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Bomba de murciélagos

Bomba de murciélagos

Cuando Estados Unidos planeó usar murciélagos bomba contra Japón en la Segunda Guerra Mundial

Adams planteaba la creación de una bomba que estuviera dividida en múltiples pequeños compartimentos. Cada uno de estos compartimentos contendría un murciélago con una cantidad de explosivo incendiario (napalm) y un detonador

Los tiempos de grandes crisis generan grandes ideas, algunas tan revolucionarias que marcarán a generaciones y el devenir del futuro. Otras, por el contrario, se quedan como eso: meras ideas fenecidas por el camino. La mayoría pertenecen a esta clase, y algunas son de lo más peregrinas.

En enero de 1942, con la nación todavía sacudida por el violento despertar al conflicto mundial, tras el ataque a la base naval de Pearl Harbor, una carta llegó a la Casa Blanca.

La carta estaba dirigida a Eleanor Roosevelt, esposa del presidente de los Estados Unidos de América, y la remitía un conocido suyo. Se trataba de un dentista del estado de Pensilvania que respondía al nombre de Lytle S. Adams. El señor Adams, de sesenta años de edad, acababa de realizar un viaje a las cuevas de Carlsbad –parque nacional sito en las montañas Guadalupe, en el estado de Nuevo México–. Estas están habitadas por un sinnúmero de murciélagos.

Pues esta idea de los murciélagos sacudió su imaginación cuando escuchó la terrible noticia del ataque japonés. La guerra, los murciélagos, las construcciones de madera de las casas de Japón... Estas ideas se agitaban en su mente hasta que se unieron para dar lugar a una idea para derrotar al imperio japonés.

Todo esto lo exponía en su carta a la primera dama –una obra maestra del surrealismo–. La carta afirmaba que «los murciélagos son la forma más baja de la vida animal... cuyas razones para su creación siguen sin ser explicadas». De algún modo, Adams llega a la conclusión de que «los murciélagos habían sido creados para desempeñar un papel en la existencia del ser humano (políticamente) libre», y él estaba llamado a hacer cumplir la voluntad divina y señalar el motivo de la creación y existencia de tan indigna criatura.

El Dr. Lytle Schuyler Adams (1881-1970), con la «forma más baja de vida animal» en la mano: un murciélago

El Dr. Lytle Schuyler Adams (1881-1970), con la «forma más baja de vida animal» en la mano: un murciélagoAberdeen Proving Ground Ordnance Museum

La señora Roosevelt entregó la carta que había recibido al señor Roosevelt. Este la leyó detenidamente y la remitió al jefe de la Oficina de los Servicios Estratégicos (OSS, por sus siglas en inglés). Este departamento coordinaba las actividades de «la guerra sutil» en todas las ramas de las fuerzas armadas. A la carta del señor Adams acompañaba una nota escrita de puño y letra del propio presidente de la nación: «Este tipo no está loco. Parece una idea descabellada, pero merece la pena que se investigue».

Básicamente, el buen odontólogo planteaba la creación de una bomba que estuviera dividida en múltiples pequeños compartimentos. Cada uno de estos compartimentos contendría un murciélago con un dispositivo fijado al pecho: una cantidad de explosivo incendiario (napalm) y un detonador/temporizador.

La bomba estaría programada para abrirse a unos trescientos metros de altura, liberando a todos los murciélagos. La bomba contendría algo más de mil de ellos. Al ser liberados, los bichos se dispersarían en un radio de 30 a 60 kilómetros, buscando refugio para dormir durante el día. Y eso lo harían preferentemente en lugares construidos por el ser humano, y las construcciones de Japón estaban hechas, mayoritariamente, de madera. Sería entonces cuando se activaría el temporizador y el dispositivo incendiario que llevaban se activaría, matando al murciélago pero prendiendo fuego a la casa.

