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06 de mayo de 2024

Manuel Estape

Manuel EstapeLa Vanguardia

Manuel Estapé (1962-2023)

Un rebelde en el periodismo económico

Manolo contaba siempre con precisión lo que pasaba, al margen de sus opiniones y de su ideología

manuel estape icono
Nació en Barcelona en 1962 y falleció en Castellón el 1 de octubre de 2023

Manuel Estapé Tous

Decía que quería defender a sus compañeros y a sí mismo de los tiempos que nos había tocado vivir.

Siempre que releo El guardián entre en el centeno de J.D. Salinger no sé por qué me acuerdo de Manolo Estapé Tous, mi amigo y compañero durante tantos años de la sección de economía de La Vanguardia. Tal vez porque, como su protagonista, el adolescente Holden Caulfield, era un inadaptado o mejor dicho un rebelde.
A Manolo le hubiese gustado ser un líder sindical de CC.OO. durante la Transición o mejor aún, un revolucionario de los que tiraban piedras a los «grises» durante los años de la dictadura. Pero no, era un periodista de información económica muy inteligente y, sobre todo, muy honesto. Nada que ver con aquellos otros a los que unos años antes se le llamaban «sobrecogedores» para que escribiesen al dictado.
Estapé no era de esos, sino todo lo contrario. Era un periodista de izquierdas, muy de izquierdas, y anticapitalista porque sabía un montón de economía. Había tenido el mejor profesor: Fabian Estapé. Su padre fue uno de los mejores economistas españoles. Jugó un papel muy destacado en los Planes de Desarrollo de Franco, aunque luego se afilió a CC. OO y a la UGT e hizo de puente con la oposición. Era el economista español que mejor conocía Galbraith y a Schumpeter y sin duda quien mejor explicó sus teorías desde la Universidad de Barcelona de la que fue rector en dos ocasiones.
Pero Manolo no quiso saber nada de su padre. Le consideraba un ortodoxo mientras que él era un heterodoxo, siempre ponía su tono disruptivo en todas las conversaciones. Defendía a los obreros, a los pobres y consideraba a los capitalistas como un atajo de ladrones.
Cuando venía a Madrid solía quedarse en casa y aprovechábamos para tener grandes discusiones, sobre todo en cuestiones sindicales y todos esos rollos de los piquetes informativos y de las huelgas salvajes. Era el miembro más aguerrido del comité de empresa, el que se enfrentaba al director para impedir que salieran de la cochera los camiones a repartir el periódico. Lo cierto es que era un visionario, intuía la crisis que se nos venía encima a los medios de comunicación.
Decía que quería defender a sus compañeros y a sí mismo de los tiempos que nos había tocado vivir. «Manolo no hay solución que no sea la de saber adaptarnos». Al final siempre hacíamos las paces antes de irnos a dormir, era una buenísima persona. Un gran compañero, brillante, muy brillante en sus razonamientos.
Lo más me gustaba de él era su honestidad intelectual. Sabiendo cómo pensaba siempre le buscaba un sesgo en sus crónicas cuando escribía como enviado especial a las cumbres del Fondo Monetario, el Banco Mundial, Davos, el G7. Miento, una vez puso un pie de foto sobre una estampa invernal: «En Davos hace mucho frío». Se montó un lío tremendo en la sección y quedó para siempre como un chascarrillo. Manolo contaba siempre con precisión lo que pasaba, al margen de sus opiniones y de su ideología. Nada que ver con lo que pasa ahora donde la opinión y la información están tan mezcladas que uno no sabe qué pensar.
Pero lo que peor llevó fue el procés. Decía que no soportaba a los independentistas, no por sus ideas sino sencillamente porque eran tontos. Manolo podía respetarte intelectualmente o despreciarte, y a éstos los despreciaba. Tal vez porque el nacionalismo chocaba frontalmente con la idea que tenía de la lucha de clases, de la solidaridad entre los pueblos. Medio en broma medio en serio decía que él era un exiliado del «procés».
Y, efectivamente, cuando cumplió los 60 dejó todo y fue a vivir a un pueblecito de Castellón haciendo frontera con Cataluña. Allí disfrutó de la música y de la literatura hasta que el maldito cangrejo apareció. Los dos teníamos cáncer, pero a Manolo le llegó antes la vieja y se lo llevó tras dos meses entubado. En silencio y en paz, dejándonos a todos los que le conocimos un maravilloso recuerdo de este gran periodista que no aspiró nunca a nada, excepto a defender a los pobres.
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