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30 de abril de 2024

Juan Rodríguez Garat
Juan Rodríguez GaratAlmirante (R)

El show de Putin y Tucker Carlson

Tendiendo la mano al ala derecha del Partido Republicano Putin espera, a corto plazo, contribuir a frenar la ayuda norteamericana a Ucrania

Actualizada 04:30

Putin y Carlson durante la entrevista

Putin y Carlson durante la entrevistaAFP

El pasado jueves, Tucker Carlson –un controvertido periodista norteamericano– publicó una larga entrevista con el presidente Putin.
La gran mayoría de los medios que cubren la noticia destaca su carácter amistoso: fueron más de dos horas de preguntas cómodas –Carlson defiende posiciones cercanas al Kremlin desde el día de la invasión– y respuestas predecibles.
Pero eso, como bien saben los lectores, no es ninguna novedad. No es Putin el único presidente de la historia de la humanidad que solo se deja entrevistar por medios afines.
Tampoco hay ninguna sorpresa en las palabras del líder ruso. Y no nos importa demasiado porque, si la hubiera, no podríamos creerle.
¿Qué valor tienen sus declaraciones, tantas veces repetidas, de que no tiene intención de invadir Polonia si, pocos días antes de la invasión de Ucrania, atribuyó las certeras advertencias de los norteamericanos a la histeria? ¿Cómo es posible, además, que un periodista avezado no le haya hecho a Putin esta misma pregunta?
Entienda el lector que no todo lo que dice el dictador ruso es necesariamente falso. Afortunadamente, podemos estar seguros de que Putin no invadirá Polonia. Pero no porque él diga que no tiene intención de hacerlo, sino porque no tiene las capacidades necesarias para enfrentarse a la Alianza Atlántica. No, al menos, mientras esta se mantenga unida.
Volveremos sobre este asunto más adelante, pero, por ahora, quedémonos con una reflexión: si fuéramos moldavos –es un decir– y Putin saliera a declarar que no tiene ninguna intención de invadirnos, tendríamos serios motivos para estar preocupados.

¿Merece la pena el análisis?

Si no podemos creer a Putin y Carlson fue despedido de Fox News por, entre otras razones, apoyar bulos sobre las elecciones norteamericanas de 2020 que costaron casi 800 millones de dólares a la compañía, ¿por qué habría de interesarnos una entrevista así?
Cada uno tendrá su propia respuesta. La grabación, como se decía en otros tiempos de las malas faenas, ha sido recibida en los EE.UU. con división de opiniones: unos se han metido con su padre y otros con su madre.
Como ya no se toleran esas cosas –y bien está que dejemos en paz a los progenitores de los demás– es mejor referir lo ocurrido con más rigor: si exceptuamos los reductos del conspiracionismo, donde Carlson se ha refugiado tras su despido, unos medios la han ignorado y otros la han criticado por el servilismo del periodista.
¿La excepción? El interés genuino de los medios por la suerte del periodista del Wall Street Journal Evan Gershkovich, encarcelado en Rusia, sobre el que poco se ha podido aclarar.
Si a pocos ha interesado el contenido de la entrevista, ¿por qué traerla a la consideración del lector de El Debate? Cuando las palabras no tienen valor, siempre queda la opción de analizar lo que nos intentan transmitir. Después de todo nuestras mentiras, lo que queremos que otros crean, dicen tanto de nosotros como nuestras verdades.

El medio

La elección del entrevistador nos da la primera pista sobre lo que Putin desea comunicarnos. ¿Por qué Tucker Carlson? El propio periodista asegura a quien quiere oírle que es el único que se atreve a dar a conocer la opinión del líder ruso al público norteamericano.
Mal coordinado, el Kremlin le desmiente, reconociendo que se han rechazado peticiones parecidas de otros medios extranjeros. ¿Por qué esta no? Peskov lo justifica porque Carlson tiene un perfil «diferente del de los demás medios occidentales» a los que califica de partidistas.

Lo que Putin desea al elegir a Carlson como interlocutor es tender la mano a sus seguidores, las bases del partido republicano que idolatran a Donald Trump

Aclarado este punto que no aporta nada nuevo –para el Kremlin solo el rusoplanismo es neutral– tendremos que reconocer que Carlson no es el único periodista prorruso. ¿Por qué él y no otro? No parece ningún secreto: lo que Putin desea al elegirle como interlocutor es tender la mano a sus seguidores, las bases del partido republicano que idolatran a Donald Trump.
La decisión de Putin no está exenta de riesgos. Piense el lector en el periodista español en el que menos confíe. No sugeriré ningún nombre para no hacerle propaganda. Pues ese es Tucker Carlson para un alto porcentaje de los lectores norteamericanos, incluidos muchos de los votantes republicanos –un 47 % según recientes estadísticas– que siguen viendo la vida a través de Fox News. Tiene, sin duda, sus partidarios, en su mayoría acérrimos. Pero quienes no lo son lo consideran un intoxicador.

