez zarpados, los obligó a ir arrojando por la borda a miles de muertos, dejando así un mórbido reguero de cadáveres en su retorno a casa.
Bandera inglesa ganada por Sancho Bravo el 5 de junio de 1589 durante la retirada inglesa de Lisboa a Cascais. Lució durante siglos en la capilla del Doncel de Sigüenza, que era su tío abuelo. Ha sido restaurada en 2016 por Kronos Servicio de Restauración, que cede esta fotografía

Bandera inglesa ganada por Sancho Bravo el 5 de junio de 1589 durante la retirada inglesa de Lisboa a Cascais. Lució durante siglos en la capilla del Doncel de Sigüenza, que era su tío abuelo. Ha sido restaurada en 2016 por Kronos Servicio de Restauración, que cede esta fotografía

Tan extrema fue la mortandad que un dramático tira y afloja se desató entre los barcos para prestarse entre ellos los mínimos hombres imprescindibles para su gobernabilidad y, aun así, de muchos de ellos no ha vuelto a saberse hasta hoy. Una crónica española nos habla de un abandono de barcos y reagrupamiento de dotaciones a la altura de Vivero, pero nada se sabe con certeza de cómo desaparecieron tantas naves, quizás algunas como barcos fantasmas a la deriva. Lo cierto es que sólo 102 volvieron a Inglaterra.

Casi 24.000 muertos (o desaparecidos)

En lo que se refiere a los 27.667 hombres que salieron de Plymouth, únicamente se presentarán a la paga 3.722, a los que habría que sumar caballeros y mandos. Martín Hume, prestigioso historiador que se dedicó al tema, da un número de 5.000 supervivientes. Es por ello por lo que Ben Walsh, presidente del Comité de Educación Secundaria de la Asociación Histórica Británica, reconoce que, aunque la gran mayoría de los profesores desconocen esta tragedia, superó a la de la Gran Armada de 1588.
Debido a esto, mucho se ha querido históricamente aumentar el número de desertores de la Contra Armada, con la intención de disminuir sus escandalosos números. Tal enredo ya se denunció en la propia Inglaterra en 1888, y, aunque en España se ha vuelto tímidamente a tal práctica, los documentos recopilados por Wernham vuelven a despejar nuestras dudas. La cantidad de deserciones fue pequeña, y además barcos y hombres fueron utilizados para las flotillas de refuerzo.
Inauguración de la exposición A Tempora, en Sigüenza, el 5 de junio de 2016, donde se expusieron las banderas ganadas en combate a la Contra Armada, ya restauradas

Inauguración de la exposición A Tempora, en Sigüenza, el 5 de junio de 2016, donde se expusieron las banderas ganadas en combate a la Contra Armada, ya restauradas

En todo caso, y volviendo a la Gran Armada, no es ocasión por ahora de rebatir la cifra de 20.000 muertos que Parker ofrece en el citado artículo, solo adelantar que tenemos argumentos y libros para eso, desde el clásico de Manuel Gracia Rivas La sanidad en la jornada de Inglaterra (1587-1588) (Madrid, Editorial Naval, 1988) al último de Pedro Luis Chinchilla, Los prisioneros de la armada Invencible (Barcelona, Ediciones B, 2023), y que el número de bajas es aproximadamente la mitad. Tampoco lo es de hablar de la frecuencia de tiro, o el daño mutuo causado por ambas armadas, y aquí leeremos, entre otros, a Antonio Luis Gómez Beltrán. Menos aún es tiempo de contestar al detalle las escasas páginas que Parker le dedica a la Contra Armada en la nueva versión de su libro, ni de analizar por lo menudo el conjunto de reacciones que ha habido, tanto en el mundo anglófono como entre nosotros, ante la puesta en valor de la Contra Armada inglesa de 1589.
A todo ello, a la ampliación y referenciación de este breve artículo, y también al estudio de la relación existente entre la creación de relatos, la conducción de masas y la historia, entre la historiografía, la ciencia y el poder, dedico mi próximo libro, ya cercano a la imprenta.

La leyenda negra de la Invencible

Pero sí es tiempo de recordar con admiración, a pesar de las divergencias, dónde recogieron Geoffrey Parker y Colin Martin el testigo de los conocimientos históricos sobre este episodio, y hasta dónde lo han llevado. No fue nada fácil para ellos navegar contra la corriente de una leyenda negra que afirmaba que la Invencible era una fanática cruzada religiosa dirigida contra una pacífica Inglaterra, navegar contra esta corriente que ocultaba las verdaderas razones de la Invencible, es decir: acabar con los ataques piráticos que llevaba perpetrando Isabel I contra España durante dos décadas y en tiempos de paz, y también acabar con su ayuda a la rebelión levantada en una Flandes heredada por Felipe II. Por ello, debemos reconocer su tenacidad al dar a luz esta nueva edición ampliada, destinada sobre todo al gran público, como lo demuestran sus llamativos subtítulos, tanto en la edición española: «Una nueva historia de la mayor flota jamás vista desde la creación del mundo», como en la inglesa: «La empresa española de 1588 y la salvación de Inglaterra».
Y como lo cortés no quita lo valiente, es menester decir que la Gran Armada no fue esa flota jamás vista antes, acuérdense de Lepanto y otras de las que hablaremos, ni su fracaso tampoco fue la salvación de Inglaterra, más bien la salvación del trono de Isabel I y de su persecución a los católicos. Y con ella, la persecución de una religión que, de haberse conservado en Inglaterra, al modo español, quizás, quién sabe, hubiese servido para la salvación de los indígenas allí donde llegaría más tarde Gran Bretaña. En todo caso, el Rey Prudente y sus sucesores sí consiguieron salvaguardar el reino de prácticas expansivas descontroladas, en lo que podemos considerar un asombroso éxito que llega hasta nuestros días.
*Luis Gorrochategui es autor de La Contra Armada. La Coruña, 28 de septiembre de 2023.
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