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09 de mayo de 2024

El primer ministro polaco, Donald Tusk, durante una conferencia de prensa

El primer ministro polaco, Donald Tusk, durante una conferencia de prensaAFP

Polonia

Tusk intenta deshacer la herencia conservadora dos meses después de su llegada al poder

Hace limpieza en las instituciones públicas controladas por el PiS: satisface a sus votantes, pero corre el riesgo de tensar la sociedad polaca

A principios de la semana pasada, el nuevo primer ministro polaco –tomó posesión el 13 de diciembre–viajó a Berlín y París para solemnizar, junto con Olaf Scholz y Emmanuel Macron el regreso de su país al redil europeísta tras ocho años del Gobierno conservador del Partido Ley y Justicia (PiS), caracterizados por constantes tensiones entre Polonia, por un lado, y Alemania, Francia y la Unión Europea, por otro. Previamente, Tusk había viajado a Bruselas: allí, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, saludó que en Polonia volviera a «imperar el Estado de derecho».
«Donald Tusk tiene una visión geopolítica completamente distinta a la del anterior Gobierno conservador», explica a El Debate Tomasz G. Grosse, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Varsovia y jefe del Departamento de Políticas de la Unión Europea del Instituto de Estudios Europeos. «En primer lugar», apunta, «su concepto es acercar Polonia a Berlín y París, así como a Bruselas, es decir, a las instituciones de la Unión Europea. Sus predecesores de la derecha querían ante todo construir una autonomía estratégica en Europa central y reforzar la alianza con Estados Unidos, lo que parece comprensible en el contexto de la amenaza que supone el imperialismo de Moscú».
«También querían», prosigue, «mantener más autonomía en las relaciones con Bruselas. Tusk no sólo actúa de acuerdo con la voluntad de los funcionarios de la UE, sino también de las élites alemanas y francesas. Incluso le animan a enfrentarse a la oposición de derechas con la mayor decisión posible, porque amenaza el acuerdo geopolítico en el que Berlín y París tienen más peso en la Unión Europea».
En este escenario, Tusk, desde que asumió el cargo, se dedica con empeño y celo a cesar a todos los peones del PiS en las instituciones polacas. La escena más visible de este nuevo paradigma se produjo el 11 de enero con el espectacular arresto, dentro del Palacio Presidencial de Varsovia, del anterior ministro de Justicia y su principal colaborador. Habían acudido a reunirse con el jefe del Estado, Andrzej Duda, figura del PiS. Sobre ambos pendía una condena penal. Duda alegó que les había indultado, pero los tribunales lo entendieron de otra manera. De hecho, afloran los conflictos entre los distintos poderes del Estado.
Desde el Gobierno se asegura que esta y otras medidas son un paso necesario para despolitizar la Justicia y adecuarla a una independencia más en sintonía con la práctica europea- Para Grosse, en cambio, el problema reside en que «el sistema judicial polaco está muy politizado y polarizado políticamente. Por ello, algunos tribunales apoyan las decisiones del gobierno y otros las bloquean. Por tanto, la lucha política se trasladó al sistema judicial. Esto se debe en gran parte a la Unión Europea, que ha politizado mucho el sistema judicial polaco y ha marcado el rumbo de la batalla judicial, por ejemplo, anulando las sentencias de algunos tribunales polacos».
Apoya su argumentación en que una de las primeras decisiones del nuevo ministro de Justicia, Adam Bodnar, fue impulsar la adhesión de Polonia a la Fiscalía europea. Otra de las señales de los nuevos vientos que soplan en Varsovia. Grosse defiende una perspectiva distinta: evoca abiertamente violaciones de la Constitución en relación con los métodos de Tusk y Bodnar. «Al mismo tiempo, no se respetaron las leyes aplicables ni se modificaron de acuerdo con el procedimiento constitucional. Actuaron sobre la base de la decisión política del primer ministro y sobre la base de resoluciones del Sejm [Parlamento] polaco, que en el sistema jurídico polaco sólo tienen significado político y no crean derecho, especialmente superior al derecho estatutario o a la Constitución».
De momento, Tusk sigue impasible con su agenda: ya ha «despolitizado» la Fiscalía, y la televisión pública –muy sesgada, es cierto, en años anteriores– provocando incluso la interrupción de la programación de su canal de información continua. Ahora, en su punto de mira está el gobernador del Banco de Polonia, Adam Glapinski. Para Grosse, en Polonia «hay caza de brujas».
Los votantes dirimirán estas dos visiones de Polonia el 9 de junio, día de las elecciones europeas.
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