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Carmen de Carlos
AnálisisCarmen de Carlos

¿Qué hay detrás del enfrentamiento de Trump con Lula y la imposición de 50 % de aranceles a Brasil?

La principal economía del mundo ha decidido castigar a la segunda mayor del continente y en este caso no ha sido porque la balanza comercial resulte más favorable para Brasil que para EE. UU.

Act. 11 jul. 2025 - 10:16

El presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva y el presidente de EE.UU. Donald Trump

El presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva y el presidente de EE.UU. Donald TrumpAFP

Tiempos nuevos para las relaciones internacionales, vientos huracanados para defender las afinidades políticas y tormenta de aranceles para los países que, de un modo u otro, no respondan a los intereses, emociones o vínculos personales de Donald Trump.

El diablo de la ideología –y de la amistad– ha metido la cola en la guerra de aranceles que encabeza el presidente de Estados Unidos. Donald Trump sigue con prisa y sin pausa su despacho de cartas al mundo para comunicarle las nuevas tarifas a los productos y servicios que quieran vender en su territorio. La mayoría son, prácticamente, un patrón repetido, pero la de Brasil ha adquirido vuelo propio y provocado un choque de titanes.

La principal economía del mundo ha decidido castigar a la segunda mayor de las Américas y en este caso, no ha sido porque la balanza comercial resulte más favorable para Brasil que para Estados Unidos. Por el contrario, en los últimos 15 años ha sido favorable al país del norte con 410.000 millones de dólares.

Aún así, la Casa Blanca se ha despachado con unos aranceles del 50 % que justifica con dos argumentos: la falsa balanza comercial en su contra y el juicio al expresidente Jair Bolsonaro que describió: «¡Es una Caza de Brujas que debe terminar INMEDIATAMENTE!».

Lula contestó el mismo día en su cuenta de X : «Brasil es un país soberano con instituciones independientes que no aceptará ser controlado por nadie». Por la noche, en una entrevista añadió: «Si nos cobra el 50%, le cobraremos el 50%.»

Nunca hasta ahora Donald Trump había permitido que el factor personal influyera hasta ese punto a la hora de hacer sus números con los aranceles. El republicano, hombre de negocios con gruesa costra, podía amagar, pero finalmente no tenía reparos en dar marcha atrás si la calculadora le advertía que ese era el camino correcto. ¿Por qué con Brasil actúa de manera diferente?

¿Exilio en California?

La respuesta podría estar en la similitud entre su propia historia y la del líder brasileño sobre el que algunos jueces de la Corte Suprema brasileña sospechan que estaría preparando con su homólogo estadounidense un exilio dorado en california, donde ya estuvo una temporada.

El paseíllo de Trump por los juzgados y la colección de denuncias que se le acumularon en los cuatro años de sequía de poder no le han dejado indiferente. En Bolsonaro, al que se apodó «El Trump tropical» durante su presidencia, ve su propio reflejo y no le gusta. El presidente de EE. UU. no tolera que el brasileño esté inhabilitado por haber puesto en duda la limpieza de las elecciones que perdió con Lula. La sombra de las suyas contra Joe Biden le recuerdan la pesadilla.

Echarle una mano al compañero de vicisitudes, al que también acusan de golpista, no sólo no es un problema para él. Por el contrario, lo hace con gusto y mucho más si, en teoría, el perjudicado es Lula.

El presidente de Estados Unidos lo tiene enfilado por variadas razones, pero hay una –la más reciente– que le provoca más que todas las demás. Río de Janeiro se convirtió estos días en la sede de los BRICS, el bloque actualmente formado por: Brasil, Rusia, India, Irán, Arabia Saudita, Etiopía, Indonesia, Sudáfrica, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y China, la verdadera amenaza a la hegemonía mundial de EE. UU.

Trump advirtió, antes de enviar la carta del 50 % al Palacio de Planalto, que «cualquier país que se alinee con las políticas antiestadounidenses de los BRICS pagará un arancel adicional del 10 %. No habrá excepciones a esta política».

La consideración de los BRICS como el club de los enemigos de Estados Unidos la hizo antes que él su secretario de Estado. Marco Rubio publicó el año pasado una columna donde advertía: «No lo olvidemos. Los BRICS fueron fundados en 2009 por Vladimir Putin con el claro objetivo de derrocar a Estados Unidos de su posición como líder mundial.»

En otro párrafo señalaba: «Controlados por Pekín, los miembros del BRICS juntan reservas extranjeras y prestan miles de millones de dólares en dinero fácil para poner a las naciones en desarrollo en contra de Estados Unidos y otros países occidentales».

Posteriormente, en el mes de noviembre pasado, Trump se despachó en su red Truth Social: «Exigimos a estos países el compromiso de no crear una nueva moneda BRICS ni apoyar ninguna otra que sustituya al poderoso dólar estadounidense, o se enfrentarán a aranceles del 100 % y deberán decir adiós a vender en la maravillosa economía estadounidense. ¡Que se busquen a otro incauto!»

Con estos antecedentes no es descabellado pensar que al presidente de Estados Unidos, la excusa del maltrato judicial a Jair Bolsonaro, le ha venido como un guante de boxeo para sacudir a Brasil que se revuelve y hace lo que ha hecho siempre: aplicaremos reciprocidad.

De paso, Trump invita, sin carta, al ring al resto de los socios. Entre estos a Irán que ya ha probado las cargas de profundidad del americano en sus plantes nucleares y trata de poner un freno a la expansión de Pekín, principal socio comercial de Brasil y de buena parte de la región.

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