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09 de mayo de 2024

Un cartel de la CEDA, en vísperas de las elecciones de 1936

Un cartel de la CEDA, en vísperas de las elecciones de 1936

La Universidad CEU San Pablo conmemora el 90 aniversario del triunfo electoral de la CEDA

El resultado de las urnas había reflejado lo que era la España de aquel entonces: una mayoría abrumadora del censo había votado contra la política sectaria de los Gobiernos de la II República

El 21 de noviembre de 1933, a los dos días de que se hubiera celebrado la primera vuelta de las primeras elecciones a Cortes de la república, El Debate titulaba flamantemente en portada Triunfo arrollador de las derechas en toda España, y subtitulaba que las derechas habían copado los puestos elegibles en Navarra y logrado las mayorías en veintiuna provincias, además de triunfar en coalición en otras cinco.
Ángel Herrera Oria, el director del diario, explicaba en el editorial El significado de las elecciones que el resultado de las urnas había reflejado lo que era la España de aquel entonces: una mayoría abrumadora del censo –en el que por primera vez habían sido incorporadas las mujeres– había votado contra la política sectaria de los Gobiernos de los dos últimos años, «contra la arbitrariedad, la crueldad y el despotismo con el que en el periodo aludido se había fomentado el desgobierno».
Pero, ¿cómo había sido posible el triunfo conservador y, en particular, que papel pretendía desempeñar en el régimen de 1931 la Confederación Española de Derechas Autónomas, formación política que apenas contaba con dos años y medio de vida desde que fuera creada Acción Nacional en junio de ese año?
La historiografía ha prestado escasa atención a la Confederación católica, salvo excepciones honrosas, y cuando lo ha hecho ha reiterado que la CEDA fue un partido político contrarrevolucionario cuyo único objetivo era el socavar el régimen de 1931 desde dentro de este.

España no dejaba de ser católica

Debe partirse de la quema de iglesias y edificios eclesiásticos en mayo de 1931, con la consiguiente pérdida de innumerables bienes religiosos, artísticos y culturales, a la vez que de la aprobación de toda una legislación sectaria –por anticlerical– durante los dos años siguientes, tras la famosa frase, falaz, de que «España ha dejado de ser católica» que pronunció Manuel Azaña en las Cortes Constituyentes. El rechazo de la población a tanto sectarismo quedaba demostrado en los primeros comicios generales que se habían convocado.

El rechazo de la población a tanto sectarismo quedaba demostrado en los primeros comicios generales que se habían convocado

De ahí que, producido el triunfo en las elecciones de noviembre y diciembre de 1933, los dirigentes de la CEDA pretendieran modificar las principales leyes del bienio y, sobre todo, reformar la Constitución de 1931 por los cauces y procedimientos legales, al tratarse de una norma claramente arbitraria que marginaba a buena parte de la sociedad española, mayoritariamente católica, y perseguía injustamente a la Iglesia católica en España, impidiéndole el ejercicio de la educación, suprimiendo el presupuesto de culto y clero –con lo que se abocaba a la inanición a sacerdotes y religiosos– y que había expulsado a la Compañía de Jesús del suelo patrio.
Como es sabido, la CEDA era una confederación de partidos regionales y locales, y dicha estructura interna, sin duda, condicionó su discurso político y sus propuestas de actuación, en buena parte defensivas y conservadoras.
Sin embargo, al menos hasta diciembre de 1935 la CEDA fue un partido leal al régimen y, durante el segundo bienio, sus dirigentes actuaron de buena lid en las instituciones políticas republicanas, convencidos como estaban de que, con independencia del régimen legal de que se habían dotado los españoles en 1931, era posible y necesario reformar tamaña legislación sectaria conforme a la legalidad establecida.
Esto es, mientras mantuvieron la legítima expectativa de gobernar desde el Consejo de ministros al que tenían derecho tras su pacífica victoria electoral.
De manera que una parte significativa de los responsables de la CEDA apostó durante el segundo bienio, desde las Cortes y desde algunos ministerios, por la introducción de políticas sociales destinadas a mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos.
Por eso, se impulsó la despolitización de los Jurados mixtos –los tribunales de trabajo de la época–, se garantizó tras la revolución de octubre de 1934 la contratación laboral con las condiciones contractuales vigentes hasta dicho mes, se salvaguardaron las vacaciones retribuidas de los obreros, se asentó el mayor número de arrendatarios y aparceros agrícolas desde que se instaurara el régimen, y se presentó a las Cortes un plan de obras públicas que mitigara el paro obrero, fomentando la construcción de viviendas para las clases más humildes, programa del que, por cierto, se beneficiaría posteriormente la España triunfadora de la Guerra Civil.
Como expresó Federico Salmón, a la sazón ministro de Trabajo durante buena parte del año 1935, con tales decretos y proyectos de ley de carácter socio laboral la CEDA trataba de llevar a los obreros hacia Cristo, convencidos sus dirigentes de que el cuidado y protección de los más débiles de la sociedad era (es) un principio evangélico básico para los católicos que actúan en la vida pública.
El Instituto CEU de Estudios Históricos, en colaboración con el Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala, ha organizado el próximo jueves día 30 de noviembre una Jornada Seminario en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad San Pablo-CEU en la que profesores y expertos investigadores analizarán cuál fue la conformación ideológica del programa político de la CEDA, las claves de su triunfo electoral a finales del año 1933 y qué medidas políticas plantearon los dirigentes católicos desde las instituciones republicanas, así como el posterior desmantelamiento de sus bases, sobre todo, juveniles, durante la primavera y verano de 1936, tras el –supuesto– triunfo electoral del Frente Popular. Todo ello con la intención de aportar algo más de luz sobre la intervención política de los católicos en la vida pública durante aquella incierta España del periodo de entreguerras.
  • Jesús F. Cogollos García es profesor de Claves de la Historia Contemporánea y de Doctrina Social de la Iglesia en la Universidad CEU San Pablo.
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