Vuelo controlado
Los portaviones son verdaderas ciudades flotantes, gigantes que llevan tripulaciones de entre 3.000 y 4.000 hombres y que son capaces de pasar meses en el mar sin necesidad de tocar tierra firme.
Además de las operaciones periódicas de mantenimiento una vez cada diez años sufren una parada técnica que dura en torno a un año y en la que prácticamente se desmonta entero y se vuelve a ensamblar. Durante la misma además se incorporan elementos tecnológicos de última generación como armamento inédito, radares y mejoras en general.
En este caso el portaviones JFK, perteneciente a la clase Ford, acaba de recibir unas nuevas catapultas de lanzamiento para los cazas que en este caso utilizan tecnología electromagnética de propulsión. Este sistema sustituye a las tradicionales de vapor, que además de más lentas son menos precisas, más pesadas y voluminosas.
Este mecanismo electromagnético asegura mayor aceleración y mayor velocidad de lanzamiento, dos variables clave en caso de combate real, una situación en la que la prioridad es ‘echar’ al aire el mayor número de aviones posible, pues en la cubierta son un objetivo extremadamente frágil.
La puesta a punto de una tecnología tan novedosa no es sencilla, por lo que los ingenieros de desarrollo llevan a cabo pruebas con pesadas plataformas que están construidas sobre la base de coches.
De esta forma consiguen saber si la velocidad y la aceleración es la necesaria cuando se realicen los lanzamientos con cazas reales, unos aparatos que pesan en torno a los 20.000 kilogramos y miden entre 15 y 20 metros de longitud. Las espectaculares pruebas se llevan a cabo en el río James de Virginia.
La pista tiene una longitud de 90 metros, en los cuales es necesario que el avión alcance la velocidad de despegue, que ronda los 250 kilómetros a la hora. Una vez lanzados, la marina se encarga de recuperar estos peculiares coches para su posterior reutilización.
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