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06 de mayo de 2024

Al bate y sin guanteZoé Valdés

Constitución es vida

El ser humano, en su estado fetal de no nacido, no tendrá derecho ahora a su defensa en Francia

Actualizada 01:30

Constitución es vida, «porque constituir es vivir», ha dicho el político francés Philippe de Villiers. Y, continúa: «En lugar de dirigir la Constitución hacia la vida, la estamos desviándola a lo que significa suspender la vida».
O sea, hacia la muerte. El ser humano, en su estado fetal de no nacido, no tendrá derecho a su defensa, y a partir de ahora mediante la nueva ley constituida en Francia de las Interrupción Voluntaria de Grossesse (Gestación) IVG, nos veremos prohibida su defensa. Un ser humano menos, juzgado de antemano como muy costoso, evitaría llegar a otra ley que se avecina, la ley de la eutanasia. Eliminar por anticipado, el viejo sueño de Bill Gates y compañía. Estamos en manos de unos locos, de unos irresponsables, de unos criminales. No seremos protegidos, y la eliminación es la perspectiva.
Los que estuvieron a favor de que las IVG entraran como ley en la Constitución de Francia -no me consultaron para votar, ni a mí ni al resto-, primer país que se vanagloria de semejante deriva, cuyas cifras de natalidad dan bastante que desear, echaron mano de lo que desde 1975 era autorizado en Francia, por la Ley Simone Veil. ¿Ni siquiera conocen las palabras que usó Veil para darle la posibilidad a las mujeres a decidir en casos extremos? Posibilidad no es derecho.
«Lo digo con toda convicción: el aborto debe seguir siendo la excepción, el último recurso para situaciones sin salida. ¿Pero cómo tolerarlo sin que pierda su carácter excepcional, sin que parezca que la sociedad incita a ello?... Es un drama y será siempre un drama…». Escribió Simone Veil. Bien, nada más dramático que el drama sea convertido en ley.
Con la adopción de esta ley han traicionado a una resistente, a una mujer que luchó toda su vida contra el Holocausto, contra el nazismo, en favor de la vida y en contra de la muerte. Emmanuel Macron decidió constituir lo que le exigieron los comunistas.
De inmediato, tras la aceptación de la nueva Ley, la diputada comunista Mathilde Panot, discípula de Jean-Luc Mélénchon, y antisemita probada como él, publicó un afiche indecente con una foto de Madame Veil mirando hacia abajo y situándose ella misma enfrente, como retándola condescendiente, con la frase:”¡Lo hemos hecho!”. De inmediato, Aurélien Veil, nieto de Simone Veil, publicó un tuit en el que comenta: «Ese acercamiento, qué indignidad».
La indignidad no puede ser mayor si conocemos que en lugar de dar derechos al cuerpo de las mujeres -posibilidades de decidir que ya poseían- lo que hacen es imponer otra prohibición con sentido único e irreversible hacia la muerte, conducida a la imposición de maniatar a los médicos, sin contar que la deshumanización es la nueva programación del objetivo científico de los que hoy pagan la ciencia.
En cuanto fue aprobada la Ley en la Asamblea, la Torre Eiffel fue iluminada con su tintinear festivo, como espetándole al mundo que son el primer país en iluminar un símbolo -y lo son- al oscurecer el mayor símbolo que define a la humanidad: el nacimiento.
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