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01 de mayo de 2024

Aquilino Cayuela
AnálisisAquilino Cayuela

¿Necesita Europa una nueva política de contención frente a Rusia?

En caso afirmativo, esta debería tener en cuenta que hoy, es la Eurasia postsoviética y el Sur Global quienes ocupan el lugar privilegiado para una cierta expansión de la influencia rusa

Actualizada 04:30

El presidente ruso Vladimir Putin opera un simulador

El presidente ruso Vladimir Putin opera un simuladorAFP

Estos días recibimos noticias alarmantes acerca de la proximidad de una expansión de la guerra en Europa. Emmanuel Macron llamó en Praga a los aliados de Ucrania a enfrentarnos a una Rusia «que se ha vuelto imparable», afirmando que «nos acercamos a un momento en Europa en el que será conveniente no ser cobardes».
Por otro lado, Ursula von der Leyen instaba a los países europeos, hace unos días, a prepararse para una «gran guerra». Vladimir Putin, por su parte, dejaba caer de nuevo la amenaza nuclear y el jefe de la inteligencia exterior rusa Sergéi Narinshkin (ante los alardes de Macron) amenaza con una escalada impredecible si tropas de la OTAN interviniesen en Ucrania.
Asimismo, hace unos días la región moldava de mayoría rusa de Transnistria pedía protección a Moscú, amenazando de extender el conflicto existente en Europa central.
Hasta 2021, Estados Unidos y Europa mantenían un horizonte donde Rusia y el mundo occidental pudiesen sostener en el tiempo «una relación de paz y buen entendimiento estable y predecible». Pero tras dos años de guerra en Ucrania todo ha cambiado radicalmente: se ha abierto un antagonismo duradero.
El Kremlin (a pesar de que la prensa occidental lo minimice) posee un inmenso poder de influencia y capacidad de perturbar al resto del mundo y está dispuesto a asumir grandes riesgos para hacer avanzar su agenda geopolítica. China ante las guerras en Ucrania e Israel no ceja en su expansión geopolítica.
Esta tensión creciente ha vuelto la mirada, a los estudiosos de la política internacional, hacía la que supuso, en la Guerra Fría, la «Política de la Contención».
Han pasado más de 75 años desde que el diplomático George Kennan formulara por primera vez esa estrategia en un texto titulado Telegrama Largo desde Moscú y que luego publicó con seudónimo en Foreign Affairs como Artículo X, que tuvo una importante repercusión en su momento.
Kennan sostenía que el objetivo primordial de Estados Unidos debía ser impedir la expansión y difusión del comunismo a las naciones «no socialistas». Había que «contenerlo» dentro del Telón de Acero.
La «política de contención» partía de la creencia de que el sistema socialista necesitaba establecer economías globalmente controladas por el estado soviético. Hacia 1968, la «doctrina Brézhnev» postuló que cada partido comunista era responsable «no solo ante su propio pueblo sino ante todos los países socialistas». Una vez que un país ingresaba en la órbita comunista, no se le permitiría ya salir de ahí.
Por eso el planteamiento de Kennan influyo en la «doctrina Truman» que apuntaba, como eje central, la contención de toda expansión soviética como principio clave. La contención consistía en que «si un estado regional iniciaba un proceso revolucionario hacia el socialismo amenazaría a toda esa región». Por eso, por ejemplo, Estados Unidos no dejó que Chile cayese en las garras comunistas, con Salvador Allende, o entró en la guerra de Vietnam.

El objetivo fundamental era evitar la confrontación directa con la Unión Soviética

«La contención» fue una estrategia política llevada a cabo a través de la aplicación hábil y vigilante de la «contra revolución» en una serie de puntos geográficos y políticos en constante cambio. Pero a su vez, el objetivo fundamental era evitar la confrontación directa con la Unión Soviética.
¿Nos vale hoy este planteamiento político? Creo que muy parcialmente, porque una «nueva estrategia de contención» debe tener en cuenta que hoy, es la Eurasia postsoviética y el Sur Global quienes ocupan el lugar privilegiado para una cierta expansión de la influencia rusa (que ya no es ideológica). Además, la expansión y aceptación de Rusia no es el mayor problema a «contener» sino la influencia de la China de Xi Jinping, que sí contiene un relato ideológico, y que entre estos países no alineados (que manifiestan un alto descontento con las políticas y valores occidentales en su conjunto) encuentra una posible aceptación.
Además, la visión de «política de contención» de Kennan se centraba principalmente en Europa y hoy Europa está en horas bajas. Una nueva estrategia de contención claramente articulada supondría que Rusia seguirá intentando dominar Ucrania. Esta estrategia, supondría que los aliados de la OTAN y Estados Unidos siguen firmemente comprometidos con Ucrania y con la seguridad europea, al tiempo que puedan mantener un pulso sin aumentar la escalada y entrar en confrontación directa con Rusia. Un equilibrio por ahora difícil.
Es cierto que la defensa de Ucrania es crucial para la estabilidad europea y para impedir la expansión del poder ruso a nivel mundial. Pero a China, ¿cómo se la puede contener, al mismo tiempo, en su expansión global?
Por eso no basta con desempolvar las recetas de Kennan o la doctrina de Truman.
En tiempos de Kennan, la estrategia de contención facilitaba a Estados Unidos hacer frente a Moscú, a través de terceros, sin arriesgarse a un conflicto directo entre dos potencias nucleares. Con todo, Estados Unidos tubo importantes pérdidas como la guerra de Vietnam. Tampoco la Unión Soviética colapsó hasta 1991 y no tanto por esta «política de contención» sino por sucesivas crisis que colapsaron las economías socialistas.
El caso es que la multipolaridad presente no solo confronta al mundo occidental con Rusia, también con China en otro frente, e Irán que hostiga y agita el avispero en Oriente Medio. Esta situación pone en el tablero mundial «no» a dos bloques sino como mínimo a tres y en pleno antagonismo.
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