La política exterior de Francisco y sus esfuerzos diplomáticos en China
Durante más de 12 años del papado de Francisco, el Vaticano realizó grandes esfuerzos para superar las divisiones geopolíticas, dedicando una atención diplomática muy especial a China
El Papa Francisco saluda a los peregrinos de China en la audiencia general en la Plaza de San Pedro
Más de doce años de papado de Francisco (del 13 de marzo de 2013 al 21 de abril de 2025), una larga década de política exterior vaticana que resulta interesante analizar, en este momento, en parte como reconocimiento al Pontífice y, en parte, como prospectiva del futuro inmediato de la Iglesia.
Francisco solía presentar su visión del «mundo globalizado» no como una esfera sino como un poliedro, una metáfora que, según él, «expresa cómo se crea la unidad preservando las identidades de los pueblos, las personas y las culturas». Francisco participaba así de una visión «multipolar» y de acercamiento al «sur global», conceptos estos que gustan mucho a la China de Xi Jinping y a la progresía académica occidental.
Durante el papado de Francisco, el Vaticano realizó grandes esfuerzos para superar las divisiones geopolíticas, dedicando una atención diplomática muy especial a China. Antes de Francisco, la desconfianza mutua había frustrado los esfuerzos por resolver una larga disputa entre Pekín y Roma. Pero cuando China eligió a su nuevo líder el primer día del mandato de Francisco, el papa escribió una carta personal de felicitación a Xi Jinping. Xi respondió cordialmente, para sorpresa de algunos miembros del personal del Vaticano.
Francisco sentía un gran afecto por China desde siempre. Eligió secretario de Estado a Pietro Parolin, quien por el momento es el papable con más posibilidades, aunque de cara a un cónclave eso no significa demasiado.
El cardenal Parolin fue quien dirigió las negociaciones del Vaticano con Pekín entre 2005 y 2009. Un año después de su llegada al cargo, Francisco declaró al periódico italiano el «Corriere della Sera» que el Vaticano estaba «cerca de China» y que los diplomáticos mantenían relaciones con ambas partes.
Esas relaciones fueron fundamentales para resolver un desacuerdo crucial sobre el nombramiento de obispos: durante décadas, Pekín había insistido en seleccionar a los obispos chinos por sí mismo, rechazando la doctrina religiosa católica que otorga esta autoridad al papa.
Tras cuatro años de negociaciones discretas, en 2018 el Vaticano y el Gobierno chino llegaron a un acuerdo provisional para nombrar conjuntamente a los obispos. Ese acuerdo se ha renovado tres veces y, en virtud de sus disposiciones, se han aprobado 11 nuevos obispos.
Francisco se mostró especialmente persistente e instruyó a sus diplomáticos para que siguieran hablando con sus homólogos chinos incluso cuando se enfrentaban a reveses
Dos papas antes de Francisco habían intentado sin éxito encontrar un modus operandi con Pekín. Francisco se mostró especialmente persistente e instruyó a sus diplomáticos para que siguieran hablando con sus homólogos chinos incluso cuando se enfrentaban a reveses. En negociaciones anteriores, las decisiones unilaterales de Pekín habían provocado la ruptura de las conversaciones. Pero bajo el mandato de Francisco, el Vaticano no se desanimó y finalmente logró un avance, aunque el precio ha sido que Pekín es quien tiene la fuerza en la designación.
Otro rasgo del pontificado de Francisco ha sido su acercamiento al mundo musulmán, unas relaciones que habían quedado muy debilitadas, tras el elegante discurso de su predecesor Benedicto XVI, en 2006, en Ratisbona y su alusión al diálogo entre el docto emperador bizantino, Manuel II Paleólogo y un persa culto (en 1391) sobre el cristianismo y el islam, ofendió a sectores musulmanes como el gran imán de Al Azhar, Ahmed al-Tayeb, quien en 2011 rompió relaciones con el Vaticano.
Francisco se propuso mejorar esta situación, en particular con el islam suní y lomó asperezas con Tayeb con quien entabló una cierta amistad. Ambos líderes aparecieron juntos en 2019 en Abu Dabi para firmar un histórico acuerdo contra el extremismo religioso durante un viaje histórico, ya que era la primera vez que un papa visitaba la península arábiga.
La visita de Francisco a Indonesia, el país musulmán más poblado, reafirmó su compromiso con la colaboración interreligiosa. Asistió a una reunión con otros líderes religiosos en la mezquita Istiqlal de Yakarta.
Francisco también instó a la Iglesia católica a ser menos institucional, o introvertida, y más misionera y centrada en las periferias de la sociedad global. El papa llenó el Colegio Cardenalicio (que ahora elegirá a su sucesor) con personas de países del llamado «sur global» con escasa representación en la dirección de la Iglesia. Ha nombrado cardenales de 25 países que nunca habían tenido uno, entre ellos Papúa Nueva Guinea, Singapur y Timor Oriental.
Ha buscado que la Iglesia fuera menos eurocéntrica y se centrara más en los países donde se está extendiendo el catolicismo. Durante su papado, visitó 13 países de Asia y nueve de África.
El viaje más largo de Francisco como papa, ha sido un recorrido de 12 días por Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur Timor Oriental, este último país cuenta con el mayor porcentaje de católicos del mundo y es un ejemplo claro de la creciente influencia de la Iglesia.
Cuando Indonesia invadió Timor Oriental (como se conocía antes de su independencia) en 1975, alrededor del 20 % de los habitantes eran católicos. Diez años más tarde, esa cifra era del 95 %. Durante la ocupación militar indonesia hasta 1999, la Iglesia protegió a las personas perseguidas. Cuando Francisco visitó el país, casi la mitad de la población, de 1,3 millones de habitantes, asistió a la misa que celebró.
La política exterior de Francisco ha sido elogiada por distintos líderes y periodistas en sus exequias: «está arraigada en el Evangelio».
Parolin, secretario de Estado y artífice de su política exterior se muestra favorito para sucederle. Cuenta con gran formación y dotes diplomáticas, es italiano, un gran opositor de regímenes de la izquierda en Hispanoamérica, particularmente el de Maduro, en Venezuela o los de Cuba y Nicaragua. Se muestra sensible a la persecución de los cristianos en el Medio Oriente y se esperaría de él una continuidad con Francisco. Pero entre los 135 cardenales que elegirán al próximo papa habrá muchas sorpresas, teniendo en cuenta que 108 de ellos fueron ascendidos por el propio Francisco. Podría ser este un cónclave que sorprenda al mundo.