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Bonaparte ante la Esfinge (1867-1868), obra de Jean-Léon Gérôme

Bonaparte ante la Esfinge (1867-1868), obra de Jean-Léon Gérôme

¿Por qué muchas estatuas egipcias tienen la nariz rota?

Aunque podría deberse al inevitable paso del tiempo, la erosión y el deterioro de los materiales, lo cierto es que los investigadores han empezado a verlo como un patrón y sugieren que en la mayoría de los casos se trata de una cuestión cultural, vinculada a una lucha de poderes

Junto a las majestuosas pirámides de Guiza, la Gran Esfinge se erige como uno de los emblemas más reconocidos e imponentes de la civilización egipcia. Su figura tallada en la roca, con rostro humano y cuerpo de león, no solo despierta admiración entre quienes la visitan, sino también un profundo enigma que ha perdurado durante siglos: ¿qué ocurrió con su nariz?

Durante mucho tiempo se ha responsabilizado a los soldados de Napoleón Bonaparte de esta fechoría, quienes, siguiendo las órdenes del Gran Corso, destruyeron a cañonazos la nariz de esta emblemática estatua. Sin embargo, esta versión es considerada hoy como un mito: mucho antes de la llegada del emperador francés a Egipto, en 1798, la nariz de la esfinge ya no aparecía en grabados de 1737.

La Esfinge vista por Frederic Louis Norden antes de la época de Napoleón (bocetos realizados en 1737, publicados en 1755)

La Esfinge vista por Frederic Louis Norden antes de la época de Napoleón (bocetos realizados en 1737, publicados en 1755)

Pero la Esfinge no es la única que carece de nariz. Son muchas las estatuas del antiguo Egipto que se han recuperado sin nariz y, aunque podría deberse al inevitable paso del tiempo, la erosión y el deterioro de los materiales, lo cierto es que los investigadores han empezado a verlo como un patrón y sugieren que en la mayoría de los casos se trata de una cuestión cultural, vinculada a una lucha de poderes.

La iconoclastia

En este sentido, Edward Bleiberg, curador principal de arte egipcio, clásico y del Antiguo Oriente Próximo del Museo de Brooklyn, explicó a la BBC que los antiguos egipcios creían que las imágenes podían albergar un poder sobrenatural. Por ello, llevaron a cabo la iconoclastia: la destrucción de iconos e imágenes por motivos religiosos o políticos.

El curador del Museo de Brooklyn empezó a investigar este enigma tras darse cuenta de que muchos visitantes al museo preguntaban por la destrucción de las narices. Su investigación concluyó en una exposición donde recogió diversas estatuas y relieves dañados que datan del siglo 25 a.C. al siglo I d.C. con sus homólogos intactos para dar testimonio de las funciones políticas y religiosas de los antiguos objetos egipcios, así como de la cultura arraigada de iconoclasia que condujo a su mutilación.

«La consistencia de los patrones donde se encuentra el daño en la escultura sugiere que tiene una utilidad, que no es otra más que desactivar la fuerza de una imagen», confesó Bleiberg a CNN. Por otro lado, advirtió que las palabras para «escultura» y «escultor» enfatizan que las imágenes están vivas.

La palabra para «escultura» tiene el significado de «algo creado para vivir», mientras que un escultor era «aquel que le da vida». Para los egipcios, los objetos que representaban la forma humana en piedra, metal, madera, arcilla o incluso cera, podían ser ocupados por un dios o un humano que había fallecido y se había convertido en un ser divino para poder actuar en el mundo material.

Así, entre los motivos para el daño deliberado de la estatua podían encontrarse la furia y resentimiento contra enemigos, el terror a la venganza del difunto que sentían los ladrones de tumbas o incluso las ganas de reescribir la historia o de cambiar toda la cultura, destacó el experto.

Tutankamón con la corona azul (y sin nariz), siglo XIV a.C.

Tutankamón con la corona azul (y sin nariz), siglo XIV a.C.The Metropolitan Museum of Art

Esta práctica era tan común que incluso se llegaron a redactar edictos contra ella: «Cualquier persona en toda esta tierra que haga algo dañino o perverso a sus estatuas, losas, capillas, carpintería o monumentos que se encuentran en los recintos de cualquier templo, Mi Majestad no permitirá que su propiedad ni la de sus padres permanezca con ellos, ni que se una a los espíritus de la necrópolis, ni que permanezca entre los vivos», reza un texto del Primer Periodo Intermedio.

¿Pero por qué atacaban concretamente la nariz? Según Bleiberg, la nariz «era la fuente del aliento de la vida» por ello, «la forma más fácil de matar al espíritu interior» era «asfixiarlo quitándole la nariz».

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