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29 de marzo de 2024

El presidente ruso, Vladimir Putin

El presidente ruso, Vladimir PutinGTRES

Día 184 de guerra en Ucrania

De la democracia al fascismo: así fracasó, 31 años después, la «revolución rusa» que puso fin a la URSS

Desde la caída de la URSS en 1991 hasta la invasión a Ucrania el 24 de febrero de 2022, Rusia recorrió un camino desde las aspiraciones democráticas al totalitarismo encarnado por Vladimir Putin

Con una revolución rusa (la de los bolcheviques de 1917) nació el germen de la Unión Soviética, y con otra revolución, la democrática de 1991, se le puso fin a más de 70 años de totalitarismo soviético.
Las estampas de las masivas manifestaciones populares contra el golpe de Estado de 1991 dejan la curiosa imagen de la bandera tricolor rusa ondeada por los manifestantes rusos como símbolo de democracia frente a la bandera roja de la hoz y el martillo que representaba las décadas de opresión comunista.
Hoy, 31 años después de aquella «segunda revolución rusa», aquella misma bandera tricolor se ha convertido en el símbolo de un nuevo régimen totalitario manchado de sangre, el de la Rusia de Vladimir Putin.
Embarcada en una cruenta invasión a Ucrania, la Rusia de Putin es muy distinta a la que inauguró Boris Yeltsin en 1991. Si aquella respiraba ansias de libertad, la Rusia actual es un régimen ultranacionalista, de nostalgia imperialista y crecientes elementos fascistas.
Un país donde la justicia ha sido desmantelada, donde cualquier muestra de disidencia puede suponer la cárcel, donde criticar la guerra de Putin en Ucrania se considera una traición, donde no hay libertad de prensa y donde el asesinato por envenenamiento se ha convertido en una práctica habitual para acabar con toda oposición.
Rusia aplica contra la población ucraniana muchas de las prácticas ejecutadas por los totalitarismos fascistas y comunistas en el siglo XX: asesinatos masivos, violaciones, bombardeos contra la población civil, destrucción total de ciudades, deportaciones masivas, etcétera.
¿Cómo pudo Rusia evolucionar desde la democracia hacia el totalitarismo de una manera muchas veces silenciosa?

El primer clavo

Según el diario The Moscow Times, la deriva totalitaria de la Rusia postsoviética se produjo prácticamente después del colapso de la URSS, sin apenas tiempo para que las ansias de reformas democráticas pudieran cristalizar.
El artículo, firmado por el disidente Víctor Davidoff, defiende que el primer clavo en el ataúd de la neonata democracia rusa lo introdujo el mismo Yeltsin en 1993 cuando mandó los tanques a asediar la sede del parlamento ruso por un enfrentamiento de legitimidades ante el vacío de poder dejado tras el desmantelamiento de las estructuras administrativas soviéticas.
En aquel incidente murieron 500 personas. Sin embargo, para Davidoff el punto de no retorno hacia un nuevo totalitarismo ruso de corte ultranacionalista lo marcó la guerra de Chechenia de entre 1994 y 1996.
Los movimientos disgregadores desatados tras el colapso soviético, que se tradujo en la independencia de Ucrania, Bielorrusia, Georgia, las repúblicas bálticas, etcétera, amenazaban con desmembrar a la misma Rusia.
Yeltsin logró apaciguar las ansias independentistas en los Urales, no así en el Cáucaso, donde Chechenia continuó su camino independentista de la mano del exgeneral soviético Dzhokhar Dudayev.
Yeltsin se dispuso a arrancar de raíz el movimiento independentista y ordenó en 1994 al Ejército ruso entrar en Chechenia y tomar la capital, Grozny. Dos años después, en 1996, los rebeldes lograban expulsar a las tropas rusas de la capital, convertida en ruinas.
Exhaustos ambos bandos, se firmó un tratado que suponía para Chechenia una autonomía tan amplia que prácticamente podía funcionar como un país independiente.
El antiguo KGB, ya convertido en FSB, encontró de nuevo el camino libre para convertirse en un Estado dentro del Estado con prácticas propias de organizaciones mafiosas y sin descartar el asesinato de los rivales políticos.
El 31 de diciembre de 1999 Boris Yeltsin anunció que su sucesor sería un antiguo agente del KGB, Vladimir Putin.
Ya en el poder, Putin terminó de desmantelar las aspiraciones democráticas de la Rusia postsoviética: desmanteló el poder judicial, eliminó la prensa independiente y destruyó a toda la oposición política.
La ideología de Putin sobrepasaba las aspiraciones de su predecesor, más centrado en construir unas bases estatales sólidas que garantizaran la supervivencia de Rusia, y comenzó a construir una nueva idea de nación rusa con elementos de la Rusia zarista, la Rusia soviética y sazonado con pinceladas de misticismo ortodoxo.
Los sucesivos mandatos de Vladimir Putin, primero como presidente, luego como primer ministro en tándem con su títere Dmitri Medvédev al frente de la jefatura del Estado, y finalmente de nuevo como presidente, estuvieron orientados hacia un objetivo: la reconstrucción del imperio ruso.
Putin ajustó las cuentas con Chechenia en la guerra de 1999, en 2008 invadió Georgia, en 2011 envió a sus tropas a Siria en apoyo de la dictadura de Bashar al Asad, en 2014 se anexionó la península de Crimea y terminó la construcción de su régimen de terror con la invasión a Ucrania el 24 de febrero de 2022.
La imagen de decenas de helicópteros Mi-8 cargados de cientos de soldados rusos, custodiados por otros tantos helicópteros artillados Ka-52 Alligator, para asaltar Kiev supuso la última palada de tierra sobre el ataúd de la democracia rusa.
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