El mensaje y sus contradicciones

Sin argumentos nuevos, Putin ha vuelto a intentar presentar la contienda desde una doble perspectiva: una agresión occidental contra Rusia y un conflicto casi civil en Ucrania.
Para él, los ucranianos son rusos que han olvidado serlo. De sus palabras, sin embargo, se deduce la verdadera naturaleza de la guerra: «Rusia tiene derecho a partes del oeste de Ucrania». Es, siempre lo hemos sabido, una guerra de conquista.
Ese es, también, el mensaje que dirige a la Alianza Atlántica. Asegura el dictador que los países de la OTAN tendrán que encontrar la manera de aceptar el control ruso sobre el terreno que actualmente ocupa. Generoso, concede: «Dejemos que piensen cómo hacerlo con dignidad».
Hay, como siempre ocurre cuando se trata de justificar lo injustificable, claras contradicciones en el mensaje.
Ese carácter de guerra civil que, para Putin, justifica la invasión del país vecino suena a ley del embudo. Él, que tantas veces ha condenado a Kiev por el uso de la fuerza militar para reprimir a los independentistas del Donbás, hace lo mismo con los hipotéticos independentistas ucranianos en una escala 100 veces mayor.
Pero son contradicciones, como sabe el lector, propias del nacionalismo exacerbado, siempre supremacista. Es la patria rusa la que justifica la diferencia. O la raza aria. O, en un tono menor –quién sabe si solo por falta de capacidades– las pequeñas patrias que los partidos nacionalistas en diversos países europeos, incluida España, anhelan crear. Casi siempre –y en esto también coinciden con Putin– en beneficio de quienes las promueven.

Lo que Putin espera conseguir

Tendiendo la mano al ala derecha del Partido Republicano Putin espera, a corto plazo, contribuir a frenar la ayuda norteamericana a Ucrania.
Son momentos complicados para Rusia porque, por fin, el Senado de los EE.UU. ha logrado separar el apoyo a Kiev y a Tel Aviv de la disputa partidista sobre la política de inmigración. ¿Se aprobará la ley en estas nuevas condiciones? Podría ser, porque tiene el apoyo de una amplia mayoría de los congresistas. Pero, en el Capitolio norteamericano, nada es tan sencillo.
En el Senado, donde nace esta ley, son necesarios 60 votos a favor para evitar la práctica del «filibusterismo», una táctica tradicional en esa cámara que persigue paralizar el proceso de aprobación dilatando el debate hasta el fin de los días. Aunque solo haga falta un 50 % de los votos para aprobar el texto, es necesario el 60 % para poner fin a los debates. Cosas de los EE.UU.
Luego, en la Cámara de Representantes, se necesita el beneplácito del Speaker, el republicano Mike Johnson, para que la ley llegue a presentarse a votación. Y el hombre sabe lo que se juega.
No puede haber olvidado que, con una corta mayoría republicana a su favor y sin mecanismos para imponer la disciplina de voto, necesita el apoyo del ala derecha de su partido para mantenerse en el puesto. La rebelión de un puñado de congresistas ya provocó el cese de Kevin McCarthy, su predecesor.
A más largo plazo, lo que sí es evidente es que el líder ruso apuesta por la candidatura de Trump. El expresidente norteamericano ha prometido terminar con la guerra el primer día de su mandato si es reelegido, y eso le suena bien al dictador ruso.
No es que Trump sea hombre de fiar. Bien puede desdecirse, culpar al propio Putin de cualquier desacuerdo o asegurar que hablaba en broma en esta ocasión, como ha hecho muchas veces. Pero lo que sí parece haber quedado claro entre 2016 y 2020 es que el «América primero» del político republicano debilita a la OTAN y eso, al Kremlin, indudablemente le conviene.

Lo que Putin ha conseguido

¿Ha conseguido Putin mejorar las perspectivas electorales de Trump? La CNN asegura que el líder ruso, demasiado centrado en temas históricos que en los EE.UU. no interesan, no ha logrado acercarse al votante norteamericano. Claro que era de esperar una valoración así porque se trata del medio preferido por los votantes liberales, en su mayoría partidarios del partido demócrata.
En el otro lado, Fox News –el medio de referencia de los votantes republicanos en los EE.UU., aunque no de las radicalizadas bases del partido– no cubre la noticia. También era de esperar porque, después del despido del locutor, no tiene las mejores relaciones con Carlson.
Más a la derecha del espectro ideológico, como es lógico suponer, la entrevista será aplaudida por los rusoplanistas europeos y norteamericanos y por los medios más afines a lo que representa el propio Carlson. Pero para ese viaje no hacían falta alforjas: en este grupo, los que pueden votar en las elecciones de finales de año ya tienen decidido su voto.
La maniobra de Putin parece, pues, haber sido en vano. Pero, para valorar con certeza lo que todo esto ha dado de sí, todavía tendremos que esperar algunos meses. Como se ha dicho tantas veces por voces mucho más autorizadas que la mía: «las predicciones son difíciles, sobre todo cuando se refieren al futuro».
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