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28 de abril de 2024

José María Ballester Esquivias
José María Ballester Esquivias

Macron intenta sortear sus dificultades espoleando la subcultura de la muerte

Ya sea en el tema del aborto, la reproducción asistida o la eutanasia, el presidente de la República, tras una apariencia de falsa neutralidad, siempre se inclina por posturas progresistas

Actualizada 04:30

El presidente de Francia, Emmanuel Macron

El presidente de Francia, Emmanuel MacronAFP

La escena, descrita por Le Point, tuvo lugar en el Palacio del Elíseo un día del invierno de 2018: Emmanuel Macron recibía a distintas personalidades cualificadas, entre las que figuraban las autoridades religiosas, para debatir acerca de una posible legalización de la eutanasia. «Encantado de que esté usted aquí», le espetó a Jean-Luc Romero, conocido militante de la causa homosexual y, sobre todo, presidente de la Asociación por el Derecho a Morir en la Dignidad, entiéndase la eutanasia. Acto seguido, se dio la vuelta y soltó la misma frase a monseñor Michel Aupetit, por entonces arzobispo de París.
Cuando, en el transcurso de la reunión y siempre según el semanario, Romero se enzarzó con Haim Korsia, a la sazón gran rabino de Francia, el anfitrión dejó hacer. Al final, el presidente de la República no dijo ni sí ni no a la eutanasia. Se limitó a anunciar que se «tomaría tiempo para la reflexión».
El tiempo en cuestión ha durado seis años: hace unos días, el presidente de la República anunció para abril la presentación de un proyecto de ley para ayudar a quien lo desee –siempre que sea mayor de edad–, a «morir en la dignidad» bajo «condiciones estrictas». Queda por ver cuál es el contenido preciso de las condiciones estrictas. Lo que está fuera de toda duda es que, una vez más, Macron pisa el acelerador en materia de ingeniería social cuando pasa por un momento político delicado.

Macron pisa el acelerador en materia de ingeniería social

Es decir, revoluciona el Derecho de la Familia para intentar capear dificultades pasajeras. En términos estrictamente políticos, las aceleraciones sociales en sentido nítidamente progresista son la contrapartida a una política económica liberal para mantener cohesionada a una mayoría parlamentaria exigua y heteróclita, con una componente de izquierdas que sabe hacerse oír.
La realidad es que hasta ahora las jugadas le han salido redondas: en 2018, para salir del atolladero de los 'Chalecos amarillos', el presidente inició los trámites para legalizar la reproducción asistida. Aplicó entonces por primera vez el mismo método que para la eutanasia: consulta de personalidades diversas paras dar una apariencia de neutralidad, verificación de la solidez de su mayoría parlamentaria, así como de la disponibilidad de otros grupos, y anuncio de la reforma. En las filas macronistas solo se opusieron un puñado de parlamentarios, como la combativa diputada Agnès Thill, hoy fuera de la política. Sus intentos de hacer entrar en razón a sus compañeros de filas fueron vanos. La reproducción asistida es legal en Francia desde el 29 de septiembre de 2021.
Algo similar ha ocurrido con el aborto, pues la reciente elevación a rango constitucional del supuesto derecho a abortar fue precedida en marzo de 2022, coincidiendo con el comienzo de la campaña presidencial de aquel año, por la promulgación de la reducción de plazos de 14 semanas a 12. Macron también era consciente de que, en el caso (harto improbable) de que la derecha hubiera ganado la elección, no se hubiera atrevido a derogar sus reformas de ingeniería social: sabe que la opinión pública francesa, muy conservadora en los temas tocantes a la identidad y a la soberanía nacional, es muy liberal sobre los asuntos íntimos. También lo sabe Marine Le Pen, dispuesta a todo con tal de llegar al poder: ella y el grueso de sus diputados votaron junto a los macronistas en la constitucionalización del aborto.
Cuestión aparte es lo que tenga el presidente de la República en su cabeza, en su conciencia. Nacido de padres ateos, pidió ser bautizado en el seno de la Iglesia católica cuando tenía 12 años, abandonando cualquier práctica religiosa al principio de su andadura profesional en la alta administración. Para entonces, ya había empezado a colaborar con el filósofo de cultura protestante Paul Ricoeur (1913-2005). Este último publicó en 2000 un texto muy crítico con la eutanasia. Parece que su discípulo se ha dejado llevar, una vez más, por las corrientes de la opinión pública antes que por sus principios.
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