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30 de abril de 2024

Vuhledar

Imagen de dron de carros de combate rusos en VuhledarRedes sociales

371 días de guerra en Ucrania

Vuhledar, la mayor batalla de tanques de la guerra de Ucrania y una desastrosa derrota para Rusia

La batalla de Vuhledar se ha comparado con las grandes batallas de tanques de la Segunda Guerra Mundial

La batalla de Kursk, en el ocaso de la Segunda Guerra Mundial, está considerada la mayor batalla de tanques de toda la historia.
Entre el 5 de julio y el 23 de agosto de 1943, el Ejército Rojo de la Unión Soviética y la Wehrmacht del Tercer Reich se enfrentaron en una atroz batalla como jamás se había visto antes ni se volvería a ver después.
Segú los historiadores, la batalla involucró a miles de carros de combate y aviones, además de dos millones de soldados en ambos bandos.
Fue también una batalla por la primacía tecnológica entre la Unión Soviética y la Alemania nazi. En Kursk se enfrentaron, como nunca lo habían hecho, los T-34 rusos y los Tiger y Panther alemanes, dos portentos de la ingeniería militar que se convirtieron en la columna vertebral de sus respectivos ejércitos.
La campaña alemana, denominada Operación Ciudadela, fue un desastre. Tras un inicial avance que parecía imparable, los soviéticos –ayudados por los aliados que, al iniciar la invasión de Sicilia, obligaron a Berlín a desviar parte de sus tropas hacia Italia– iniciaron una operación destinada a envolver las fuerzas alemanas y aniquilarlas en un embolsamiento.
Kursk fue la última intentona de Adolf Hitler de dar un vuelco a su desastrosa campaña rusa tras la derrota en Stalingrado y recuperar la iniciativa.
Tras la victoria del Ejército Rojo en Kursk, el avance soviético fue imparable hasta su culminación, el 2 de mayo de 1945, cuando la bandera roja con la hoz y el martillo se izó sobre las calcinadas ruinas del Reichstag.

Batalla de Vuhledar

¿Qué importancia tiene esta batalla histórica en la actual guerra de Ucrania? Por el escenario, la importancia que han adquirido los carros de combate, y la estrategia seguida por las tropas rusas, se ha comparado la batalla de Vuhledar con la de Kursk.
Salvando las distancias. Porque, por las cifras de soldados y carros involucrados, ambas batallas están muy lejos una de otra.
Otra diferencia: en Kursk se vivió un auténtico enfrentamiento de tanques con movimientos tácticos de carros de combate combinados con infantería y aviación.
En Vuhledar lo que se está viendo es un penoso avance «kamikaze» de tanques y blindados ligeros rusos estrellándose una y otra vez contra las minas, los HIMARS y los misiles anticarro ucranianos.
Pero, según señala The New York Times, la batalla de Vuhledar es la mayor batalla de carros de combate de la guerra de Ucrania e, incluso, la mayor batalla de carros de combate desde la Segunda Guerra Mundial.
Al igual que hicieron en Kursk los carros de combate alemanes, los carros rusos en Ucrania se han lanzado de forma frontal sobre Vuhledar a lo largo de un campo minado.
Uno tras otro, los tanques rusos estallan y quedan calcinados sin poder atravesar la infranqueable red de minas antitanque.
Atrapados, los carros rusos se han convertido en un blanco fácil para la artillería ucraniana. Según el ministerio de Defensa ucraniano, ya se han destruido 130 tanques rusos desde el inicio de la batalla.
Según el alto mando ruso, la batalla de Vuhledar, que va ya por su tercera semana de combate, es el mayor fracaso de Rusia en la guerra por la cantidad de tanques destruidos.
Según un análisis de The New York Times, la mitificación entre los generales rusos de las guerras de tanques, y en particular de la batalla de Kursk, que tantas victorias dio al Ejército Rojo frente a los nazis en la Segunda Guerra Mundial, habría precipitado una cadena de errores incomprensibles.
Su insistencia en la estrategia de lanzar oleada tras oleada de tanques en ataques frontales sin sentido contra las fortificadas líneas enemigas llevó a los generales rusos a emplear blindados ligeros una vez que se empezaron a agotar las existencias de tanques pesados en el frente.
Los blindados ligeros, con menor protección frente a los impactos de artillería, sucumbieron uno tras otro como mantequilla ante las minas anticarro. Sus tripulantes, más desprotegidos, quedaban calcinados en su interior.
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