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AnálisisCarmen de Carlos

Cristina Kirchner y Pedro Sánchez, las dos caras del espejo de la corrupción

Por primera vez en su historia, los argentinos se asombran ante la corrupción española y no ante la suya que empieza a formar parte del pasado. Nunca les había sucedido. La pregunta se repite: ¿Terminará Pedro como Cristina?

Montaje de Cristina Fernández en el balcón del piso donde cumple arresto domiciliario en Buenos Aires con Pedro SáncheDavid Díaz

El final de la carrera le llegó a Cristina Fernández, –Kirchner para todos–, antes de lo que esperaba. La expresidenta tuvo su último acto de despedida en forma de una manifestación en la ciudad de Buenos Aires hace apenas unos días. 50.000 personas, el doble para los organizadores, le rindieron su póstumo homenaje.

Póstumo porque ahora sabe que el poder a la sombra no es poder en el peronismo, ni en ningún movimiento político. Únicamente el crimen organizado, a la italiana, conserva la obediencia debida a sus líderes cuando están entre rejas, pero Argentina, aunque se le parezca mucho, no es esa Italia y con Javier Milei, el parecido se reduce, aunque no se extingue.

El vacío de poder, como el poder, no es eterno. Siempre hay alguien agazapado, o con la cabeza alta, preparado para ocuparlo. «Cristina», como Pedro Sánchez, lo sabe. Las formas paralelas resultan evidentes y sus destinos, quizás, no sean tan distintos.

Por primera vez en su historia, los argentinos se asombran ante la corrupción española y no ante la suya que empieza a formar parte del pasado. Nunca les había sucedido. En las reuniones, en el avión y entre los periodistas, la pregunta se repite: «¿Terminará Pedro como Cristina?» El nombre propio de los políticos se impone habitualmente en las tertulias y en los medios.

Desde allí observan la descomposición de un Gobierno con un jefe que se encoge por momentos. Sánchez pierde peso y la camisa le hace hueco bajo la nuez, aunque no suelta su bronceado. Sólo sale de las dependencias privadas de la Moncloa para ir a la sala de prensa vacía, subirse al Falcon obligado por la cumbre de la OTAN que parece querer reventar o enfilar el caminito al Congreso. No sabe lo que va a cantar José Luis Ábalos, qué relato o historia confesará Koldo, cómo se defenderá Santos Cerdán o cuántos audios más saldrán y dónde están los suyos.

Begoña, la mujer procesada que le debe llenar la cabeza de ideas (pocas buenas)

El día a día de «Pedro» es un sin vivir al lado de «Begoña», la mujer procesada que le debe llenar la cabeza de ideas (pocas buenas). Las mañanas, las tardes y las noches deben tener el eco de su hermano David procesado y de Álvaro García Ortiz, el fiscal general que, como él, resiste. La meta para Sánchez no es llegar al 2027 sino poder preparar el terreno para que su actual condena popular no se traduzca en penal.

Jueces nuevos sin oposición, investigaciones en manos de fiscales propios, decapitar la UCO (Unidad Central Operativa de la Guardia civil), tirar de fontaneras como Leire Díez y si llegan a esas elecciones, a contar los votos como Santos Cerdán: uno para ti dos para mí. Ya lo dijo Tomás Gómez, el exsecretario general del PSOE de Madrid: «He visto a Pedro Sánchez coger una urna y meterla detrás de un biombo para cambiar el resultado de una votación.»

A «Cristina» esa etapa le queda lejos. Ella ya pasó por lo mismo. Su voz insultando a Oscar Parrilli, –exsecretario general de la Presidencia y exjefe de los servicios de Inteligencia–, con poder equivalente a Ábalos, la oyó el país entero. «Me calienta que seas tan pelotudo», le llegó a decir. El expresidente de Aragón, Javier Lambán, no dio detalles del léxico del socialista, pero admitió que en varias ocasiones Sánchez quedó preso de «la ira y la pérdida de control»

Nunca la pillaron admitiendo negocios sucios o hablando de hombres como Abalos y Koldo lo hacían de mujeres

La viuda de Néstor Kirchner trataba mal a Parrilli, porque ella es así, habla mal, con palabrotas. También se la oyó decir que había que matar a la por entonces diputada Margarita Stolbizer porque denunció sus cambalaches financieros, pero nunca la pillaron admitiendo negocios sucios o hablando de hombres como Abalos y Koldo lo hacían de mujeres.

Como a Pedro, a ella la cazaron metiendo a la familia, en su caso, a los hijos: Máximo y Florencia, incorporados en sus sociedades corruptas cuando ya las estaban investigando. El primero, mientras tenga fueros, no va «palante», pero el día que los deje… La hija es otro mundo, el de los problemas alimenticios, la depresión y la razón de ser y estar hundida. El equivalente al fiscal general, la exprocuradora general, Alejandra Gils Carbó, tuvo que renunciar y asumir un juicio por administración fraudulenta. Hoy nadie sabe a qué se dedica. A García Ortiz le espera un futuro, posiblemente, peor.

A CFK, siglas por las que le encanta que se dirijan a ella, le quedan seis años por delante encerrada entre cuatro paredes. En el segundo piso –el cuarto también es una sociedad suya– de la calle San José 111 se sintió por última vez una estrella. Con su propio manual de resistencia intentará mantener un liderazgo que ya no está, se quedó, como ella, inhabilitado de por vida.

Los sucesores de CFK

En lista de espera tiene tres causas judiciales, todas vinculadas a obras públicas, adjudicaciones, tráfico de influencias... como los hombres fuertes del PSOE. También en lista de espera levantan la mano sus sucesores. A ella le gustaría Máximo, pero su respaldo popular es mínimo. En diciembre vence su escaño de diputado y necesita renovarlo por estar procesado en la causa Hotesur/Los Sauces.

Pacientes, aguardan su turno el exministro de la inflación y derrotado por Milei, Sergio Massa; el gobernador de Buenos Aires y artífice de la expropiación de Ypf a Repsol, Axel Kicillof, su colega de la provincia de La Rioja, Ricardo Quintela y algún que otro aspirante como Juan Grabois, pero el peronismo hace tiempo que dejo de ser lo que era y como siempre resurgirá. Pero, para lograrlo, necesita desterrar cualquier rastro de Kirchnerismo.

Salvando las distancias, algo parecido le sucede a Pedro Sánchez. Más tarde o más temprano caerá y pensar que podrá colocar, como el líder supremo de Irán, a su sucesor parece más un sueño que la pesadilla que, ahora sí, le debe quitar el sueño.