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20 de abril de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Ciudad odiosa

Hay más restaurantes, bares, terrazas y consumidores que nunca. Pero eso no ha convertido a Madrid en una ciudad hostil, sino al revés. Madrid es la ciudad más viva, pujante y alegre de España

Actualizada 01:23

El País es un diario peculiar. Su primer crítico de Arte, Santiago Amón, que fue despedido por negarse a elogiar una exposición pictórica de un amigo de Juan Luis Cebrián, decía que era peculiar desde su cabecera. «El País. Diario Independiente de la Mañana». Es decir, un diario que se independizaba de la mañana todas las mañanas. Pero fue un gran periódico, sesgado, que ocupó el hueco del socialismo con constancia y éxito, a pesar del fervoroso pasado falangista de su presidente, Jesús de Polanco, de la firme lealtad al Régimen de su Director, Juan Luís Cebrián, y de la ideología conservadora de su creador y fundador, Fraga Iribarne. Pero nadie puede poner en duda que imperó en el periodismo de España porque sus dueños y consejeros, casi todos de la más vetusta Derecha, consideraron que el negocio estaba en la Izquierda. Y acertaron plenamente. Pero El País tuvo y tiene grandes columnistas, unos medios poderosos y una tradición de sesgo discrecional muy bien logrado por la inteligencia. Han colaborado y escrito también, como en todos los periódicos, muchos tontos, pero como dijo el gran Luis Calvo, «la sociedad actual trata mejor al tonto que escribe en El País, que al tonto que escribe en ABC». No le pregunté a don Luis por la identidad del tonto de ABC temiendo que me dijera: 
-¡Tú!
Cebrián, con todas sus cosas, que son muchas, fue un buen director. Y aquel periódico, de ideología de izquierdas y de beneficios mercantiles de derechas, cuidaba con esmero su contenido. Tenía los tontos justos y numerados, y sus textos se analizaban con lupa. Ahora no. En la actualidad, y desde que la señora Bueno es su directora, se han colado zotes y paletos por todas las esquinas. Uno de ellos, para hacer méritos o cumpliendo consignas, ha escrito de Madrid, esa «ciudad hostil». No se trata de una hostilidad física, ni violenta, ni vociferante, ni anticívica. El tonto se queja de la hostilidad que coarta su libertad en los restaurantes y bares, que siempre están llenos, bulliciosos, alegres y con las cajas rebosadas de euros y papelines de tarjetas. Escribe así: «Es imposible salir a improvisar en esta ciudad. Madrid se ha convertido en un lugar hostil donde necesitas reservar no solo antes de salir de casa, sino con semanas de antelación. Se acabó salir de copas sin reserva. Cada vez es más difícil».
Es falso. Pero de responder a la verdad, el paleto lo que está reconociendo es el éxito de Madrid.
Le recomiendo un truco. Hace años en Madrid se reservaba con antelación –si bien se mantenían libres algunas mesas para clientes tradicionales improvisados–, en sus grandes restaurantes. Horcher, Jockey, Zalacaín, Príncipe de Viana, Club 31… Y tampoco era sencillo improvisar una mesa en el José Luis del Bernabéu, o en el Arturo Delfines, o en O Pazo, El Pescador, La Trainera… Pero si se reservaba por la mañana, la mesa estaba asegurada. Un amigo mío cordobés, de Lucena, personaje genial, Juan Carlos Villalta, cuando quería celebrar la buena cosecha de aceitunas con su maravillosa mujer donostiarra, Marta, reservaba con improvisación en los mejores restaurantes con un título nobiliario inventado. «Una mesa para dos personas a nombre del duque de Lucena de la Frontera». Y al año siguiente repetía con otra dignidad nobiliaria. «Una mesa para dos personas a nombre del marqués de los Predios Jerónimos».
Félix, mítico maitre de Jockey, le preguntó un día cuántos títulos tenía. Juan Carlos respondió. «Los de la duquesa de Alba, multiplicados por dos».
En Madrid he nacido, he vivido y he improvisado restaurantes y bares sin tener ninguna dificultad en sesenta años. Y lo sigo haciendo. Y es cierto que hay más restaurantes, bares, terrazas y consumidores que nunca. Pero eso no ha convertido a Madrid en una ciudad hostil, sino al revés. Madrid es la ciudad más viva, pujante y alegre de España. Y el paleto que ha escrito esa memez, un acomplejado. Tendrá que improvisar mejor, o largarse a improvisar a Barcelona, que allí es más sencillo encontrar mesa.
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