Luis Fernando de Baviera
Dinastías y poder
El príncipe alemán interrogado por la Gestapo que siempre se sintió madrileño
Aunque nacido en el Palacio Real de Madrid vivió en Múnich desde niño, pero sus vínculos con España fueron fuertes. Fue él quien acompañó en sus últimas horas a la reina Isabel II
Por sus venas corría la sangre de dos de las dinastías más antiguas de Europa. La de los Wittelsbach y los Borbón. Pero él jamás dejó de sentirse un «gato madrileño». Aunque nacido en el Palacio Real de Madrid vivió en Múnich desde niño, pero sus vínculos con España fueron fuertes. Fue él quien acompañó en sus últimas horas a la reina Isabel II y a quien se atribuye haber comunicado a los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia la fatal hemofilia de su primogénito.
Luis Fernando de Baviera había estudiado medicina en Alemania y sus parientes le confiaron la información sanitaria de la familia. No fue el único galeno de la estirpe: su tío Carlos Teodoro, hermano pequeño de la emperatriz Sissi, ejercía como oftalmólogo.
Luis Fernando de Baviera fue una personalidad querida en los circuitos de la realeza. Hijo de la española infanta Amalia —hermana del rey consorte Francisco de Asís— y del príncipe Adalberto de Baviera, exhibía rasgos de extravagancia de los Wittelsbach que tan bien captó Visconti en su magistral película sobre Luis II, «el rey loco» (Ludwig). Apuesto y de estatura elevada, se había formado en el Ejército bávaro pero su vocación se inclinaba hacia la medicina para la que había cursado estudios en Heidelberg y trabajado en el Hospital de los Caballeros de San Jorge.
Años después llegó a tener un dispensario en Múnich, en Odeonsplatz. Casado en 1883 con la infanta Paz de Borbón, hija de Isabel II, fueron una pareja bondadosa, amante de la música y de las causas benéficas que puso mucho empeño en potenciar los vínculos entre España y Baviera. Luis Fernando era un amante al violín y tocaba como aficionado en la Orquesta del Teatro Real. El matrimonio tenía su residencia en Nymphenburg aunque como consecuencia de la derrota de los Imperios Centrales en la Primera Guerra Mundial perdieron la asignación que recibían como príncipes de Baviera y su casa quedó reducida a la de unos apartamentos más sencillos en el propio palacio.
Su situación en esos años fue económicamente delicada pues no se libraron de las privaciones consecuencia de la carestía provocada por el conflicto. Eulalia, hermana de Paz, pudo visitarlos en 1919 unos meses después de terminar la guerra y los encontró, tal como cuenta en sus Memorias, disminuidos pese a la corpulencia que siempre había exhibido Luis Fernando.
Tenía fama de ser simpático, hablador y generoso. Lucía siempre unas cuidadas gafas de oro tras las que se vislumbraban unos ojos claros y expresivos que le conferían un aspecto de sabio muy particular. El pelo oscuro, rostro ancho y un pronunciado mentón cubierto de una caudalosa perilla en punta.
Luis Fernando con su esposa María de la Paz
En sus frecuentes visitas a España, no dudaba en acudir a congresos médicos, visitar hospitales e incluso participó en intervenciones quirúrgicas en el Hospital Militar de Carabanchel, cirugías de matriz en el Hospital de San Juan de Dios y en el Instituto Rubio. Estuvo siempre pendiente de la salud de sus sobrinos-nietos, los hijos de los reyes.
Aunque también disfrutaba de los largos paseos al aire libre en la finca de Luján, una sobria construcción agrícola con casas de labranza en el coto de Castillejo, cerca de Cuenca, «Villa Paz», que con el tiempo pasaría a ser propiedad del torero Luis Miguel Dominguín, de insigne dinastía taurina. Luis Fernando y Paz tenían también una casa solariega en propiedad en la villa de Santilla del Mar, la Torre de Don Borja, que les había regalado su buen amigo el III marqués de Comillas y conde de Güell.
Durante los años veinte fueron muy asiduos a la vida madrileña cortesana pues uno de sus hijos estaba casado con la infanta María Teresa, hermana de Alfonso XIII. El otro, Adalberto, sirvió en el ejército bávaro, se casó con una bisnieta de Sissi, siguió la carrera diplomática y llegó a ser un reputado historiador además de presidente de la Cruz Roja. Luis Fernando de Baviera pensaba que la gestión sanitaria en la guerra del Rif estaba siendo desastrosa y así se lo hizo saber al soberano. La última vez que se tiene constancia de la visita de Luis Fernando y Paz a España fue en abril de 1931, poco antes de la proclamación de la II República. Alfonso XIII pasó sus primeras navidades tras el exilio en casa de sus queridos tíos bávaros.
Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial se encontraban en Alemania y de nuevo sufrieron privaciones. Habían apoyado posiciones pacifistas y la infanta Paz participaba en la «Liga Mundial de las Mujeres y Educadoras» que dirigía Konstanze Hallgarten. A pesar de su edad, se vieron sometidos a presiones del partido nazi por el que jamás mostraron simpatías. Su fuerte religiosidad católica se oponía frontalmente al paganismo nacionalsocialista. Esta circunstancia les distanció de algunos parientes que como los Schaumburg-Lippe, Hannover, o alguno de los hijos del kaiser Guillermo II, se afiliaron al NSDAP.
Luis Fernando de Baviera falleció en Múnich en 1949. Tenía noventa años y llevaba tres años viudo. Los restos mortales del matrimonio descansan en la cripta de la iglesia de San Miguel, en Múnich.