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Isadora Duncan

Isadora Duncan

Picotazos de historia

La trágica vida de Isadora Duncan, la pionera de la danza moderna

Desde sus primeros días, la vida de Isadora Duncan estuvo marcada por la tragedia. Sin embargo, hizo de la danza una forma de libertad y rebeldía frente al dolor y las convenciones

Desde el principio, su vida pareció estar bajo la sombra de la desdicha. Poco tiempo después de su nacimiento, su padre —ingeniero de minas y propietario de un banco en la ciudad de San Francisco, California— se arruinaba y su madre se divorciaba de él, harta de sus continuas infidelidades pero ya sin las compensaciones de su fortuna.

Isadora Duncan (1877–1927) desarrolló y expresó su sentido artístico por medio de la danza desde una muy temprana edad. Esta la liberaba, le aportaba un medio de expresión que el convencionalismo de la sociedad de entonces le negaba. Su carencia de instrucción formal —había tomado clases de ballet, pero la disciplina fue demasiado para ella— se veía compensada con una elegancia y coordinación de movimientos de gran expresividad en un estilo libre, y que empezó a llamar la atención cuando se instaló en Nueva York en el año 1895.

En 1899 viajará a Londres, donde decide instalarse, y contempla los bajorrelieves del Partenón en el British Museum. A partir de entonces, sacará inspiración de los modelos griegos, vistiendo una especie de chitón, copiando las poses y movimientos reflejados en las pinturas de las cerámicas y bailando descalza. Esto último será una marca y sello personal. Estas extravagancias, junto con su innegable arte, le proporcionarían unos jugosos contratos e ingresos.

Isadora Duncan con Serguéi Esenin, en 1923

Isadora Duncan con Serguéi Esenin, en 1923

En 1904 se estableció en Alemania, donde abrió una escuela de danza e internado. De esta institución saldría un grupo de jóvenes bailarinas —varias de ellas tomaron el apellido Duncan— que serían conocidas como las «isadorables». El estallido de la Primera Guerra Mundial la obligó a cerrar el establecimiento y viajar a Estados Unidos. Pero es en relación con su vida personal de lo que quería hablarles.

Personalidad compleja y rebelde, tuvo algunas aventuras de carácter lésbico, más impulsada por la moda imperante —la bisexualidad se consideraba elegante, en determinados entornos, durante el periodo finisecular y de principios del siglo XX— que por un gusto propio. Isadora decidió dedicarse a la «calispedia».

Según el diccionario de la Real Academia, la calispedia es un «arte quimérico de procrear hijos hermosos». Y a ello se dedicó.

La primera de sus hijos, Deirdre Beatrice, nació en 1906 y fue hija del empresario teatral Gordon Craig. El segundo nació en 1910 y se le llamó Patrick Augustus. Este último lo concibió con la ayuda de Paris Singer, uno de los hijos del empresario de las máquinas de coser.

El 19 de abril de 1913, los niños —Deirdre y Patrick— salieron de excursión junto con su niñera Annie McKessack. Se encontraban volviendo hacia París —en la población de Neuilly-sur-Seine—, circulando por el bulevar Bourdon, que discurre paralelo al río, cuando el chófer tuvo que hacer una maniobra brusca para evitar ser embestido por otro vehículo. Como consecuencia de la brusca maniobra, el motor se caló.

Duncan con sus hijos Deirdre y Patrick, en 1913

Duncan con sus hijos Deirdre y Patrick, en 1913

El chófer (cuando yo era pequeño, a estas personas se les llamaba mecánicos, ya que tenían la doble función de conducir y cuidar del coche) se apeó del vehículo y arrancó el coche con la manivela. Pero cometió un error imperdonable: se olvidó de poner el freno de mano.

Al arrancar el motor, y libre de la sujeción del freno de mano, el coche se puso en marcha solo, cruzó el bulevar y se precipitó al río, donde perecieron ahogados los dos niños y la niñera que los acompañaba.

Isadora jamás se recuperó de esta tragedia. Tuvo un tercer hijo con un escultor italiano que apenas vivió unos días, lo cual ahondó aún más la pena de la artista. Desde entonces, su vida —y sus relaciones— fue una huida del dolor nunca asimilado. La correspondencia que nos ha dejado refleja, durante la Primera Guerra Mundial, el drama de su propia soledad, junto con la tragedia que está haciendo desaparecer a sus amigos, devorados por el monstruo de la guerra: Gaudier-Brzeska, Roland Garros, Apollinaire, etc.

Reproducción de una fotografía en Das interessante Blatt del 1 de mayo de 1913, p. 10, leyenda: "Tragedia de los hijos de Isadora Duncan: Levantamiento del coche que se hundió en el Sena, matando a los dos niños Duncan y a su institutriz".

Reproducción de una fotografía en Das interessante Blatt del 1 de mayo de 1913, p. 10, leyenda: «Tragedia de los hijos de Isadora Duncan: Levantamiento del coche que se hundió en el Sena, matando a los dos niños Duncan y a su institutriz».Wikimedia Commons

El 14 de septiembre de 1927, Isadora se encontraba en Niza. Esa mañana fue a recogerla, a la casa que tenía alquilada junto con unos amigos, Benoît Falchetto. Este era un mecánico-piloto francoitaliano y representante de la marca de automóviles Amilcar, con la que competía.

Falchetto también era el último amante de Isadora Duncan y esa mañana fue a recogerla con la idea de probar el coche y tener un día de pasión.

Como hacía fresco, Isadora se enrolló en torno al cuello un largo pañuelo. Se trataba de un regalo de su amiga Mar Desti, que estaba allí, despidiéndose de ella. El pañuelo era de seda, pintado a mano por el artista ruso Román Chatov. Uno de los extremos colgaba por fuera del automóvil. Al arrancar el coche, el extremo del pañuelo quedó atrapado por los radios de la rueda y se enrolló en el eje.

La sacudida fue tan violenta que arrancó del asiento a Isadora, quien salió despedida del coche y se estrelló contra el suelo. Inmediatamente la llevaron al hospital más cercano, donde solo pudieron certificar su muerte. Murió al instante, con el cuello roto.

Isadora Duncan fue incinerada y sus cenizas fueron depositadas junto a las de sus hijos en el columbario del cementerio parisino de Père-Lachaise.

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