No gusta el ganador, que lo cambien
Increíbles maniobras en la UE para eliminar al ganador de la elección en Rumanía por considerarle ultraderechista
Caos electoral en Rumanía. Unos piden recuento. Y otros directamente que se repitan las elecciones presidenciales. No ha gustado el ganador y se quiere otro. El Tribunal Constitucional no se ha atrevido este viernes a anular sin más esta primera vuelta de las elecciones presidenciales celebrada el 24 de noviembre. Esperará al lunes para tomar una decisión, porque el domingo son las elecciones generales, las parlamentarias.
Si ya temían un resultado poco amable con Bruselas también en estas elecciones, con un gran resultado del partido AUR, miembro del grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), de anular los resultados del 24 de noviembre los de mañana, dictados por la rabia, podrían haber sido aun más tenebrosos para la izquierda y el centrismo. Con un recuento un poco habilidoso quizás no logren tumbar al candidato Georgescu, pero sí conseguir que el segundo puesto y por tanto paso a la segunda vuelta lo pierda la candidata de centroderecha Elena Lasconi en favor del tercero, que era nada menos que el primer ministro socialista Marcel Ciolaco, humillado en estos resultados. Si hubieran ganado Lasconi y Ciolaco, candidatos de Bruselas, no habría recuentos ni dudas. Esta doble vara de medir que es la marca que ha impuesto la Unión Europea es mucho más decisiva que la identidad y entidad de los propios candidatos supuesta o realmente ultras y supuesta o realmente pro rusos.
Ha ganado un candidato, Calin Georgescu, que no gusta a quienes tiene que gustar, a Bruselas. Dicen que es ultranacionalista, ultraderechista, que habla bien de Putin y mal de la OTAN. Y por eso han sonado las alarmas entre todos los políticos y partidos en Bucarest, en el alto mando de la Unión Europea en Bruselas y en todas las redacciones bienpensantes de Occidente.
Y rápidamente se ha perdido un recuento cuando los indicios de fraude son los mismos de todas las elecciones en Rumanía. El argumento de descalificación es que Georgescu ha utilizado mucho TikTok y no ha tenido apenas gastos electorales, puras excusas de mal perdedor. En fin, todo recuento es bueno. Ahora lo piden para Rumanía todos los perdedores. Pero recordemos que quien los pedía, —Trump y los Republicanos— en diversos estados norteamericanos en 2020 eran tachados de golpista peligrosos que se negaban a reconocer el resultado de las elecciones. Algunos fueron a la cárcel.
En fin, Calin Georgescu no gusta. Y se entiende. Aunque quienes le conocen de antes de ser candidato lo han vivido como un rumano plenamente occidental y europeo, que representó a su país como secretario general de la Asociación Rumana del Club de Roma, trabajó en el Comité de Medio Ambiente de la ONU en Viena. Fue «personalidad del año para una Rumanía Europea» por la House of Europe Foundation, una agencia puramente europeísta.
En su larga carrera profesional en asesorías agrícolas, medio ambiente, residuos tóxicos y derechos humanos en Occidente representando a diversos gobiernos rumanos, Georghescu jamás había mostrado veleidades pro-rusas ni pro Putin hasta que percibió la gran oportunidad que suponía ese nicho electoral por el resentimiento de los rumanos hacia los ucranianos y sus frustraciones con todos los políticos domados por la Agenda2030, el Pacto Verde y las imposiciones de una Comisión Europea cada vez más ideologizada y autoritaria bajo Úrsula von der Leyen.
Es más que probable que Georgescu, si se impone a todas las operaciones que se han puesto en marcha para intentar neutralizarle, se revele menos como un ultra pro-ruso que como un muy espabilado candidato que ha utilizado para su éxito el hartazgo con la progresía antinacional, las imposiciones de Bruselas y los muchos ladrones que pasean con la bandera azul de la Unión Europea por allí.
Lo cierto es que la credibilidad de las fuerzas protegidas por la Comisión Europea es nula. Y la doble vara de medir de progres y liberalios tiene aburridos a todos los electorados. No solo en los Balcanes orientales. Por eso las elecciones parlamentarias del domingo pueden ser el siguiente susto y difícil de anular. Y las posibilidades de quitar a empujas al ganar de la primera ronda presidencial también. Las fuerzas nacionales y contrarias al rodillo socialdemócrata y centralista de la mayoría de populares, socialistas y verdes en Bruselas no deja ni dejará de crecer con caras más o menos amables y estilos más o menos elegantes. Pero el único antídoto a la revuelta nacional es un cambio total de política en Bruselas. Y eso puede descartarse, vista la obcecación de Von der Leyen y su coalición de populares, socialistas y verdes.