Un murciélago con unidad H-2 pegada

Un murciélago con unidad H-2 pegadaAberdeen Proving Ground Ordnance Museum

A principios del año 1942, con las bendiciones presidenciales, se inició el proyecto –que recibió el imaginativo nombre en clave de «proyecto X»– para el cual se reunió un equipo científico compuesto por zoólogos, meteorólogos, expertos en explosivos y el señor Adams. Los expertos en explosivos tenían la complicada misión de elegir el material más adecuado y desarrollar una espoleta/temporizador lo suficientemente ligero como para que un murciélago, pongamos de 14 gramos de peso, pudiera transportarlo.

El equipo científico determinó que cada murciélago podría llevar sin problema una carga de unos 18 a 20 gramos y que las variantes –humedad, hora de la noche, dirección del viento, época del año, etc.– serían los factores que determinarían el desplazamiento de estos mamíferos. Así es, señores: los murciélagos son mamíferos que vuelan.

Como amablemente señaló el señor Adams en su misiva –y no paró de recordar durante el tiempo que estuvo en la comisión científica hasta que se hartaron de él–, las cuevas de Carlsbad, en el estado de Nuevo México, eran un magnífico refugio y criadero de estos animales. Este será el motivo determinante por el que se levantará la base principal para el desarrollo del proyecto X cerca de Carlsbad.

Por cierto, el proyecto fue asignado a la Fuerza Aérea de EE. UU. después de una fuerte discusión. El hecho indiscutible de que los murciélagos fueran animales voladores se consideró argumento definitivo para que les fuera confiado. Parece que el encargo no les llenó de entusiasmo.

La primera prueba oficial para comprobar la efectividad de la «bomba de murciélagos» se llevó a cabo en la base aérea de Carlsbad el 15 de mayo de 1943.

La bomba, un artefacto de 1,70 metros de altura, que contenía entre 26 y 35 bandejas circulares divididas en compartimentos donde estaban los murciélagos, transportaba en su interior algo más de mil animales dispuestos a distribuir su carga incendiaria.

Los murciélagos errantes de la bomba experimental incendiaron la base aérea auxiliar del aeródromo militar de Carlsbad, en Nuevo México

Los murciélagos errantes de la bomba experimental incendiaron la base aérea auxiliar del aeródromo militar de Carlsbad, en Nuevo México

La bomba fue arrojada desde un B-25 Mitchell. El dispositivo funcionó a la perfección, pero unos fuertes vientos desplazaron a los murciélagos bastante más lejos de lo calculado. A petición del equipo de documentación, se preparó otro grupo de murciélagos –u otra bomba– para poder filmar y dejar testimonio del efecto que producía esta nueva arma. Los murciélagos escaparon debido a un error de control, pero el equipo de documentación pudo dejar testimonio del éxito del proyecto. Y es que esa misma noche desapareció la base de Carlsbad, arrasada por los múltiples e imparables incendios ocasionados por los murciélagos. ¡Un triunfo para el señor Adams!

El proyecto X fue rebautizado –ahora se llamaría proyecto Rayos X– y se trasladó al equipo de desarrollo técnico a cargo del proyecto. Pasó de la Fuerza Aérea al Cuerpo de Marines (USMC) en diciembre de 1943. Los marines volvieron a realizar pruebas para comprobar la efectividad de la bomba murciélago; para ello, construyeron una pequeña población japonesa en Dugway, en el estado de Utah. Los resultados fueron devastadores para la población que levantaron.

De las pruebas realizadas se llegó al cómputo de que una bomba incendiaria tradicional –compuesta por múltiples cargas incendiarias que se distribuían para magnificar su eficacia– generaba entre 150 y 300 incendios, mientras que las bombas murciélagos tenían un devastador efecto al generar entre 3.500 y 5.000 incendios por bomba.

Al final, el proyecto Rayos X fue abandonado en favor del desarrollo del más aterrador proyecto Manhattan, que acabaría detonando las dos bombas atómicas y justificando así el enorme presupuesto que se le había asignado, mientras que el proyecto Rayos X apenas costó una centésima parte, destrucción de una base incluida.

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