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05 de mayo de 2024

Hermann Tertsch
AnálisisHermann Tertsch

Sánchez puede ser mucho peor

Si no tiene advertencias serias y convincentes que le disuada, Sánchez es capaz de pretender amenazar a toda la sociedad para mantener el poder

Actualizada 04:30

Pedro Sánchez Valle de los Caidos

Pedro Sánchez Valle de los CaidosPool Moncloa/EFE

La campaña feroz contra el partido VOX que tuvo sus momentos más intensos entre las elecciones municipales y las generales no ha amainado en intensidad, ha cambiado en sus formas. Cuando todo el mundo debería tener ya asumido su fracaso.
El objetivo era acabar con este partido y lo que ha conseguido es demostrar que se ha consolidado ya un suelo electoral muy firme y que no cede ni en las condiciones más adversas posibles.
Ni con el 90 % de los medios anunciando la desaparición e inventando división, discordia interna y deserciones ni las campañas particulares de enemigos diversas han surtido el efecto apetecido.
Pocos partidos fuera del gobierno habrían soportado con tanta firmeza una campaña tan bárbara e intensa que no ha habido en España ni contra partidos que defienden el terrorismo.
Eso no quiere decir que no hiciera daño. Algún daño fue en boomerang. Porque fue suficiente la mella del asfixiante acoso a VOX para hacerle mucho daño a Núñez Feijoo, tanto como negarle el gobierno.
Y precisamente fue la campaña de los populares y sus medios la que pidió que VOX le diera al PP la mayoría que este decía tener y no tuvo nunca. La derrota autoinfligida en el trasero de VOX pasará a los anales del disparate en diseño de estrategia electoral.
Nunca un partido con las elecciones ganadas en alianza se ha dedicado tan intensamente a perjudicar a su único aliado posible hasta privarse él mismo de la victoria.
No todos en los demás partidos lo han entendido y por supuesto hay muchos en varios de ellos de izquierda y derecha que sueñan con una España sin VOX sea por acoso y derribo, sea por ilegalización.
Es muy posible que haya insensatos en el PP a los que la ilegalización de VOX les parecería conveniente.
Tengan cuidado porque si Sánchez se va al Valle de los Caídos a hacer un posado entre calaveras y huesos lo hace, por supuesto, para usar a los muertos de la forma más miserable para su propaganda.
Pero también para visualizar que, ante la catástrofe a la que se enfrenta su gobierno con una montaña de escándalos de corrupción inaudita y con la mujer del propio Sánchez, Begoña Gómez en el centro de toda la trama, se prepara para un enfrentamiento total con tanto carácter guerracivilista que ya será guerra civil, aunque de momento fría.
La maquinaria de propaganda puesta en marcha para la visita al Valle de los Caídos que ofrecía de fuente única oficial las imágenes de Sánchez y compañía avanzando por la basílica y los túneles como conquistadores y dueños deja claro el lenguaje bélico.
Mientras, los medios afines, los más militantes y los otros de propaganda más subrepticia volvían a poner el punto de mira en VOX y las «leyes de concordia», que en dos regiones en las que gobierna este partido con el PP han sustituido a las «leyes de memoria democrática» del sectarismo frentepopulista y revanchista.
En realidad, esas leyes de concordia solo vienen a recuperar un espíritu de la transición que tratan por igual a los bandos de una guerra que consideran una tragedia común de todos los españoles.
Este espíritu lo abolió, lo prohibió Zapatero nada más llegar al gobierno tras las bombas del 11M. Y hoy es un espíritu perseguido porque para los frentepopulistas de hoy, para el gobierno y todos los medios de las mentiras hegemónicas de la izquierda, solo hay un bando impecable y un bando demoniaco.
Los medios repican todos que este conflicto se debe a que VOX niega el derecho a los familiares a recuperar los cuerpos de las víctimas de la guerra. Lo que es una miserable mentira lo diga el locutor que lo diga. VOX no está en contra de un entierro digno a quienes siguen en una fosa. Defiende ese derecho para todos. Para las víctimas del frente popular y para las nacionales, cuyos restos muchas veces vuelven a ser enterrados o abandonados en la fosa cuando las cuadrillas de la Memoria Democratica las identifican como «franquistas».
VOX está en contra de la Ley de Memoria Demócratica que sirve para financiar una inmensa red de chiringuitos del revanchismo guerracivilista. Pero sobre todo porque es una ley totalitaria que quiere dividir y enfrentar aún más a los españoles e imponer mentiras como verdades oficiales y obligatorias y prohibir, perseguir y castigar verdades porque no gustan al poder.
Sánchez puede utilizar esa ley para un choque frontal que haga imposible que se debatan e investiguen todos los incontables delitos de diversas tramas criminales desarrolladas bajo su gobierno.
La aplicación radical de la Ley de Memoria Democrática de Sánchez puede convertirla en algo muy parecido a esa Ley contra el Fascismo que se han sacado de la manga el criminal Nicolas Maduro y la no menos criminal Delcy Rodríguez, ambos con contactos muy estrechos con el gobierno español a través de Rodríguez Zapatero.
Esa ley que acaba de aprobar la dictadura narcocomunista da plenas manos libres para, en arbitrariedad absoluta, incautar, multar y detener y, en el caso de Venezuela, torturar y asesinar, a cualquiera sospechoso de fascismo, simpatías con fuerzas conservadoras o críticas con el socialismo bolivariano.
Se dice con razón que la inmensa mayoría de los españoles ya no responden a los señuelos de la izquierda con manidas campañas contra el fascismo o el franquismo. Eso es cierto.
Pero una oposición absolutamente incapaz ha permitido y ayudado a consolidado la maniobra del PSOE del cambio de régimen para imponer leyes con mecanismos brutales de coacción.
Son leyes para que un dictador o un régimen con un autócrata sin escrúpulos pueda tener todo el poder de uso absolutamente arbitrario para perseguir a toda la oposición que declara enemigo.
Son leyes contra la libertad, contra la verdad y para la dictadura. Y con un tsunami de casos de corrupción y ya manifiestos desvíos, malversación de fondos nacionales y europeos que llegan a su gobierno y a su propia casa, Sánchez es capaz de cualquier cosa.
Si no tiene advertencias serias y convincentes que le disuada, es capaz de pretender amenazar a toda la sociedad para mantener el poder que es lo único ya que le otorga la impunidad propia, de su mujer y de todo ese consejo de ministros ya bajo cien mil sospechas. Sánchez puede estar cerca de ser mucho peor que hasta ahora.
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