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19 de abril de 2024

Vladimir Putin, Joe Biden y  Xi Jiping

Vladimir Putin, Joe Biden y Xi JipingAFP

Análisis

La Doctrina Wolfowitz, el credo que puede abocar a EE.UU. a un gran conflicto

Estados Unidos está asumiendo enormes riesgos sin apreciar cómo la intensificación de la rivalidad podría derivar en un gran conflicto.

Paul Wolfowitz fue el responsable último de la Guía de Planificación de la Defensa de Estados Unidos en los años 90. Wolfowitz desarrolló un proyecto que contenía la política exterior de defensa para los años venideros (comprendía desde 1994 a 1999).
Pero esta documentación se filtró al New York Times, que la publicó el 7 de marzo de 1992, desbaratando los planes del Pentágono y exponiendo la doctrina a una fuerte crítica por la opinión pública que la tachó de «imperialista» y «belicista», porque trazaba una política exterior «unipolar» y de acción militar preventiva para neutralizar toda posible amenaza de otras naciones y evitar que las dictaduras ascendieran a la categoría de superpotencias (Rusia y China).

La «Doctrina Wolfowitz» tenía como primer y principal objetivo evitar la reaparición de un nuevo rival, ya fuese en el territorio de la antigua Unión Soviética o en cualquier otro lugar

Si revisamos hoy esta guía de defensa, encontramos varios datos muy esclarecedores en el presente. La «Doctrina Wolfowitz» tenía como primer y principal objetivo evitar la reaparición de un nuevo rival, ya fuese en el territorio de la antigua Unión Soviética o en cualquier otro lugar. Norteamérica no se podía permitir una nueva amenaza, de igual magnitud, a lo que fue la Unión Soviética.
Estados Unidos se presentaba como la potencia única y benevolente para todo el orden mundial. Norteamérica interiorizaría los intereses fundamentales de los aliados y actuaría en beneficio de gran parte del mundo. Por eso su segundo objetivo consistía en «reforzar y ampliar el sistema de acuerdos de seguridad que una a las naciones democráticas y afines en la defensa común contra la agresión, crear hábitos de cooperación, evitar la renacionalización de las políticas de defensa y proporcionar seguridad a un coste menor y con menores riesgos para todos».
Estados Unidos buscaba, como característica clave de estrategia de defensa, una respuesta colectiva «para impedir las amenazas o, en caso necesario, hacerles frente».

Impedir las amenazas

Al formular su propia política exterior, recomendaban los planificadores del Pentágono, Estados Unidos debería: «tener suficientemente en cuenta los intereses de las naciones industrializadas avanzadas para disuadirlas de desafiar nuestro liderazgo o de tratar de derribar el orden político y económico establecido».
La primacía de Estados Unidos suprimiría así el papel de seguridad tanto de sus aliados como de sus adversarios. Todas las naciones, salvo una (EE. UU.), no tendrían nada que ganar y sí mucho que perder si construyeran su propio poder militar. De este modo, Estados Unidos podría mantenerse en la cima para siempre, proporcionando seguridad global a un coste razonable.
Como tercer objetivo proponía impedir que cualquier potencia hostil dominase una región crítica para nuestros intereses, y también reforzar así las barreras contra la reaparición de una amenaza global para los intereses de Estados Unidos y nuestros aliados. «Si nosotros y otras democracias líderes seguimos construyendo una comunidad de seguridad democrática, es probable que surja un mundo mucho más seguro. Si actuamos por separado, podrían surgir muchos otros problemas».

Cuando los intereses de nuestros aliados se vean directamente afectados, debemos esperar que asuman una parte adecuada de la responsabilidad, y en algunos casos que desempeñen el papel principalDoctrina Wolfowitz

La doctrina establecía el derecho de EE. UU. a intervenir cuando y donde lo creyera necesario: «Cuando los intereses de nuestros aliados se vean directamente afectados, debemos esperar que asuman una parte adecuada de la responsabilidad, y en algunos casos que desempeñen el papel principal; pero mantenemos las capacidades para abordar selectivamente aquellos problemas de seguridad que amenacen nuestros propios intereses».

Los estados que antes componían la Unión Soviética conservan el mayor potencial militar de toda Eurasia

La doctrina ya ponía en su punto de mira la posible amenaza de una Rusia recuperada y venida a más: «los estados que antes componían la Unión Soviética conservan el mayor potencial militar de toda Eurasia; y no descartamos los riesgos para la estabilidad en Europa derivados de una reacción nacionalista en Rusia o de los esfuerzos por reincorporar a Rusia las nuevas repúblicas independientes de Ucrania, Bielorrusia y posiblemente otras... Rusia seguirá siendo la potencia militar más fuerte de Eurasia y la única potencia del mundo con capacidad para destruir a Estados Unidos».
Desempolvando el proyecto Wolfowitz encontramos que la política exterior y hegemónica de Estados Unidos no se ha alejado mucho de estas intenciones. Encontramos aquí los fundamentos teóricos de la Guerra de Irak, de la ocupación de Afganistán, de las «primaveras árabes» (con una intervención más solapada pero no menos asertiva), del conflicto sirio o de la actual apuesta en la defensa de Ucrania.
Pero esta presentaba sus inconvenientes:
El primero era que la apuesta por la hegemonía de Estados Unidos podría inducir a otros a contraatacar. Era cuestión de tiempo, en lugar de someterse a una «paz perpetua» según estos términos de Washington, otros países podrían desarrollar capacidades para contrarrestar el poderío estadounidense.

China y Rusia

De hecho, China y Rusia se esforzaron por resolver sus disputas bilaterales y empezaron a formar algo que se convertiría en la «Organización de Cooperación de Shanghai». Juntos, pregonaban «la multi-polarización del mundo». En una carta de 1997 al Consejo de Seguridad de la ONU, Pekín y Moscú declararon: «Ningún país debe buscar la hegemonía, participar en políticas de poder o monopolizar los asuntos internacionales».
El segundo problema previsible era que, con el tiempo, Estados Unidos podría verse desbordado y arriesgarse a guerras desvinculadas de sus intereses.
Estados Unidos está asumiendo enormes riesgos sin apreciar cómo la intensificación de la rivalidad podría derivar en un gran conflicto.
Sin duda, la guerra de Ucrania encierra una gran lucha de hegemonías y muestra que vivimos un mundo mucho menos seguro.
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